CAPITULO SEGUNDO
El mediodía sofocaba
todo el valle ante un calor que superaba los 30 grados Celsius, Juancho en
tanto silbaba alegre en short deportivo de su añorado equipo de fútbol “Los
Halcones de Huacuy” por quién jugó varias temporadas en tanto que lavaba su
ropa con las atenciones de su prima que no perdía un solo detalle, ya sea
alcanzándole agua, los ganchos para tender la ropa, o sonreír cuando sus ojos
se cruzaban con los de su primo pero siempre en silencio. En uno de esos
momentos inesperados, Juancho le entregó con mucho cuidado y premeditación una
de sus sonrisas más preciadas que a Clara la elevó a las nubes, y en un
instante llegó a pensar que su primo era un enviado del cielo y se dijo para
sí:
“Mi primo es bien
guapo y mis amigas se van a morir de envidia y de celos cuando lo vean, ya
verán…”,
Su ensimismamiento y
ensueño se rompió cuando escuchó: “Clara, Clara, llaman a la puerta,
seguro que es tu padre…, ella corrió y en verdad era don Alfonso, lo abrazó
y de inmediato le puso al tanto de la llegada de su primo. Sin mediar palabra
alguna pasó de frente al “corral” en donde encontró al joven visitante
que acababa de salir de la ducha. Su tío era un señor de unos cuarenta años que
lo miró de pies a cabeza y antes de decirle alguna palabra, le tendió la mano,
lo abrazó y lo acarició ante la atenta mirada de Clara y de su madre que al
observar esta escena se emocionó y en instantes pensó que era el hijo
varón que no tenía:
“Hijo, que alegría verte, pero si eres casi
igualito… a tu madre…”, le palmoteó los hombres, ante el asombro de
Juancho, quien solo atinó a disculparse por haber llegado en ese estado calamitoso:
“No te preocupes hijo, te comprendo,
alístate que vamos almorzar”.- entonces Clara corrió a traer una toalla que
luego al acercarse para entregárselo sintió un cosquilleo en su piel al verlo
semidesnudo, con la cabello mojado del cual todavía discurría agua por entre
los pliegues de su piel blanca, fina y musculosa.
“Vístete rápido, hijo qué ya está servida
la comida, Ah ¡Clarita, tráele una camisa mía o un polo para que se vista tu
primo…” El olor del pescado que hacía mucho tiempo que no comía, lo
llamaba, y cuando presuroso se arregló, apareció hermoso ante la mesa, con una
sonrisa a flor de piel que al verlos sus familiares entrecruzaron
sus miradas en señal de aprobación y alegría por tenerlo junto a ellos. Su tío
lo invitó a sentarse a la mesa a su lado que al verlo todo tímido le
dijo:
“Bueno, hijo
estás en tu casa y sírvete lo que deseas y cuéntanos cómo se encuentra tu madre
y tus hermanas, ah¡ nos enteramos que tu padre murió hace varios años y créenos
que lo lamentamos mucho…”, Juancho halagado los escuchaba atentamente,
mientras devoraba por instantes el plato que le sirvieron, y entre cuchara y
cuchara que se llevaba a la boca, sonreía siempre mirando a su tío, ante la
atenta mirada de sus familiares que le hizo perder el miedo inicial y animarse
a hablar. De pronto su rostro se iluminó por un instante y decayó, se había
dado cuenta que lo que le estaba pasando en ese instante su madre se lo había
previsto al recordar sus palabras. Se entristeció y quiso llorar de alegría, suspiro
profundamente, se ruborizó y quiso levantarse de la mesa, pero su tío que lo
miraba atentamente se lo impidió, se paró lo abrazó, en ese instante Juancho
derramó unas lágrimas de alegría en los brazos de su tío que no se cansaba de
acariciarlo y decirle:
“Hijo, no te preocupes que aquí estarás con
nosotros y nada te va a pasar…” estas palabras lo alentaron y no era
para menos, estaba feliz después de todo lo vivido y a sus 20 años, jamás se
imaginó que lo iban a tratar de esta manera, y con una prima tan bonita; al
final abrumado por las preguntas y la barriga llena, habló, habló y habló hasta
cansarse.
“Bueno, hijo”.- le dijo su tío…”yo siempre
recuerdo a tu madre, porque nos hemos criado juntos, hasta antes que conociera
a tu padre, tan bonita y trabajadora, recuerdo que cuando éramos jóvenes
jugábamos en la chacra con nuestro ganado, hasta que Casimiro se la llevó
a otro sector de la comunidad cuando se casó con ella, de ahí nomás yo también
me vine a la costa. De esto han pasado ya más de 20 años…”
Repuesto ya de tanta
conversa, se paró el tío y le dijo a Juancho: “hijo, descansa todo el
tiempo que quieras, debes estar muy cansado, ya en la noche seguimos
charlando…”. Dicho esto se levantó de su asiento Juancho, se despidió
de cada uno de los presentes, a lo que su propio tío lo llevó a una habitación
desocupada que quedaba al fondo de la casa.
Su tío Alfonso
le comentó que esta habitación a estado desocupada varios años desde que su
prima hermana la dejará por motivos de viaje, y que al fin y al cabo también
era su tía, prima hermana de su mamá. La abrió con una llave que portaba y
luego de abrirla se la entregó para que él la usara todo el tiempo que era
necesario. Todas las cosas estaban bien cuidadas, y debidamente protegidas, así
que lo único que hizo Juancho, fue levantar las sabanas que cubrían los
muebles y las frazadas de la cama y sacudirlo fuertemente en el
patio…Solo le llevaron unos minutos y con la escoba terminó de limpiar
finalmente el polvo que había. Fue al baño que quedaba al frente de su
habitación y se lavó. Luego se dirigió a su cuarto, miró la cama que le
apetecía y se echó, para quedarse dormido en solo unos minutos. Durmió varias
horas y en el mejor momento de su sueño, soñó que su mamá le hablaba y le
acariciaba como casi nunca lo había hecho, hasta que de pronto apareció en su
sueño su prima Clara que trataba de acariciarlo, él la quiso abrazar también
pero la retuvo con sus manos, hasta que despertó sudoroso no se sabe si por el
fuerte calor reinante de la tarde o como fruto de su acaramelado sueño.
Se sentó movió, la cabeza, abrió la puerta para que entrará un poco de aire
fresco y se volvió a recostar en la cama para comenzar a recapitular su
presencia en aquella casa familiar que nunca había conocido salvo por los
comentarios de su madre, y su situación que a decir verdad comenzaba a
cambiar para él. Lo primero que se dijo fue tener que conseguir un trabajo en
forma urgente, ya sea en Buenavista o en Casma, no podía ser una carga más para
la familia que lo acogía en ese momento, tenía que trabajar para enviarle
dinero a su madre y cubrir sus necesidades más inmediatas…Se lo tengo que decir
a mi tío para que busque o me recomiende un trabajo de lo que sea… también
pensó en su prima y se dijo que jamás traicionaría la confianza que le brinda
su tío, y seria leal con él, al no permitirse siquiera tocar a su prima con
un “pétalo de una rosa”. Siguió pensando de ello y recordando
los momentos vividos días anteriores de angustia y pena que vivía en
Huacuy, hasta que se quedó completamente dormido otra vez y sólo cuando
escuchó una voz que lo llamaba se despertó y de un sobresalto se levantó de
inmediato, reconoció que era la dulce voz de su prima que le había llamado
varias veces. Ya era de noche.
Era la hora de la cena
a las siete y treinta de la noche, se sentaron en la mesa esta vez frente a
frente, así lo dispuso expresamente su tío:
“A partir de hora,
hijo, te vas a sentar allí, ese será tu lugar…” a lo que
Juancho agradeció con una sonrisa por demás cómplice. Clara, con una sonrisa
que le coloreaba la cara, comenzó a servir la mesa, primero puso los cubiertos,
luego trajo los platos de un caldillo de huevos, en seguida puso el plato de
fondo, que consistía en un arroz con una fritanga de hígado encebollado
que todavía botaba humo en la mesa, al final colocó a cada uno su taza de café,
y una cesta de panes de manteca. En tanto que Juancho alucinaba al ver tanta
comida en la mesa, y su tío lo observaba en silencio. Cuando quedó
completamente servida la mesa, el tío Alfonso comenzó a servirse y comentó lo
siguiente:
“Hijo, debes saber
que en Casma tenemos una casita en una invasión que tenemos que cuidar, no sé
si tú puedes hacerlo, te voy a pagar por ese servicio…”.- “Está bien tío
lo voy a hacer, yo estaba por decirle que necesito trabajar para enviarle
dinero a mi mamá y Ud. Sabe no puedo ser una carga para ustedes…”. Está muy
bien hijo, mañana sábado que no trabajo vamos a ir a Casma, temprano para
que conozcas el lugar, si deseas te enviamos tu comida, o sino comes un menú en
cualquier restaurant, ah, antes tenemos que reforzar la casita para que puedas
vivir bien, por eso tenemos que comprar cañas, esteras y alambre para
asegurarla bien….”.
Dicho esto, la
emoción se le notaba en la cara de Juancho, que comenzó a brillarle los
ojos y los pómulos le resaltaban más que nunca y la sonrisa que esbozaba
le hizo estremecer de pronto a su prima Clara, que lo miraba con atención y
aparente rubor que su madre observó con preocupación. Esa noche volvió a soñar a
su madre que muy amorosa le hacía recordar los momentos en que le
aconsejaba antes de partir. Fue una de las noches más felices que vivió
hasta ese momento.
Se levantaron muy
temprano esa mañana, la tía además de servirle el desayuno a los dos viajeros
antes de la siete de la mañana, les preparó su fiambre a cada uno y antes de
partir se levantó Clara, quién saludó a todos los presentes, y en
especial al primo Juancho que vestía un short deportivo que su tío le había
regalado y su infaltable polo del club de sus amores en su rostro se podía
notar una sensación de alivio y buen humor. Se despidieron y salieron de casa,
tomaron un auto que cubre la ruta diaria de pasajeros a Casma que los llevó muy
rápido a su destino. Al llegar de inmediato se dirigieron a la invasión, que
era un inmenso terreno de pequeñas casuchas algunas a medio construir de
material precario. Al llegar a su lote, se dieron cuenta que muchos de los
moradores recién se levantaban, mientras que unas señoras barrían su lote
con escoba en mano. Mayormente eran mujeres que traían agua con
baldes y otros con bidones de las viviendas contiguas a la invasión que le
proporcionaban agua potable para su uso diario. El día de trabajo recién
comenzaba para ellos. Revisaron el rancho y constataron que todo estaba
normal. Hacia dos semanas que no había venido el tío Alfonso, no había asistido
a las asambleas generales y entregado las cuotas semanales, y suerte que nada
había sucedido, ya que los comentarios de robo de esteras y demás bienes de la
invasión ya se habían hecho público por la prensa local, así como el desalojo
de lotes de terreno que aparentemente estaban abandonados por sus propietarios.
Ingresaron al interior de la vivienda semi construida y allí el tío Alfonso le
dijo a Juancho:
“sabes hijo, voy
al centro a comprar más esteras, alambre y clavos para reforzar el
rancho, además hay que terminar de cerrar el lote”.- Esta bien tío, no me
moveré de aquí…”. Antes de cerrar la puerta miró hacia afuera y
pudo observar que la invasión era relativamente grande, en un terreno que
antiguamente fue agrícola. Cerró la puerta de calamina, y se vio solo, entonces
se sentó al borde de un viejo catre y comenzó a recapitular las últimas
veinticuatro horas vividas con intensidad en casa de su tío, de la atención muy
amable y gentil de sus tíos, y especial de su prima que siempre aparecía en su
cabeza y le cosquillaba las costillas, entonces se volvió a preguntar por qué
le sucedía esto cada vez que veía a Clara, o le hablaban de ella. Se respondió
una vez y mil veces más que nunca seria de ella, que aunque sintiera algo
por su prima, comprendía que era su sangre, su familia y como tal no podía
pasar nada entre ellos dos. Siguió recordando a su madre y sus hermanas que ya
por cerca de tres meses no las veía, entonces se entristeció, se prometió
cumplir con la promesa asumida ante su madre, se arrecostó en
el viejo camastro que había y de pronto se quedó dormido. En su sueño volvió a
recobrar esos momentos de siempre, su madre que lo aconsejaba con sus
palabras de aliento y los cariños que le prodigaba. De pronto se sobresaltó en
la cama al escuchar el sonido de un vehículo que paraba al frente de la casa
y que alguien entraba a ella. Era su tío Alfonso que llegaba con la carga
de compras prometidas. De inmediato se levantó y fue a apoyar en
bajar las cosas que había dentro de una
camioneta contratada. Comenzaron a bajar la carga que consistía en esteras,
palos, y cañas, además de alambre y clavos. Trabajaron toda la tarde, solo
descasaron para almorzar una comida rápida que había traído su tío, hasta cerca
de las cinco de la tarde en que pararon para regresar a casa.
Llegaron totalmente cansados, sucios y
de hambre a Buenavista, se saludaron y antes de cenar se dieron un baño cada
uno, mientras su tía y su prima Clara las esperaban con una cena formidable que
consistía en su plato favorito de su tío Alfonso: Escabeche de pollo, con sus
yucas y arroz blanco, y su café pasado que ni bien se sentaron en la mesa
lo degustaron con emoción y en silencio. Al terminar la cena, el tío Alfonso
suspirando y plenamente emocionado le dijo a Juancho, mirándole a los
ojos a su sobrino:
“Mañana mismo,
hijo, te vas temprano a Casma y le envías a tu mamá estos cien soles que
te voy a entregar, con un conocido tuyo que espero encuentres en el paradero de
carros a Quillo…qué te parece?.- Juancho sorprendido sólo atinó a
decir que estaba muy bien… Esa noche casi no pudo dormir Juancho, pensando cómo
haría llegar ese dinero a manos de su madre que lo necesitaba…
Era domingo y muy
temprano se levantó el tío Alfonso, pasó cerca de la habitación de Juancho y
escuchó que roncaba, por lo que tuvo que tocar la puerta y despertar a su
sobrino:
“Juancho,
hijo tienes que viajar a la ciudad, levántate ya… de inmediato se
levantó y salió al encuentro con su tío, y le tuvo que contar que tenía
problemas con la justicia allá en Quillo. Este percance no le
impidió al tío Alfonso a tener que decirle que tenía que arreglar
esta situación, y como tal a retrasar el envío a su madre hasta que
el mismo vaya a visitar a su prima a Huacuy, y sería la próxima
semana que se daría tiempo para ello. Fue en ese momento que su tío lo abrazó y
le dijo que le ayudaría a arreglar ese problema que tenía con la policía, le prometió
contratar un abogado para que vea su situación legal de inmediato para que no
tenga problemas en el futuro. Le pregunto si conocía la ciudad para que vaya a
comprar algunas cosas que faltaban para la casa, a lo que Juancho respondió que
si había venido varias veces. Aprovecho para pedirle por favor que este
problema solo lo conozcan los dos a fin de no dañar la amistad con su tía y su
prima Clara, a lo que su tío volvió a abrazarlo y susurrarle en el oído que no
lo haría, sería un secreto entre los dos. Aprovecho la oportunidad para
entregarle los cien soles, y darle además una propina de cincuenta soles más
para sus gastos personales. Juancho no quiso recibir la propina por lo que su
tío se lo dejó en la cama y con una sonrisa le palmoteo el hombro y salió de la
habitación. Su tía, ya había
preparado el desayuno que tomaron los tres, en tanto que Clara dormía
todavía. Le encargaron que comprará una lista que cosas que faltaba para la
cocina, le entregaron el dinero y salió acompañado de su tío para el paradero
de autos, en el camino su tío le dijo a manera de justificación que tenía que
ir a la chacra de su señora a pañar las paltas que se caían de maduras y a
traer panca para los cuyes que criaban en casa, por esas razones es que
ellos no podían viajar a realizar las compras.
Al llegar a la ciudad
Juancho, lo primero que hizo fue ir a la
iglesia – se había propuesto conforme le había prometido a su madre - escuchar
misa que como buen creyente de Dios lo
hizo, era domingo y hacia buen tiempo que no asistía a una iglesia, llegó a
media misa pero igual se quedó a escuchar la palabra divina en completo
silencio, y comenzó a rezar el Padre
Nuestro que a duras penas se acordaba y entre dientes rezaba escuchando
la misa que el cura ofrecía a los feligreses. Al término de ella antes
de que se acercaran a pedirle su óbolo
salió presuroso rumbo a la parada a realizar las compras encomendadas.
Compro todos los
productos de la lista que iba llenando a un costalillo de harina de pan que uno
de los proveedores le vendió. Cuando
termino de comprar los abarrotes, el pescado y las verduras se acordó de las
frutas, pero tuvo mucho cuidado en llevar las uvas en una canastita que compro
como detalle porque era un pedido
especial de Clara su prima, y la quería impresionar.
Llego a Buenavista
completamente cansado al mediodía y lleno de compras que sus tíos y su prima recibieron de manos de Juancho, quien
alegre comentaba como anécdota que nadie
le había dicho donde tenía que echar las menestras, las verduras, y el pescado
si no le habían dado ninguna bolsa ni saco en que tenía que llenar, y menos las
frutas. Todos se miraron las caras y se mataron de risa. A lo que Juancho solo
le quedo sonreír y sonrojarse una vez más.
Continua...
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