LA GUERRA DE LOS CUCHILLOS
(Relato Porteño)
(A mi estimada amiga Sheila Rosales Díaz)
En el desembarcadero artesanal de nuestro hermoso distrito
de Comandante Noel; la mayoría de las personas que vienen a trabajar de manera
humilde viven fundamentalmente de la pesca artesanal aunque en nuestros días
debemos de reconocer que el nivel de la pesca porteña ha bajado y en algunos
casos es escasa la producción debido a varios factores como por ejemplo uno de
ellos es la depredación de las mismas especies marinas que con el correr del
tiempo se alejan a las zonas más alejadas de nuestro mar.
En la actualidad el desembarcadero se constituye como una
área de trabajo para hombres y en especial para las mujeres del Puerto Casma,
Barrio Piura, San Diego e incluso de la misma ciudad de Casma, todas esas
personas son de condición humilde que a base de esfuerzo y sacrificio se ganan
la vida con el sudor de su frente.
Las pejerreyeras porteñas son mujeres que se dedican
al proceso del codiciado y famoso pejerrey, la labor de ellas consiste en
cortarle la cabeza y con una cucharita sacarles las vísceras y echarlas a la
caja y luego los compradores con sus ayudantes se encargan de comprarlos y
ponerlos en las canastillas que finalmente sean pesadas y llevadas al mercado.
Esta humilde labor donde mi persona forma parte, es
simplemente fácil no es cosa de otro mundo; no hay horario fijo de entrada ni
de salida todo depende del reparto que llega de la zona de pesca o en las horas
que vienen las embarcaciones con su producto para después descargarlos en el
muelle.
Las mujeres para trabajar utilizan cualquier clase de
cuchillo lo importante es que tenga buen filo como mis dientes, y de paso
llevar una buena madera para trabajar con más facilidad.
En algunos casos fui testigo de cómo los “cochos”
(pelícanos) incomodan a las propias pejerreyeras, estas grandes aves con su
largo pico torcido logran en ocasiones apoderarse de varios peces lo que
provoca la reacción de las mujeres que a golpes o a patada limpia logran
espantar a las molestas aves, pero en el fondo los “cochos” solo lo hacen por
necesidad, por el hambre que le apremia. Hay
que analizar y comprender el natural carácter de nuestra humanidad.
Recuerdo que la
temporada del año pasado los compradores a consecuencia de la escasez del pejerrey tuvieron que bajar el
precio inicial de 70 a 50 céntimos el kilo,
hecho que a pesar de ser comunicado no se logró llegar a ningún acuerdo
lo que motivo que las pejerreyeras se volvieran a reunir y tildaron de
traidores a los compañeros que incumplieron con su palabra y un día por la
mañana reunidos desde el desembarcadero tomaron la firme decisión de exigirle al resto del grupo de la parte baja que respeten su compromiso, las mujeres
enardecidas y eufóricas comenzaron a gritar y lanzar frases fuertes y en
algunos casos con improperios y bromas
de mal gusto.
Nuestra amiga la señora Luces lideró esta movilización desde el muelle hasta la parte
baja y fue así como en medio de la cólera y la incertidumbre hicieron llegar su
voz de protesta, y en ese pequeño
recorrido se lanzó a viva voz algunas conocidas arengas y este famoso lema:
“Arribas compañeros, palmas combativas”…
La cuestión es que las aguerridas mujeres llevaban
cuchillos en sus bolsillos o en sus
manos; esta escena me recordó a las legendarias amazonas mujeres guerreras
de tiempos pasados que la historia
peruana registra en sus memorias.
Cuando ambos grupos se encontraron cara a cara con el otro
grupo de la señora…. Rufina, parecía el
encuentro de “dos mundos” y en un momento
pensé que iba a arder “Troya” y desatar de paso la temida “guerra
de los cuchillos”.
Gracias a Dios no pasó nada malo en este incidente, no provocó ninguna desgracia para mi alivio
de todos, los grupos de ambos bandos
liderados por las señoras Luces y Rufina sólo
intercambiaron algunas palabras y de miradas fuertes, solo palabras que
se las llevó el viento. Aquel encuentro de “dos mundos” diferentes, apenas duró unos cuantos minutos y al final
de este episodio porteño cada grupo tomó su propia decisión y decidieron llegar
a un acuerdo pacífico, es decir que cada
persona sea responsable de sus actos y cumpla con su palabra. Al final las mujeres se manifestaron satisfechas y se marcharon cada uno por su lado y
regresaron a sus humildes hogares para volver a rehacer sus labores cotidianas
de cada día esperando encontrar un mejor porvenir para todas ellas.
Mi saludo fraterno a los pejerreyeros que nos dan una gran lección de esfuerzo con su trabajo HACIENDO PERÚ.
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