jueves, 13 de septiembre de 2018

TOMEQ Y LA DEFENSA DE CHANKILLO. (Versión completa) Autor: Augusto Llosa Giraldo





TOMEQ

Y

 LA DEFENSA DE

CHANKILLO


(Cuento)





Autor: Augusto Llosa Giraldo









Dedicatoria


A nuestros ancestros casmeños que forjaron
nuestra Identidad a través de los tiempos
Inmemoriales.


A Eleazar Moreno Bustos, amigo y compañero de siempre que me acompaña en la travesía literaria.

Y en especial a W.C.C  quien me alentó y 
 le debo esta inspiración.












PRESENTACION


En este relato, se ve el esfuerzo de Augusto por rescatar un acontecimiento que probablemente se halla en los límites fronterizos entre ficción e historia.

Un esfuerzo no en vano, porque este llevara a apuntalar los pilares en los que se asientan los mitos y las leyendas que oralmente perviven en Nuestra querida Tierra.

Es válido también su esfuerzo por constituir este un indicio o un primer paso en la construcción de la historia oral para que éstas sirvan como estímulo hacia la nueva generación de jóvenes casmeños que gustosos quisieran seguir estas dos interesantes disciplinas: la Historia y la Literatura.

En hora buena por Augusto y por Casma, por esta bella reconstrucción de Nuestra historia, haciendo el uso debido de la ficción y del compendio histórico existente.


Eleazar Moreno Bustos







TOMEQ Y LA DEFENSA DE CHANKILLO

El  verdor de la costa norte del Tawantinsuyo volvió a renacer, luego que el ultimo “Fenómeno del Niño” asolará la región, entre los años mil 200 años AC y provocaron el colapso de los Muchiq 600 años después de Cristo y el desplazamiento de los Chimú, luego que sufrieran una terrible y fatídica inundación de sus tierras de cultivo y viviendas, según está escrito en documentos y estudios científicos, que certifican lo vertido, que obligaron a su desplazamiento en grandes masas a lugares distintos y distantes de su lugar.

Tras estas consecuencias volvieron a surgir nuevamente grandes bosques de algarrobos, taras, guarangos, carrizos entre otras especies en donde corrían a su libre albedrio las llamas, alpacas, zorros, vizcachas que mayormente se agolpaban en las ribera de los ríos Sechin y el río Grande y pequeñas lagunas en donde se podían cazar bagres, robalos, camarones en aguas límpidas y pobladas de aves multicolores que a diario llegaban a alimentarse, al igual que llegaban a beber todos los animales que poblaban el monte que aún permanecía alejado e incólume de los seres humanos. 

Este desplazamiento de los Muchiq llevó a  los guerreros venidos del norte en forma    sorpresiva a “asaltar” el hermoso “Templo de Sechin” y cayeran rendidos bajo la tutela de una  mujer guerrera que dirigía las tropas casi sin mayor enfrentamiento fueron vencidos y sometidos bajo la tutela de las tropas invasoras. Impusieron nuevos mandos y directivas que ellos encabezaban. Respetaron al Curaca, y su familia, mientras que a los jefes se les relevó de sus cargos, obligándoles obediencia a su jefa que se apostó en el templo junto a sus jefes que formaban parte de la corte, obligando a sus guerreros a tomar  las mujeres que quisieran y hacerla su mujer aunque sea a la fuerza. Solo bastaba que le gustara para cometer la tropelía.

Esta ocupación no duró mucho tiempo, porque sucedió lo que ellos preveían. Llegaron tropas de guerreros poderosos provenientes del Imperio Chimuq ubicados más al norte que habían avasallado a los Muchiq, quienes en base al dialogo los conminaron a rendirse y así fue, se evitó el derramamiento de sangre y en forma pacífica tomaron el control de todo el valle. Fruto de esta fusión  racial nació una nueva estirpe de guerreros que sometieron a todos los seres humanos que habitaron estas tierras calientes de esta parte norte del Tawantinsuyo, y se preparaban para resistir lo que ya ellos ya sospechaban por información recibida de viajeros provenientes del sur de la existencia de un poder más grande y avallasador como eran el poder de los Incas, que desde el Qosqo  extendían su magnánimo poder hacia el norte, y pretendían  someterlos al poder del imperio más grande jamás construido en la  parte sur del nuevo Continente.

Eran tiempos muy difíciles para todos. Ni los vencedores podían estar seguros de haber alcanzado el triunfo porque poco tiempo les duraría el dominio del valle y las comarcas contiguas ya que  conocían que sus fuerzas eran pequeñas comparadas con las fuerzas provenientes del sur y se encontraban al acecho por un poder superior que miraban en dirección al norte, y solo era cuestión de tiempo para tenerlos cerca. Lo único que tenían  que  hacer era  prepararse para la guerra que era inevitable para sobrevivir o perecer en su intento. Tomaron la primera opción y como tal, todos sus esfuerzos se dieron a defender su territorio cueste lo que cueste.

En Paramunqa se encontraban descansando las tropas del poderoso ejército Inca al mando de Túpac Yupanqui, el Auqui,  hijo del Inca Pachacuti que venía desde el lejano Qosqo a conquistar las “tierras calientes” del norte del Chinchaicocha. El Inca Túpac Yupanqui conocía desde ya la existencia de un pequeño reino llamado Sechin por intermedio de sus agentes de avanzada que sigilosamente vigilaban desde puntos estratégicos al enemigo que debían enfrentar.

Era primavera tiempo de escases de agua en la costa norte del Tawantinsuyo, todavía los ríos no acechaban con “Huaycos” ni se sobrecargaban de agua, mejor tiempo no podía haber para proceder a la toma del lugar. Primero el hijo del Inca ordenó que un número considerable de hombres y mujeres se dirigieran al valle de Sechin para conminarlos a una rendición pacifica, como era costumbre de los incas. Les ofrecían  el respeto a sus dioses, a sus autoridades, siempre y cuando los dejaran gobernar a ellos. En caso contrario los tomarían por la fuerza de las armas con la consiguiente destrucción que ello implicaba.
Llegaron al valle en un recorrido que les tomo dos días y medio de camino. Fueron alrededor de cinco mil hombres, mujeres y jóvenes que llegaron en son de paz,  bien  ataviados con sus uniformes de colores, portando su bandera de siete colores y  entonando canciones guerreras, con bailes y comparsas entonadas por pututos, tinyas y zampoñas que literalmente asustaron a los lugareños. Les ofrecieron Chicha, panes y regalos a los jefes con quienes se entrevistaron. El recibimiento fue frio y sin respuesta a su requerimiento. Se tomaron varios días para saber cuál era la decisión final de los lugareños.



Era el quinto día que el jefe Apusquipays recibió muy temprano en su tienda militar la presencia de una delegación de cinco jefes Chimuq, al mando de Tomeq, un joven guerrero que era el interlocutor válido para esta tratativa. Luego de los saludos de rigor, Tomeq tomó la palabra en su Lengua Quingnam (*), que por intermedio de un traductor inca escuchaba sentado en un taburete atento el jefe Inca. Terminada su alocución esperaron atentos la respuesta que fue un tajante!: (No)! Se levantó el Apusquipays, y con la mano en alto les dijo !Haua!!! (Fuera). Salen presurosos los guerreros con Tomeq al frente y se dirigen a sus huestes que los esperaban fuera del templo, dialogan y terminan lanzando arengas de lucha y se retiran con destino desconocido.

Se había agotado el único  dialogo de paz entre las partes, y lo  que tuvo  que hacer  el jefe guerrero Inca era enviar de inmediato a un Chasqui con la comunicación verbal y en las trenzas del quipus en donde iba toda la información numérica de las tropas y demás datos que le interesaba al Auqui y su alto mando acantonado en la fortaleza de Paramonqa.

En este discurrir de tiempo Tomeq y sus hombres que conformaban el ejército regular del Reino de Sechin comenzaron sus preparativos de inmediato  para la lucha frontal que deberían sostener en cualquier momento con el ejército Inca que se encontraba en su territorio. Sus tropas se concentraron a los alrededores de la Fortaleza de Chankillo en donde se instalaron  campamentos bastante precarios de unos 8,000 hombres y mujeres que estaban dispuestos a dar la pelea final. Tomeq y sus jefes guerreros se concentraron en el torreón de la parte alta de la fortaleza, desde donde divisaban no solo el amanecer del nuevo día  sino la puesta del sol, y las hermosas y despejadas noches de plenilunio, por cada uno de las 13 torres que se divisa a lo lejos y  por donde salía el sol   que los obligaba a la reflexión. Sus conversaciones diarias se centraron en este tema que les remordía la conciencia lo que para ellos significaba conservar sus monumentos, sus dioses sus tradiciones, sus costumbres, la vida de su gente que de ellos dependía, la vida o la muerte. Eran conscientes de lo que les había expresado el jefe guerrero Inca, de no rendirse no quedaría nada en pie    De igual manera las tropas Incas se retiraron hacia la bahía del mar, teniendo que pasar por un estrecho camino que se abría paso en medio de una floresta agresiva y salvaje. Las tropas tuvieron que sortear uno de los parajes más enrevesados que les tocó vivir en casi todo el recorrido hasta este momento.

Este desplazamiento desconcertó a Tomeq y sus tropas que se comunicaban por intermedio de vigías apostados en los altos de los cerros adyacentes, no entendían el porqué de este desplazamiento  de las tropas del Auqui Túpac Yupanqui, algunos creían que se retiraban de la lucha para continuar su desplazamiento hacia el norte, otros dudaban, en tanto que las tropas locales se mostraban inseguras.

No habían pasado ni dos días cuando al amanecer la pequeña comarca comenzó a escuchar desde muy temprano el estruendo  de  voces de mandos de  tropas de militares, conjuntamente con el sonido característico de las piaras de llamas que portaban alimentos  enseres de cocina, agua  y leña  que llegaban al valle, eran más de veinte mil hombres, mujeres y jóvenes que  al mando del Auqui, hijo del Inca llegaban para apoderarse de estas tierras por las buenas o las malas. El primer día descansaron, no hubo mayor movimiento de tropas, salvo de los cocineros y los jóvenes que descargaban los alimentos y los enseres de cocina y preparaban el  alimento  para  las tropas del ejército y otros que traían el agua fresca del rio para que el Auqui soberano se diera un buen baño luego de a travesar con sus tropas el terreno desértico que cubrieron en tan solo dos días de Paramonqa hasta Sechin. Esa noche le prepararon pescado fresco y mariscos traído desde la mar esa misma tarde por los chasquis que cada hora corrían de ida y vuelta entre el mar y los altos del Manchan en donde se habían acantonados las tropas incas.

Al día siguiente el Auqui Túpac Yupanqui en persona ordenó el inmediato traslado de toda la tropa al lugar ubicado en el valle de Yautan, que media unas horas hacia el este del valle, hacia donde se dirigieron de inmediato sin tener contacto alguno con sus enemigos. Se adentraron por una senda que corre paralelo al Rio grande en donde por orden el Auqui las tropas se dieron un gran baño en las frías aguas del rio. Luego del reparador baño continuaron la travesía hasta llegar en la tarde al lugar conocido con el nombre actual de Jaihua en donde se establecieron en forma pacífica las tropas, causando sorpresa entre los lugareños que solo atinaban a saludar con aparente miedo con las manos o haciendo gestos de sorpresa en sus rostros.  Era una zona amplia en donde se establecieron y en la parte alta había una planicie llena de verdor, y en la parte baja corre un pequeño  río con bastante agua, leña, y sembríos de maíz, camote, yuca, que satisfizo  al Auqui y su corte que lo acompañaba. El Auqui Yupanqui estaba dispuesto a tomar acciones militares de inmediato pero no lo hizo porque el lugar donde se establecieron como es el Manchan no le garantizaba el factor sorpresa, que casi siempre usaban para evitar el menor costo posible de vidas humanas en las batallas que entablaban.

Tomeq, y sus tropas estaban sorprendidas por este accionar de las tropas incas, no entendían la estrategia que querían ejecutar en el aspecto militar, por lo pronto ya se encontraban rodeados de dos destacamentos demasiados grandes para ellos cuyas tropas no alcanzaban ni la cuarta parte frente al enemigo  que lo tenían prácticamente cercado, muy a pesar que sus hombres y mujeres estaban dispuestos a sacrificarlo todo. No  le tenían miedo a la superioridad, sino a la estrategia que iban a emplear las tropas invasoras. No sabían por dónde iba a comenzar el combate.

El joven guerrero Tomeq, hijo de la mujer Muchiq que tomó el poder  a la fuerza y por sorpresa , nació fruto de la unión con un joven guerrero el más aguerrido de la comarca, conforme alcanzó la  mayoría de edad logró el liderazgo  a fuerza de mucho talento y destreza   lo llevó entre los suyos a destacar y tomar el mando  de toda la comarca luego de la muerte de su madre, era un hombre fornido y bien parecido, con una humildad puesta a prueba en muchas ocasiones  como pocas veces visto en estos lares. Era un líder indiscutible entre los suyos, adorado  y bien respetado en el pequeño reino Sechinense.


Por orden del Auqui Túpac Yupanqui primero atacarían las tropas acantonadas en la mar para luego aplastar con su poderío el ejército inca que ingresarían en el momento más oportuno para hacerse del poder total del valle. La fecha indicada para el ataque era el décimo quinto día, mientras tanto por orden del Auqui los soldados comenzaron a desviar las aguas del rio Grande hacia un lugar despoblado que era propicio para contener el agua por un tiempo definido, que se encuentra en Poctao, dejando sin agua toda la parte baja del valle. En la madrugada del quinto día, el Auqui Túpac Yupanqui se despertó sobresaltado, había soñado a su amada esposa Mama Ocllo que lo llamaba entre besos y sonrisas cautivas. Preocupado de inmediato  al amanecer  convoca a sus generales y asesores más cercanos para comunicarles lo que había soñado y les pide que puedan interpretarlo para saber si es bueno o malo dicho sueño.  El escucha con atención y  les pide sus conclusiones. Murmuran entre ellos y al final le señalan que el sueño  significaba  que habrá una sorpresa agradable para ellos en el trascurso de la guerra que emprenderán muy pronto. El Auqui entre sorprendido y más animado les comenta que les cree qué y así será. Había recuperado el ánimo y personalmente se dirige a verificar los trabajos de represamiento y desvío de las aguas del río Grande que ya estaba a punto de concluir. La manos laboriosas de los soldados incas habían tapiado el cauce del rio con grandes piedras, pajas y tierra que prácticamente hizo que se represara las aguas y  no filtrara una solo gota de agua cuesta abajo. El trabajo lo ejecutaron es solo dos días de  tesonero  esfuerzo bajo un sol abrazador que fue amainado con chicha de jora fresca, un buen baño en las aguas del rio y un almuerzo opíparo de carne de taruca que cazaban los más diestros cazadores de especies animales que integraban el ejército Inca y cuyo trabajo era proveer de carne fresca  al Auqui y su ejército que lo  acompañaba y debían obediencia.

Las primeras secuelas que comenzaron a sentir las tropas del guerrero Tomeq, fue la falta de agua en el cauce del rio Grande. Éste se había secado sorpresivamente y apenas se podían mantener con las aguas provenientes de pequeñas filtraciones que existían en algunos lugares distantes de la zona. Esta mala noticia los tomó por sorpresa y sabían que habian sido engañados por los invasores Incas. Lo que motivó a que sus necesidades de agua sean restringidas para todos, fue la orden de Tomeq para mantener la calma y estar dispuestos a luchar hasta el final. Pasaban los días y el agua era más escasa ya, los ánimos comenzaron a decaer y  a surtir efecto en las tropas lugareñas. La falta de agua era el factor determinante que hizo que Tomeq  reuniera de emergencia a sus generales más leales y discutieran    que hacer ante esta situación que se presentaba. No tuvieron otra alternativa que tener que ceder ante el enemigo que los había  atrapado, y dejado en un callejón sin salida, o permitir  ser avasallados  inmisericordemente por el ejército ocupante. Eran conscientes de lo que ello significaba, había que salvar vidas, sobre todo de sus niños, mujeres y jóvenes que nunca habian contemplado la presencia de un ejército superior muchas veces a ellos.  Pero aquí se presentó el dilema, cómo llegar ante el Auqui, hijo del Inca que se encontraba en Jaihua, que decirle? Ese fue el detalle que tuvieron que discutir por varias horas, ya que recordaban que   habían rechazado la propuesta que el jefe Apusquipays les hizo llegar, y como tal era evidente el rechazo del Auqui, hijo del Inca que ahora se encontraba presente en persona,  antes de tomar esta   dramática decisión   los hombres de Tomeq juraron que se harían respetar y a le vez cuidar la vida de su gente que confiaba en ellos.

El décimo cuarto día, muy de madrugada encaminaron su salida un grupo de guerreros al mando del joven Tomeq, eran en total 33 personas entre hombres y mujeres jóvenes  que conformaban la comitiva e iban en busca de la ansiada entrevista con el Auqui como último recurso para salvar su existencia y la de sus ancestros de una derrota sangrienta y apabullante que nadie quería en estas circunstancias. El viaje  no lo hicieron por el camino que bordea el valle del rio Grande, sino por el terreno desértico que viene por el lado de Pampa Colorada. Aprovecharon la madrugada para caminar presurosos con la moral en alto, y dispuestos a convencer al Auqui que estaban dispuestos a conversar, dialogar para llegar a un acuerdo final de convivencia pacífica entre las partes. Al llegar a Cruz Punta al mediodía  le salieron al paso un destacamento Inca que les impidió el paso. Tuvieron que identificarse y ser conducidos por ellos ante el campamento Inca que se ubicaba en la parte baja del valle, ni bien llegaron los detuvieron por espacio de  dos  hora, hasta que llegó  la orden y fueron conducidos por los asesores del Auqui  ante la presencia del soberano quienes les indican en el trayecto que no le podían ver de cerca la cara  y menos tocarlo. Muy cerca los esperaba el Auqui Túpac Yupanqui  quien majestuoso vestía sus mejores trajes de fina lana de alpaca, con hilos de colores y su yacolla (capa) y  en su mano derecha portaba la borla amarilla o mascaipacha como señal de autoridad, su semblante denotaba tranquilidad quien muy diligente los esperaba en una ramada especialmente  acondicionada para este encuentro.  Antes de acercarse  ante la presencia del Auqui la comitiva se arrodilla con la cara mirando al suelo, con las manos extendidas y comienzan a llorar en señal de dolor, de respeto hacia el Auqui que desde unos veinte metros los observa complaciente. En ese momento se le acerca uno de sus generales y le indica al Auqui que este gesto que presenciaba era lo que el sueño premonitoriamente le había  indicado la noche anterior, y debía cumplirse.

El Auqui se pone de pie  y hace un gesto de indulgencia con la mano,   y se dirige hacia ellos quienes no se atreven a levantar la cabeza, los observa unos minutos y les dice:

¡Hijos, levántense, les perdono la vida y no serán avasallados!!!... Levántense ¡!! Les ordena…Conversemos

Da la vuelta y regresa a su lugar y se sienta en La tiana, en tanto que los guerreros Sechinenses comienzan a ponerse de pie lentamente, de inmediato un grupo de asistentes del Auqui les alcanzan agua para lavarse la cara y unos paños de lana para  que se sequen la cara, ya más tranquilos, se sientan en el suelo y comienzan a sacar de sus bolsos que portaban, panes de maíz, tortillas de huevos de tórtolas,  jaleas de algarrobo, pacaes, guayabos, y joyas de oro confeccionados con esmeraldas y otros gemas, todas bien cubiertas con mantos de fino algodón. Además  les dijeron a sus asesores y traductores que ellos les traían a las  mujeres jóvenes más bellas de su comarca  para que puedan  ser mujer de sus hombres que desearan, y el mismo Tomeq estaba dispuesto a incorporarse al ejército Inca con tal que no toquen a nadie de su gente y sean respetados.
De inmediato los asistentes  le llevan los presentes al Auqui y le comunican la decisión del Jefe guerrero Tomeq. El Auqui entre sorprendido y alegre le dice al asistente que lo traiga ante su presencia al joven guerrero, éste de inmediato es conducido ante la presencia del soberano, quien al llegar se postra de rodillas y agacha la cabeza. El Auqui lo observa y le agarra la cabeza en señal de aceptación y respeto. Tomeq, tiembla de emoción, las lágrimas le caen por su rostro y no atina a decir nada. Uno de sus asistentes del Auqui lo levanta y lo lleva hacia su grupo. Se hace un silencio que de pronto se rompe cuando son llevadas las jóvenes hacia el lugar en donde se encontraban los guerreros incas solteros y el propio Auqui les ordena que escojan a su criterio. Cada uno de los guerreros de más alta jerarquía toma a cada una de ellas y la hace suya. En tanto que a Tomeq le presentan a una hermosa joven hija de uno de los guerreros más sobresalientes  para que la haga su  mujer. El  acepta y la coge de la mano, en tanto que el Auqui observa todo lo acontecido y ordena se haga una cena para refrendar la Paz y la incorporación de esta comarca a los designios del Imperio de los Incas.

Esa noche fue esplendorosa  a la luz de la luna, y brillaba de sobremanera la noche con inmensas fogatas que se prendieron en las inmediaciones de los cerros y del recinto en donde pernoctaba el Auqui en señal de alegría y festejo, hubo una cena, acompañada de música y bailes que alegraron la fiesta, y se bebió chicha de jora hasta el amanecer. La noticia corrió como reguero de pólvora en todo el valle, los Chasquis corrían llevando la feliz noticia  que pronto llegaría a Chankillo en donde se llenaron de júbilo y alegría.   Esa noche Tomeq estuvo junto a la joven  qosqueña en la cena que les ofrecía el Auqui, quienes fueron el centro de atención de la reunión. Al día siguiente descansaron hasta el mediodía, hasta que una comitiva del Auqui llego  al aposento de Tomeq con quienes conversaron y le señalaron que irían a Chankillo para comunicar oficialmente la decisión del Auqui Túpac Yupanqui. Como tal enviaron con un chasqui un mensaje urgente a los jefes interinos del reino Sechin, para que se prepararen un gran recibimiento al Auqui que llegaría al mediodía del día siguiente con Tomeq a su lado.

Al amanecer  del segundo  día los preparativos alcanzaron su mejor esplendor cuando las aguas del rio Grande llegaron al valle y nuevamente se recobró el usual trajín diario de hombres y mujeres pero esta vez con un ingrediente especial, recibirían al mismo Auqui quien pretendió conquistarlos.  La fuerza de cientos de miles de hombres y mujeres se concentró en los detalles del recibimiento: La comida, el decorado de las viviendas,  las bebidas, la fiesta y demás gestos de alegría que acompañarían este inusual evento nunca antes presenciado por los lugareños. El trabajo fue arduo y  agotador: al terminar la tarde todo había quedado expedito, reluciendo y cada cosa en su lugar, por ejemplo se había regado con agua toda  la explanada continua a la fortaleza en donde se llevaría a cabo la ceremonia principal, se habían colocado banderines alusivos a la comarca, se amarraron los allqus para que no perturben la ceremonia, todos lavaron muy  sus mejores trajes en las aguas del rio, etc.

Amaneció  el nuevo día con un sol radiante, esplendoroso que presagiaba un buen día para todos, al promediar las siete de la mañana ingresó un primer grupo de avance, integrado por  cocineros, cazadores, músicos y todo el personal de servicio que portaba el Auqui, luego llegó el segundo contingente que se había acantonado en la mar, y al promediar las once de la mañana ingresó victorioso el Auqui Tupaq Yupanqui en su anda portátil, vestido con sus mejores trajes de gala y la indumentaria oficial que portaba, al mando de más de quince mil hombres  que lo acompañaban en este periplo conquistador, la gente al observar el paso magnánimo y marcial de los soldados del ejército inca, lo único que les quedó es reverenciar y aplaudir el ingreso del Auqui y su inmenso ejército que copó la explanada de Chankillo, se colocaron en el lugar señalado, el Auqui descendió de su anda y tomo asiento en un gran taburete confeccionado por ellos para recibir al Auqui benevolente. Tomeq también toma asiento al lado del Auqui, quien para ganarse la confianza de los conquistados el Auqui se pone de pie, abraza a Tomeq y le levanta la mano derecha en señal de amistad, de conformidad, ante los miles de soldados de ambos bandos que observaban este acontecimiento, y estallan en una inenarrable escena conmovedora que a todos los conquistados los lleva a arrodillarse en señal de respeto y  aceptación a su Poder real. Seguidamente un grupo de soldados incas al mando de un jefe Apuisquipay llevan a la doncella  escogida por Tomeq para que sea el propio Auqui quien consagre la unión marital entre Tomeq y su bella esposa. El Auqui les toma de la mano a los dos: hombre y mujer, pronuncia unas palabras en quechua, levanta la mirada al sol radiante, y luego deja que ambos se abracen, luego Tomeq le levanta la mano a su esposa y grita unas arengas de alegría y respeto por haber alcanzado la supervivencia que como victoria era para ellos. Luego se arrodilla ante el Auqui y lo reverencia hasta que el propio Auqui le da la mano y se levanta. En seguida se escucha una estruendosa  ovación generalizada que proviene de los dos ejércitos y la población que espectaba esta ceremonia nunca antes realizada en estas tierras.

Lo que sucedió después dejó recuerdos memorables que aún perduran en el tiempo. Tomeq, sería nombrado a  partir de la fecha como nuevo Apunchic de toda la región bajo el mandato del Inca Pachacuti, quien desde el Qosco regia los destinos del gran Imperio de los Incas.





                                                                       Fin