31 de Mayo de
1970, un día de horror…
Era un día domingo cualquiera, todo trascurría con aparente
normalidad, salvo que se inauguraba el Mundial de Fútbol de México en un Encuentro contra el equipo de Rusia, ya había
terminado el primer tiempo estaban 0 a 0, cuando ya se había reiniciado el
segundo tiempo, yo me encontraba echado en la cama revisando los 08 periódicos
que compraba los domingos, escuchando el
partido con un receptor a pilas era las
3.15 minutos de la tarde, cuando se comenzó a mover todo y se caía pronto, el olor a tierra nos iba cubriendo, Salí de la
casa despavoridamente a la calle.
Fueron momentos de duro recordar, solo recuerdo que cuando
Salí de mi cuarto, corrí a donde se encontraban mis padres y hermanos, todos se encontraban
consternados por lo pasaba, el suelo se movía con intensidad que parecía olas
que nadie podía detener. Mis padres al Salir de nuestra casa se habían olvidado
mi hermano Alfonso de apenas unos cuantos meses de nacido, tuve que regresar al
cuarto que ya se caía y sacarlo al bebe que se encontraba llorando. Fueron
minutos interminables de horror que jamás habíamos vivido. Recuerdo que esas
circunstancias mi hermana Jaine María que se encontraba junto a nosotros abrazados
se soltó del grupo y salió disparada por
lo fuerte del movimiento y cayo al suelo, y allí le cayo la pared que la dejo
semienterrada, cuando paso el movimiento tuvimos que sacarla toda herida. Todos
nos encontrábamos sucios, llenos de polvo que apenas si podíamos ver. Yo en
esas circunstancias tome a mi hermano menor, lo cargue y con el comencé a subir
al Cerro de La Virgen, durante el trayecto escuchaba los gritos de dolor que
provenían de diversos lugares de Barrio Nuevo, todos de angustia. Hasta que
llegue a la cima en donde se ubicaba la hermosa capilla dedicada a María
Magdalena, Patrona de Casma, tantas veces subida al techo que era de material
noble y podíamos quedarnos a contemplar el avistamiento de algún cometa como el
caso del Benell que lo contemplamos a medianoche. Casma, Este se encontraba
completamente destruido y solo desde esta altura se podía divisar al pueblo completamente
agonizante y bien dolido por sus muertos
y heridos. De inmediato comencé a bajar desesperado y pude divisar el cielo por
la altura del Puerto Casma totalmente borrascoso y por el lado de Casma totalmente
cerrado y oscuro.
Pasado el minuto de pánico y horror no me quedo otra cosa que
bajar del cerro La Virgen, angustiado con mi hermano que lloraba y no sabia que
hacer, baje rápido y encontré a mis padres y hermanos que lloraban al
contemplar las tres casas destruida, caídas
al suelo. Los movimientos se sucedían una tras otra, las piernas nos temblaban
pero teníamos que caminar en busca de un lugar adecuado y encontramos la
explanada de la Capilla Santa María Magdalena que se encontraba desierta en
medio de la calle en desmonte en que se ubicaba. Corrimos a ubicarnos, fuimos
los primeros que llegamos y nos dimos cuenta que no teníamos frazadas con que
taparnos ni nada que nos cubra. De inmediato me di cuenta que podíamos sacar de
la casa – destruida- frazadas y cuanta cosa nos sirva, de inmediato me dirigí
con mi hermano Ernesto al lugar de mi casa destruida, la pudimos contemplar
mejor ya estaba desplegado el lugar, y
yo por uno de los lugares del techo que estaba levantada me introduje en busca
de frazadas y ropa que se encontraba regada por el suelo, lentamente fui
sacando las cosas por el hueco del techo, yo gateaba por el suelo y en eso me
tope con dinero que se encontraba regado por el suelo, que había sucedido, es que mi padre y sus amigos
acostumbrados a jugar Casino habían salido dejando raudamente el dinero que el
terremoto lo había dispersado por todos lados, y que yo me encontraba en la búsqueda
de ropa que iba encontrando y que lo subía por el hueco por donde había ingresado, logre sacar hasta
ollas que iba encontrando con la ayuda de mi hermano menor, Ernesto, que me
acompañaba. Sacamos frazadas, ropa, utensilios de cocina y hasta dinero que
encontraba que encontraba disperso por el suelo. Volvimos a la Capilla en donde
se encontraban mis padres, quienes al vernos cargados se alegraron en medio del
dolor y la tragedia sucedida. De inmediato me dirigí al centro de la ciudad en
medio de las calles que estaban desenterrando sus muertos, los montículos de
deshechos que por todos cubrían la cuidad. Llegue hasta las puertas del
Hospital San Ignacio que a pesar de ser nuevo, había sufrido la caída de una de
sus alas de sus habitaciones que todavía estaban por
inaugurar por parte del Presidente de la Republica: el Gral. Juan Velasco Alvarado.
Logre contar l28 muertos que iban llegando de diferentes lugares de la ciudad, allí
entre la multitud halle a una de mis primas que estaba llorando la perdida de
su señora Madre, la salude y me hice la señal de la Cruz. Camine por el lado
del mortuorio hasta la calle Mejía y Mejía, llena de muertos y heridos que
colmaban la acera y el hermoso jardín que rodea al nosocomio local. Así pase la
tarde de aquel infausto día que siempre he de recordar.
Hoy que se recuerdan los 50 años del fatídico Terremoto,
expreso mi recuerdo que por consiguiente cae domingo 31 de Mayo del 2020.
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