CASMA: NO TAN LEJANO OESTE
Miércoles,
22 de mayo de 2013 |
Los sicarios, o pistolocos, como también son conocidos en Colombia ya
son parte del paisaje criminal peruano. Corresponden a una división del trabajo
donde un delincuente mata por encargo. Si bien la palabra evoca a un asesino
profesional, las trayectorias de estos individuos no suelen ser largas. Son
fácilmente capturados, y a veces incluso eliminados por quienes los contratan.
Es notorio que este tipo de criminal
se encuentra en la parte más baja del crimen organizado. Realiza la tarea más
expuesta, suele ser muy joven, incluso menor de edad, y las sumas que los
capturados declaran haber recibido por su tarea sugieren una situación de
pobreza. La actitud es totalmente amoral, con una cierta confianza en que
saldrán bien librados del asesinato cometido.
Algunos incluso se solazan en la
efímera notoriedad alcanzada. Otros, como los de esta semana en Casma, se
cubren la cara como pueden, probable señal de que desean estar disponibles para
futuras fechorías. En efecto, la atención de los medios o del público no los
sigue por mucho tiempo, y no descartemos que algún sicario capturado haya
podido luego retomar la actividad.
Detrás de esta actividad,
relativamente nueva en el Perú, hay una cultura de la violencia cuyo cimiento
está en la percepción de que la vida, la ajena y la propia, no vale nada. Es el
espacio de las bandas centroamericanas, los carteles colombianos y mexicanos, y
todo el sistema de narrativas a través de las cuales él se autoglorifica. Es
esencialmente un mundo de psicosis y de estupor.
En verdad, asesinar por encargo es
una de las profesiones más antiguas. Lo que en el Perú de estos años le da un
sesgo particular es el vínculo con los negocios y la política, sobre todo en
regiones que han accedido a formas de prosperidad. Luego está el telón de fondo
de una creciente impunidad, en que ni la policía ni el sistema judicial, y para
el caso tampoco la cobertura periodística, se dan abasto.
El caso de Casma es emblemático. El
alcalde de la ciudad, un fiscal, un ex policía, un empresario minero, y ahora
un comerciante, son parte de la luctuosa lista de estos últimos meses. No
sorprende que medio millar de personas haya producido destrozos en la comisaría
local, en un intento de linchamiento de los sicarios capturados.
El nuevo alcalde y la policía se declaran
desbordados por la situación. Lo cual probablemente incluye la falta de una
investigación suficiente sobre quién o quiénes han puesto en marcha este ciclo
de asesinatos. Mientras tanto las bandas de jóvenes maleantes, las canteras del
sicariato, protagonizan enfrentamientos en las calles.
(Diario La República)
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