sábado, 30 de mayo de 2020

UN BRILLANTE ENCUENTRO DEPORTIVO. Autor: Rafael A, Ruiz Valdiviezo



UN BRILLANTE ENCUENTRO DEPORTIVO





_ ¡Así se juega! Decía, Meza, aquella mañana de primavera, mientras practicaba con una destreza asombrosa el dominio del balón.

En el campo le acompañaban sus demás compañeros que también practicaban y ambicionaban ser como las grandes estrellas del balompié.
Y en ese preciso instante apareció de la nada, su entrenador; quien era delgado, alto, atlético, muy amable, pero bien exigente.

_ ¡Hay que ser disciplinados! ¡Hay que jugar con mucha técnica! ¡Y con mucha inteligencia! Les decía a sus pupilos, mientras les entrenaba con una maestría única.

Al rato, de que estaban dispersos por todo el campo, entrena y entrena, les reunió a todos, y por fin pudo elegir a los once titulares que jugarían el próximo partido.

_ ¡Este domingo jugamos contra los dinámicos! ¡Todavía nos quedan varios días para entrenar! Les dijo, a todos.

Y el equipo de los fabulosos quedó conformado con un esquema táctico, más o menos, así:  
4, 3, 3.

Un arquero,
Cuatro defensas,
Tres  mediocampistas,
Tres delanteros.

_ ¡Hay que jugar con voluntad! ¡Hay que meter gol! Les decía, mientras les iba entrenando en forma organizada.

Y entrenó al arquero, su flexibilidad, velocidad y desplazamiento; con balones arriba y con balones abajo.
Y practicaron pases, tiros libres, tiros de esquina, penales, saques, lances y jugadas elaboradas por aire y a ras del suelo. Y además dominio, precisión, resistencia y rapidez.

Y esta vez tenían que jugar la gran final de todo un campeonato que había empezado ya varios meses atrás, y esta vez jugarían contra los dinámicos.

Ambos equipos, para llegar a la gran final, habían empezado jugando a más no poder, y aunque no había sido nada fácil, pero habían avanzado dejando atrás a muchos equipos, deleitando a su hinchada, y ganando con garra y corazón en todos los partidos programados.
Esta vez, este último partido que aparecía bien grande en las noticias, pues, nadie quería perderse, porque iba ser de candela.

Ese día, el equipo de los fabulosos estaba conformado por Caíco, Cántaro, Izaguirre, Saldaña, Meza, Melgarejo, Cervera, Campos y por muchos otros más. Y auspiciada por la Federación del Deporte.

Y ya la hinchada se dejaba escuchar con sus barras animando a su equipo favorito.

_ ¡Aquí, allá;
Mi equipo ganará!

Y llegó el gran día de la gran final del campeonato, las entradas al estadio se vendían como pan caliente, y con estadio lleno el Sol parecía que celebraba el deporte, era un día radiante que ni las sombras lo podían opacar. Las emociones se abrían como las flores y el estadio se vestía de colores y de fantasía.

Ese día de los años maravillosos y de plena juventud. El estadio lucía embanderado y con un césped verde, y todo renovado y bien pintado, por dentro y por fuera, y se respiraba un aire de frescura.
Y ya las barras se veían en el oriente la de los fabulosos y la de los dinámicos, en occidente. Y había bastante seguridad. Era una buena estrategia de los organizadores para evitar agresiones y violencia.
Al rato, con el caer de la tarde, salían desde sus camerinos ambos equipos, entre sueños pintados en el cielo y la aceptación de toda la gente que se ponía de pie para aplaudir, los fabulosos vestidos de color verde y los dinámicos, de color amarillo, en fila, alineados. Adelante iban los árbitros de línea y de centro.
Y  llegaron al centro del campo de juego, y se instalaron en fila para empezar la ceremonia de clausura.
El estadio estaba lleno de gente de todas las edades y de todas las sangres. Y se entonó el himno nacional, se sortearon los campos norte y sur. Y se tomaron las fotos del recuerdo.

Los entrenadores con los suplentes ya estaban sentados en las bancas. Siempre a la expectativa a lo que venía sucediendo en el campo de juego. Orientando de vez en cuando a sus pupilos.

Y se escuchó el silbatazo del árbitro, y empezó el partido, y la pelota se movía constantemente, y rodaba y subía y bajaba, y ya parecía que tenía alas, y los jugadores subían y bajaban, iban y venían y la barra cada vez aumentaba, de menos a más, su animación espontánea.
Y el balón rodaba de aquí para allá y de allá para acá, pase a pase, con una técnica asombrosa nunca vista jamás hasta entonces. Y todo quedó en silencio hasta que las barras empezaron a animar, con muchas ganas, a su equipo favorito con sus polos, banderolas, matracas, silbatos, trompetas, tambores, bombos, serpentinas, bombardas y se dejaban escuchar en el oriente y en el occidente con sus arengas muy bien aprendidas.

¡Arroz, arroz, arroz…
Mi equipo es la voz!

¡Avión, avión, avión…
Mi equipo es el campeón!

¡Aquí, allá
Mi equipo ganará!


Y empezó el partido, y la pelota iba y venía, y ambos equipos subían y bajaban, y daban el todo por el todo, y que técnica, y que juego, cabeza, pecho, llevadas extraordinarias, faltas, saques, tiros libres, tiros de esquinas, tiros al palo, buenas atajadas y de todo se daba y nadie perdía la vista a la pelota que se dibujaba con el viento fresco de aquella primavera.

Y las barras se dejaban escuchar y el estadio estaba completamente lleno y se vivía la fiesta del fútbol.

_ ¡Jueguen! ¡Balón, balón, …! Decía, el árbitro, a los jugadores, para evitar faltas.

Y de pronto, cuando ya faltaban poquísimos segundos para que acabe el primer tiempo, la pelota salió y fue tiro de esquina a favor de los dinámicos. Y cuando se pensaba que la pelota iba a ser lanzada para un certero cabezazo, como suele suceder. La pelota fue disparada de un solo zapatazo, y se elevó en parábola y como si tuviera vida se metió por un ángulo del arco. El arquero se lanzó estirándose lo más que pudo, pero esta vez fue inevitable. Y se escuchó el silbatazo del árbitro. Y se escuchó en todo el estadio.

_ ¡Gooool!


La prensa cumplía un papel muy importante. Ya que, el partido, lo estaban trasmitiendo en vivo.

La barra de los dinámicos animaban a una sola voz. ¡Qué euforia! ¡Qué celebración!
Los jugadores de los dinámicos también celebraban su gol. Había sido un gol olímpico. Y la barra no cesaba de celebrar.
Y ya la hinchada se dejaba escuchar con sus barras animando a su equipo favorito.

¡Dinámicos, dinámicos
Ra, ra, raaa…!

¡Aquí, allá
Mi equipo ganará!

Y al ratito de continuar el juego, el árbitro miró su cronómetro, y dio por concluido el primer tiempo.

Y casi todos se pusieron de pie, y los comerciantes empezaron con su negocio, y ya las rosquitas, cachitos, empanadas, alfajores, maníes y pecanas por aquí; y ya los helados, las raspadillas, las cremoladas, las gelatinas, los marcianos y las frutas por allá. Y se hacían presente las ricas causas, los anticuchos,  picarones, choclos, tamales y todo para saciar la sed y el hambre. Los comerciantes hacían su agosto, y en esa bella tarde de primavera, todos ellos tuvieron un negocio redondo.

Y se fueron a descansar con un resultado de uno a cero, a favor de los dinámicos, y cuando ya estaban ambos equipos en sus respectivos camerinos.

_ ¡Hay que demostrar que somos un equipo de verdad! ¡No se olviden! ¡Hay que tener fe! ¡Hoy tenemos que ganar! Les decía, a los fabulosos su entrenador.

Y luego, ambos equipos, bien restaurados, y con algunos cambios en sus jugadores, salieron nuevamente al campo entre tanta gente que se había puesto de pie, y que no paraba de aplaudir. El árbitro miró su cronómetro, y dio inicio al segundo tiempo que todos esperaban. Los fabulosos jugaban esta vez de norte a sur.

Toda la tribuna se sentó y todo se quedó en un aparente silencio, los ojos seguían más de cerca al balón que iba y venía, y rodaba y se elevaba y volaba por el aire. Por arriba, por abajo, cabeza, pecho, rodilla, llevadas, en zigzag y a ras del suelo. Y de pronto, sacaron los fabulosos. Y Caíco, el arquero, lo atrapó al balón y lo lanzó con la mano a Cupitán, quien lo paró y le dio pase a Meza,  y pase y pase, por arriba y por abajo, Cervera con Campos, y avanzaron rápidamente, y se llevaron a un jugador y luego a uno, a dos y a tres; y cuando Campos ya estaba listo para patear al arco, le cometieron falta dentro del área.

_ ¡Penaaaal! Se escuchó en toda la barra de los fabulosos.

Y el árbitro dio un silbatazo sentenciando penal, y le mostró la tarjeta amarilla al agresor.
Y fue Campos el encargado de ejecutar el penal. Y todo quedó en silencio absoluto. Y el tiro fue un relámpago que hizo que el balón cruzara el espacio con una rapidez asombrosa.

_ ¡Gooool! Se escuchó en el oriente. Era la barra de los fabulosos que celebraban el empate.

La pelota se había escurrido entre el palo y las manos del arquero, con una velocidad increíble y terminó descansando en las redes, en el fondo del arco. Y era gol a favor de los fabulosos. Y la barra seguía alentando a su equipo.

_ ¡Fabulosos, fabulosos,
Ra, ra, raaa…!

¡Aquí, allá
Mi equipo ganará!

Y el partido estaba uno a uno, un empate que estaba para cualquiera. Y desde ese tiempo a esta parte, todo volvía al comienzo, con el empate.

_ ¡El triunfo está para cualquiera! Decían, los de la prensa.

Y el partido seguía uno a uno, y los jugadores se esforzaban con todas sus fuerzas, y subían y bajaban, había ataque y defensa en forma simultánea, y la pelota iba y venía en forma constante, a veces a ras del suelo y a veces danzaba en el cielo. Y el tiempo se venía encima y las barras nunca se callaban.

_ ¡Vamos a jugar,
Vamos a luchar
Que el triunfo
Vamos a alcanzar!

Y la gente se paraba y se sentaba con una euforia sorprendente, y se veían olas en las tribunas. Era toda una fiesta inolvidable. Y todos vivían la pasión del deporte. Y se escuchaba a las barras alentando a sus equipos.


_ ¡Y va a ganar
Y va a ganar
Mi equipo
Va a a ganar.
Y va a perder
Y va a perder
Ese equipo
Va a perder!

Y cuando solo faltaban poquísimos minutos para que se acabe el partido. Los dinámicos atacaban y los fabulosos se defendían. Y un disparo salió y casi le hacen gol a los fabulosos. Caíco, el arquero, lo atrapó al balón en un segundo y luego lo lanzó con la mano a Izaguirre, quien  lo paró en un segundo y luego le dio pase a Melgarejo, y pase, pase, hasta que el balón ya estaba en los pies de Campos, quien empezó a jugar y con suma rapidez avanzó y se llevó a un jugador, y luego  a uno, a dos y a tres y le dio pase a Meza quien también se llevó a uno, a dos y a tres, y le cometieron falta.

 _ ¡Faltaaaaa! Se escuchó en toda la barra de los fabulosos.

Y el árbitro dio un silbatazo sentenciando tiro libre, y le mostró la tarjeta amarilla al agresor.
Y fue Meza el encargado de ejecutarlo. Era un tiro libre de casi media cancha. Y todo quedó en silencio absoluto.
La barra de los fabulosos ya se imaginaban gritando gol, y mientras, que los dinámicos, no querían ni verlo.

_ ¡Ya sabes lo que tienes que hacer! Le dijo, su entrenador, desde la banca de los suplentes.

_ ¡Sí!  Le contestó, Meza, mientras se preparaba para disparar.
Y se escuchó el silbatazo del árbitro.

Y Meza le metió un zapatazo con efecto al balón, y la gente se quedó en un silencio total. La tarde se volvió más bella que nunca. Y el balón se elevó, casi invisible, por los cielos de aquella tarde, y por encima de la barrera impenetrable, y continuó su curso como una bala y bajó justo al ángulo superior del arco, el arquero se lanzó, y apenas pudo tocarlo, pero no pudo evitar que ingrese al arco, todo fue tan rápido y se escuchó el silbatazo del árbitro anunciando el gol.

_ ¡Gooool! Se escuchó en el oriente. Era la barra de los fabulosos que celebraban con una euforia asombrosa.

La pelota se había metido entre un ángulo superior del arco y las manos del arquero, con una velocidad increíble y terminó descansando en las redes, en el fondo del arco. Y era un brillante gol a favor de los fabulosos, quienes celebraban con su alegría jamás vista hasta entonces. Y la barra seguía alentando a su equipo.

_ ¡Fabulosos, fabulosos,
Ra, ra, raaa…!

_ ¡Ojo, pestaña y ceja
Mi equipo no se deja!

¡Avión, avión, avión…
Mi equipo es el campeón!

Y al ratito de continuar el juego, el árbitro miró su cronómetro, y dio por concluido el partido.

Y todos se pusieron de pie, y no cesaban de aplaudir por tan brillante encuentro deportivo jamás visto hasta entonces.

Al final, ambos equipos fueron premiados, por campeonar, como en los grandes mundiales.


SU TEMÁTICA:

Por cuestiones del destino, nació entre el cielo y mar, y con el viento suave de la brisa y con las aves que vuelan por el cielo. Vivió, con su calma y con su prisa, con las flores en su aroma y en tiempos de abundancia y también de escasez. Y de cálidos veranos y crudos inviernos. Vivió, también, en ambientes de profundas quebradas y altas montañas, y sobre sembríos que se expandían, al nacer, como alfombras interminables llenas de fantasía. Y es allí, donde aprendió a ver a las estrellas como lámparas incandescentes y al Sol como a una naranja encendida en el cielo. Y también, a la vida, como un alegre amanecer que crece con las claridades de la mañana.

Y aprendió a escribir sus primeras letras con su dedo en el suelo. Esta atmósfera, tan pequeña y tan grande a la vez, hizo que empezara con su temática hiperbólica en algunos momentos de gratos recuerdos, y que va desde la realidad a la fantasía y más allá de la imaginación. Y está llena de emociones, dinamismo, percances y aventuras. Y que avanza tejiendo sus sueños y con esas ganas de seguir adelante, y vivir como en una mañana tomando un café con aroma a poesía o una historia interesante jamás contada hasta entonces.

Una constante en sus líneas es el asombro que causa al lector, y que es algo inaudito, y que es tan real que parece un sueño, y es el tiempo que pasa de prisa y que no vuelve nunca más. Y también, es el optimismo, el trabajo, los presagios, la libertad, el amor, el éxito y el fracaso, la duda y la fe y la vida y la muerte.












jueves, 28 de mayo de 2020

31 DE MAYO DE 1970, UN DIA DE HORROR...


31 de Mayo de 1970, un día de horror…


Era un día domingo cualquiera, todo trascurría con aparente normalidad, salvo que se inauguraba el Mundial de Fútbol de México en un Encuentro contra el equipo de Rusia, ya había terminado el primer tiempo estaban 0 a 0, cuando ya se había reiniciado el segundo tiempo, yo me encontraba echado en la cama  revisando los 08 periódicos que compraba los domingos,  escuchando el partido con un receptor a pilas era  las 3.15 minutos de la tarde, cuando se comenzó a mover todo y  se caía  pronto, el olor a tierra nos iba cubriendo, Salí de la casa  despavoridamente a la calle.

Fueron momentos de duro recordar, solo recuerdo que cuando Salí de mi cuarto, corrí a donde se encontraban mis  padres y hermanos, todos se encontraban consternados por lo pasaba, el suelo se movía con intensidad que parecía olas que nadie podía detener. Mis padres al Salir de nuestra casa se habían olvidado mi hermano Alfonso de apenas unos cuantos meses de nacido, tuve que regresar al cuarto que ya se caía y sacarlo al bebe que se encontraba llorando. Fueron minutos interminables de horror que jamás habíamos vivido. Recuerdo que esas circunstancias mi hermana Jaine María que se encontraba junto a nosotros abrazados se soltó del grupo  y salió disparada por lo fuerte del movimiento y cayo al suelo, y allí le cayo la pared que la dejo semienterrada, cuando paso el movimiento tuvimos que sacarla toda herida. Todos nos encontrábamos sucios, llenos de polvo que apenas si podíamos ver. Yo en esas circunstancias tome a mi hermano menor, lo cargue y con el comencé a subir al Cerro de La Virgen, durante el trayecto escuchaba los gritos de dolor que provenían de diversos lugares de Barrio Nuevo, todos de angustia. Hasta que llegue a la cima en donde se ubicaba la hermosa capilla dedicada a María Magdalena, Patrona de Casma, tantas veces subida al techo que era de material noble y podíamos quedarnos a contemplar el avistamiento de algún cometa como el caso del Benell que lo contemplamos a medianoche. Casma, Este se encontraba completamente destruido y solo desde esta altura se podía divisar al pueblo completamente agonizante  y bien dolido por sus muertos y heridos. De inmediato comencé a bajar desesperado y pude divisar el cielo por la altura del Puerto Casma totalmente  borrascoso y por el lado de Casma totalmente cerrado y oscuro.


Pasado el minuto de pánico y horror no me quedo otra cosa que bajar del cerro La Virgen, angustiado  con mi hermano que lloraba y no sabia que hacer, baje rápido y encontré a mis padres y hermanos que lloraban al contemplar las tres casas destruida,  caídas al suelo. Los movimientos se sucedían una tras otra, las piernas nos temblaban pero teníamos que caminar en busca de un lugar adecuado y encontramos la explanada de la Capilla Santa María Magdalena que se encontraba desierta en medio de la calle en desmonte en que se ubicaba. Corrimos a ubicarnos, fuimos los primeros que llegamos y nos dimos cuenta que no teníamos frazadas con que taparnos ni nada que nos cubra. De inmediato me di cuenta que podíamos sacar de la casa – destruida- frazadas y cuanta cosa nos sirva, de inmediato me dirigí con mi hermano Ernesto al lugar de mi casa destruida, la pudimos contemplar mejor ya estaba desplegado el lugar,  y yo por uno de los lugares del techo que estaba levantada me introduje en busca de frazadas y ropa que se encontraba regada por el suelo, lentamente fui sacando las cosas por el hueco del techo, yo gateaba por el suelo y en eso me tope con dinero que se encontraba regado por el suelo,  que había sucedido, es que mi padre y sus amigos acostumbrados a jugar Casino habían   salido dejando raudamente el dinero que el terremoto lo había dispersado por todos lados, y que yo me encontraba en la búsqueda de ropa que iba encontrando y que lo subía por el hueco  por donde había ingresado, logre sacar hasta ollas que iba encontrando con la ayuda de mi hermano menor, Ernesto, que me acompañaba. Sacamos frazadas, ropa, utensilios de cocina y hasta dinero que encontraba que encontraba disperso por el suelo. Volvimos a la Capilla en donde se encontraban mis padres, quienes al vernos cargados se alegraron en medio del dolor y la tragedia sucedida. De inmediato me dirigí al centro de la ciudad en medio de las calles que estaban desenterrando sus muertos, los montículos de deshechos que por todos cubrían la cuidad. Llegue hasta las puertas del Hospital San Ignacio que a pesar de ser nuevo, había sufrido la caída de una de sus  alas  de sus habitaciones que todavía estaban por inaugurar por parte del Presidente de la Republica: el Gral. Juan Velasco Alvarado. Logre contar l28 muertos que iban llegando de diferentes lugares de la ciudad, allí entre la multitud halle a una de mis primas que estaba llorando la perdida de su señora Madre, la salude y me hice la señal de la Cruz. Camine por el lado del mortuorio hasta la calle Mejía y Mejía, llena de muertos y heridos que colmaban la acera y el hermoso jardín que rodea al nosocomio local. Así pase la tarde de aquel infausto día que siempre he de recordar.

Hoy que se recuerdan los 50 años del fatídico Terremoto, expreso mi recuerdo que por consiguiente cae domingo 31 de Mayo  del 2020.



Epicentro del Terremoto de domingo 31 de mayo de 1970...