jueves, 9 de febrero de 2017

UN FANATICO. Autor: Ricardo Palma




UN FANÁTICO




(Del Libro: "Tradiciones Peruanas" Capitulo XXVII - Ricardo Palma)








El Subprefecto de Casma don José Maria Terry paso a la autoridad superior, con fecha 18 de abril de 1848, un oficio, que impreso se encuentra en El Comercio de Lima, correspondiente al sabado 06 de mayo. Sobre tan irrecusable documento basamos este articulejo.


Era la cuaresma de 1848.


      En todos los pueblos del departamento de Huaraz los curas predicaron sobre el pecado y el infierno y sus horrores sermones tan estupendos, que a los indios sus feligreses se les ponían los pelos de punta. La raza indigena es de suyo propensa a creer en los suplicios materiales con que diz que son afligidos en otro mundo los que no anduvieron derechitos en este de lagrimas y sanguaraña. Ademas el indio es eminentemente fanático. En punto a religión tienen la fe del carbonero, y acoge como verdad evangélica a cuanta paparrucha sale de los labios, no siempre bien inspirados del taita cura.



Tal fue el efecto de las platicas en aquella cuaresma que apenas si se daban abasto los párrocos para confesar penitentes, y unir con el lazo del matrimonio a muchas medias naranjas que estaban en camino de pudrirse y servir de almuerzo al diablo. Con amén, amén, se gana el Edén.
 Ocurriole una tarde al cura de Yaután predicar sobre San Lorenzo y su martirio, e hízolo con tanta unción y elocuencia, que a uno de sus oyentes se le enclavó la convicción de que sólo muriendo como el santo de las parrillas, iría sin pasar por más trámites, aduanas ni antesalas, vía directa y como por ferrocarril a la gloria eterna.
Era el tal un mocetón de treinta años, que en los arrabales de Yaután habitaba una choza próxima a un bosquecillo. Oído el sermón, fuese paso a paso a su albergue, sacó una cruz de madera que allí tenía, y con ella a cuestas dirigiose al bosque.

Algunos de sus vecinos que lo tenían en concepto de maniático, lo siguieron por curiosidad, y ocultos entro las ramas del bosque pusiéronse a espiarlo. Después de clavar la cruz en el suelo, empezó el mocetón a hacinar leña, prendiola fuego, dobló rodillas y estuvo gran rato en oración De repente, y cuando la llamarada era más activa, se puso do pie y se precipitó en la hoguera, exclamando: «¡San Lorenzo me valga!»

Los curiosos vecinos corrieron a libertarlo. Llegaron tarde. El pobre fanático había conseguido morir achicharrado como San Lorenzo.



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