LOS AMIGOS QUE NO SON AMIGOS
En
la pasiva ciudad norteña de Casma, habitó Alberto que solo vivía con su padre
que se dedicaba a largas jornadas de trabajo en los campos agrarios por ser un
técnico agropecuario, que enviudo a los pocos años en que nació su único hijo,
con quien tuvo que aprender a los quehaceres del hogar.
Alberto
y su padre vivían en una casa humilde donde día a día se tenía que enfrentar a
la pobreza que le exigía esfuerzo para
atender las necesidades de su hijo quien no solo destacaba por su ímpetu sino
que también en el barrio por ser atento y respetuoso: además de ser un alumno
aplicado que a pesar de no tener los recursos económicos, era el más puntual,
aseado y cumplido en colegio donde estudiaba.
La
niñez de Alberto concurrió con el anhelo de vencer sus necesidades y labrarse
para él y para su padre una futuro mejor; en un anochecer cuando la vela que alumbraba las tristes
noches de Alberto se acabó y que por falta de dinero se quedaron en total
oscuridad que aprovecharon padre e hijo para conversar.
-
Alberto, hijo mío la vida nos da ha dado lecciones que nos ha permitido
superar nuestras limitaciones y lo único que deseo para ti es que crezcas y te
hagas un hombre de bien – refirió con voz entre cortada su padre.
-
Entonces el hijo acaricio a su padre y le dijo: -
Padre, tú te esfuerzas por darme lo mejor, y te prometo que cuando sea grande
trabajaré para que juntos salgamos de la pobreza.
En el barrio, por la tarde Alberto solía
jugar con los amigos y en una de las tardes, luego de jugar a la pelota,
intercambiando deseos con sus compañeros se expresó de tal manera que los otros niños se quedaron asombrados.
-
Bueno amigos – Señaló Alberto – Todos compartimos
las tardes de juego, hoy nos hemos dado un tiempo para conversar del futuro que
cada uno de nosotros queremos, tengo la firme decisión de ser profesional y que devuelva todo el amor y
sacrifico que me ha dado mi padre durante estos años – con un mirada altiva
expuso Alberto. De inmediato uno de los chicos que estaba cerca de él, comentò:
-
Alberto, hagamos un pacto de amistad para que
cuando uno de nosotros este en desgracia los demás nos apoyemos –Este pacto fue
un acuerdo que todos aceptaron.
Fue transcurriendo el tiempo, Alberto convertido en un joven inquieto,
vivió otros momento de desgracia al perder a su padre quien falleció en el
hospital local producto de una enfermedad que poco a poco acabo con él y que
fue desconocido por su primogénito, quien tardó en superar este lamentable suceso – Allí estuvieron
junto a Alberto los amigos con quienes hicieron el pacto en la niñez. Le
brindaron el apoyo emocional que requirió. Entonces Alberto se quedó solo en
casa donde el recuerdo de sus padres le impulsó a tomar de decisión de
enrolarse el ejército donde también destacó por su orden y disciplina. Al
culminar su servicio militar incursionó en la misma actividad a la que se
dedicó su padre, técnico agropecuario.
Trabajo arduamente junto a los amigos de la infancia y no perdieron la
costumbre de frecuentarse en la tarde de los fines de semana que los reunía el
deporte y el brindis amical.
En una de esas tarde. Uno de los amigos, llamó a todos los compañeros, entre ellos Alberto,
puesto el más intranquilo de grupo había sido detenido.
-
Lamento comunicarles que Enrique necesita de nuestro
apoyo lo han detenido porque ha sido uno
de los integrantes de banda que se han dedicado a robar en esta zona – Los
amigos se asombraron de este hecho y manifestaron su decisión de colaborar.
-
Alberto, a quien los demás consideraban, señaló: -
Enrique nos necesita, seguro que tuvo urgencia que lo llevaron a delinquir,
nosotros que somos su amigos debemos apoyarlo – esto generó la reacción de los
amigos y uno de ellos, exclamo:
-
Alberto, tiene razón, hay que apoyarlo. Así los
amigos se unieron y lograron que Enrique
sea puesto en libertad.
Después de varios meses, cuando asomaba la llegada de un nuevo día,
cuando Alberto descansaba tranquilo en casa, llamaron con insistencia a la
puerta y Alberto preguntó - ¿Quién es?, Enrique cubriéndose parte del estómago, le pidió
que lo ayudara – Soy Enrique, Alberto estoy herido y me desangro. De
inmediato Alberto le abrió la puerta y
lo llevo hasta su cama saliendo en búsqueda de un médico que llegó tarde y no
pudo evitar la muerte de Enrique que se había convertido en un avezado
delincuente
Los amigos nuevamente se unieron el dieron cristiana sepultura al amigo
que los decepcionó
El
tiempo siguió pasando, el pacto que Alberto y sus amigos hicieron durante la
niñez fue consolidando la amistad de ellos, apoyándose en cada circunstancia en
que uno de los del grupo pedía la ayuda de los demás.
Carlos,
era uno de los amigos que había alcanzado una economía estable y una calidad de vida que le
permitía viajar continuamente. En uno de sus viajes sufrió un accidente de tránsito
que acabó con su familia que recién había constituido. Enterados de este suceso
Alberto
no dudo en llamar a los integrantes de su grupo y nuevamente cumplieron
el pacto de amigo que hicieron y que supieron respetar en cada ocasión que se
presentaba.
-
Ahora es Carlos
quien nos necesita, él no nos pide dinero, lo que tenemos que hacer por
èl es no abandonarlo en estos momentos en que ha perdido a su esposa e hija. –
Señalo contraído Alberto.
-
Nosotros somos amigos, hicimos nuestro pacto
de niños y lo estamos cumpliendo – dijo uno de ellos – No abandonaremos a
nuestro amigo Carlos, lo apoyaremos y para ello nos turnaremos para
acompañarlos mientras logre superar esta desgracia.
-
Alberto acotó: somos siete y propongo que cada uno
de nosotros acompañe a Carlos cada día de la semana. La propuesta fue aceptada
y se hizo el sorteo para determinar el rol de compañía. Alberto fue designado
para los días lunes.
Demostrando el valor de la solidaridad, Alberto durante un buen tiempo visitó y acompañó a su
amigo Carlos todos los días de la semana y pudo darse cuenta durante este
periodo de visitas que no todo cumplieron con lo acordado, ya que más de uno no
llegaba en el día que le habían designado. Ante ello no reprocho y siguió
apoyando a su estimado amigo, quien no pudo afrontar la complicada crisis que
le había generado la depresión a la cual cayó por haber perdido a su esposa e
hija. A pocos meses de decaer su salud murió en brazos de Alberto a quien le
llego decir:
-
Amigo Alberto, no juzgues a los demás, tuvieron la
voluntad de ayudarme pero no pudieron hacerlo, gracias a amigo nunca los
abandones y vela porque nuestro pacto se cumpla a pesar del tiempo que no va
envejeciendo - Alberto, no soporto y
rompió en llanto.
En el barrio, se había conformado un comité pro veredas. Los vecinos buscaban
mejorar la condición de vida con una adecuada infraestructura urbanística, por
eso coincidieron en proponer a Alberto como presidente del comité, todos
respaldaron esta propuesta y se iniciaron diversas gestiones y organizaron más
de una pollada para recaudar los fondos económicos que hicieron posible en
breve tiempo la construcción de las anheladas veredas en el barrio.
Evidentemente emocionado, el presidente del comité – Alberto – aprovecho la
ceremonia de inauguración para decirles a sus vecinos.
-
“Queridos vecinas y vecinas
iniciamos esta obra con la duda de muchos, porque creyeron que no lograríamos
la construcción de nuestras veredas, pero gracias a la participación de la
mayoría de ustedes hemos logrado nuestro objetivo. Me complace decirles que la
unión hace la fuerza, y gracias a colaboración de nosotros mismos le hemos dado
una lección a nuestro Alcalde que ha hecho oídos sordos a nuestro pedido. Estas
veredas simbolizan la unidad de nuestra comunidad que sorteando nuestras
diferencias y necesidades hemos
concretado nuestro viejo anhelo, ahora caminaremos sin empolvarnos. Gracias
amigos y amigas”
– Los vecinos de Alberto saludaron el mensaje del
Presidente del comité que había cumplido su objetivo – los aplausos no se
hicieron esperar.
Así,
Alberto se ganaba el aprecio y estima de los vecinos del barrio en donde todos
destacaban sus cualidades de buen vecino, solidario y respetuoso que en cada
uno de actos que le permitía llevar a la práctica todo aquellos que le impartió
su desaparecido padre en cuya memoria en todo momento se desempeñaba con
responsabilidad, esmero, dedicación y sobre respetando a su prójimo.
Sus
vecinos no se cansaban de recordar la infancia y juventud sufrida de Alberto a
quien casi siempre ponían de ejemplo en las tertulias familiares que se daban
en cada una de las casas del modesto y unido barrio en donde creció Alberto
junto al recuerdo de su madre que falleció a pocos años de su nacimiento y de su padre a quien recordaba por su don de
hombre honesto y trabajador.
Alberto
por su condición de Técnico Agropecuario, cumplía su trabajo cotidiano en una conocida
hacienda del Valle de San Rafael donde también era apreciado por sus compañeros
de trabajo. Allí le dio la oportunidad de trabajo a Manuel y a Fabián, quienes
sin considerar la amistad desde niños decepcionaron a Alberto a perpetuar un
robo que puso en duda la honorabilidad del amigo que les extendió la mano y que
nunca fue mezquino para apoyar a su prójimo.
Alberto
fue denunciado, procesado y sentenciado por el robo que nunca cometió. Sus
amigos que no supieron valorarlo no repararon en testiguar contra él en el
juicio que lo llevó a prisión, donde tuvo que aceptar su destino que le deparó
desde temprana edad, desgracia tras desgracia.
¿Dónde
están mis amigos?, se lograba leer en una de las sucias paredes de su fría y
solitaria celda que se convirtió en su única compañía durante su permanencia en
un centro penitenciario donde a pesar de la traición de Manuel y Fabián nuevamente confió en la
amistad. Ganó amigos con quienes hizo menos penosa su carcelería.
Los amigos que junto a
él hicieron el pacto nunca lo visitaron, lo abandonaron y jamás le dieron el
apoyo. En el barrio donde supo darse de lleno a su prójimo le pagaron con
indiferencia y lejos de ayudarlo nunca se interesaron por respaldar la
inocencia que Alberto proclamaba.
Envuelto
en la nostalgia y aceptando el olvido de los amigos Alberto aceptaba que el
destino se había encargado de hacerlo vivir entre desgracia y desgracia. Vivió
sus últimos días de vida en el total olvido y desamparo, él que siempre supo
apoyar a su prójimo y que nunca dudo en ser solidario con lo demás experimentó
que los amigos que profesan amistad nos decepcionan
y se convierten en expresión de desdicha.
En
la lápida polvorienta de su tumba, algún desconocido escribió: “ALBERTO, TE
AGRADECEMOS Y TE RECORDAREMOS, GRACIAS… CON CARIÑO TUS AMIGOS QUE FUIMOS TUS AMIGOS”.
-
AUTOR: VICTOR HUGO DUEÑAS MEDINA
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