SECHÍN, TESORO PERDIDO
La ciudad es pequeña y ha empobrecido. Casma fue opulenta, cuando el apogeo de las grandes haciendas. Ahora languidece, a la plaza, sombreada por aromosos ficus fusilaron a Uschu Pedro, el lugarteniente de Atusparia, que levantó a los indios contra el gobierno de Cáceres, porque la autoridad le hizo cortar la trenza que usaba como signo de realiza entre sus agentes. Cuanto tomó Huaraz, no cometió atropellos contra los blancos despavoridos, murió víctima de una celada.
En cuanto a Uschu Pedro, o Pedro
el Negro, hizo frente al pelotón de gendarmes con espartana serenidad – pero
Casma tiene un tesoro a las puertas, en los terrenos de la hacienda San
Rafael. Este tesoro es de piedra y se llama “Sechín”, descubierto y
revelado al mundo por Tello, que quedó fascinado por aquellos restos líticos en
los que asoma un mundo nuestro hace tres mil años, donde las imágenes de
crueles guerreros de entonces triunfales y misteriosas imágenes intraducibles
hoy, fascina y conmueven aún todavía en medio de la ruina de tantos siglos de
depredación. Todavía está en pie una estela blanca de granito con
extrañas marcas que parecen indicar que servía para medir la altura de las
aguas. Porque de antiguo el valle fue azotado por avenidas que la asolaron.
En este sector, en los Cerros de Sechín y Mojeque, apareció hace milenios o
más, un complejo cultural, cuyas muestras epónimas están en los adoratorios de
los dos “Sechines” el Alto y el Bajo. Hubo en el principal de ellos, el
de Sechín alto, un templo o palacio-templo comparable a los asirios o Egipto,
que en nada les cede.
Había noventa y ocho monolitos
bellísimos, todavía quedan ochenta en el terreno, doce han sido robados y seis
están en el Museo Nacional de Antropología.
De aquella misma época, tan lejana
en el tiempo, es el llamado “Castillo de las Calaveras” donde se encuentra
inmensa pila de cráneos, testimonio de la crueldad con los que los quechuas
invasores castigaron aquel último reducto del Gran Chimú al que sólo pudieron
avasallar, cortándole los acueductos de agua potable y cercándolos por hambre.
Sechín es un tesoro de enorme
valor que hay que conservar y difundir, y cuya custodia tienen que asumir
nuestras autoridades. Hace pocas semanas, estuvo allí Arturo Jiménez Borja, que
consiguió alguna ayuda para efectuar trabajos iníciales.
Los Casmeños, pagaron tres peones
para cooperar. El día en que limpien las ruinas, se cerquen y se reconstruya
aquellas venerables huellas de un pasado grandioso, Casma volverá a ser
opulenta, porque habrá una corriente de visitantes que para recorrer el
adoratorio se detendrán en el antiguo pueblo dormido, que es ahora sólo un
lugar de pasaje hacia las ciudades de la sierra de Ancash y del norte grande.
Autor:
Jaime Lòpez Raygada
(El
Comercio – 04 de Mayo de 1970)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario