Un hermoso atardecer en Tortugas en donde me inspiré este poema |
BALADA
PARA LEONEL
Los caminos se
entrecruzaron como venas
relucientes al
viento, en medio del desierto esplendoroso
de tu vida, llena de
ansias y juventud desbordante que no tiene
límites y afán que no
sea la eternidad, a temporal y sus
consecuencias.
Naciste para ser una
especie superior del hombre que va surgiendo
de la crisálida vespertina
del tiempo, sin mácula ni huella alguna; el
prototipo del humano
afecto a las consideraciones utópicas y a la vida moderna
que agobia a diario.
Sufren los días al no
poder destruir esa mirada penetrante de tus ojos que todo
lo pueden coger para copar lo plenamente y marcarlo con ese
sello inconfundible
que atrapa ya sea de día
o de noche.
No hay descanso para
la luz que pelea para recuperar la supremacía que la ha
perdido en una
batalla desigual, por ello la oscuridad, las tinieblas, tiemblan…
Muchas veces he
intentado encontrar la sutileza escondida de tu risa, qué cuando
se expresa aparece la
imagen encubierta de tu madre, que sufre cuando te
ausentas, y te llora
como nadie en esta vida.
Es la costumbre que
no has perdido de jugar a las escondidas a tus años, aunque
ello no signifique
nada para ti.
Los pintores tienen
un grave problema que resolver con los
colores misteriosos de
tus ojos, que al
mirar irradian una tonalidad aún no definida por la ciencia, que la
estudia sorprendida. Todos
han quedado pasmados al contemplarlo, pero alegres
de saber qué éste
existe.
En el interregno
juvenil de tus años, el tiempo se ha detenido sin comprender
porqué Dios te ha
bendecido con esos hermosos ojos tan
dulces, qué cuándo
miras, eres capaz de
derretir un trozo de hierro, o de enternecer el corazón más
fiero aunque éste
este dolido.
Tortugas, 08 de mayo del 2005
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