TOMEQ
Y
LA DEFENSA DE
CHANKILLO
Autor: Augusto Llosa
Giraldo
Dedicatoria
A nuestros ancestros casmeños que forjaron
nuestra Identidad a través de los tiempos
Inmemoriales.
A Eleazar Moreno Bustos, amigo y compañero de
siempre que me acompaña en la travesía literaria.
Y en especial a W.C.C quien me alentó y
le
debo esta inspiración.
PRESENTACION
En este relato, se ve el esfuerzo de
Augusto por rescatar un acontecimiento que probablemente se halla en los
límites fronterizos entre ficción e historia.
Un esfuerzo no en vano, porque este
llevara a apuntalar los pilares en los que se asientan los mitos y las leyendas
que oralmente perviven en Nuestra querida Tierra.
Es válido también su esfuerzo por
constituir este un indicio o un primer paso en la construcción de la historia
oral para que éstas sirvan como estímulo hacia la nueva generación de jóvenes
casmeños que gustosos quisieran seguir estas dos interesantes disciplinas: la
Historia y la Literatura.
En hora buena por Augusto y por Casma,
por esta bella reconstrucción de Nuestra historia, haciendo el uso debido de la
ficción y del compendio histórico existente.
Eleazar
Moreno Bustos
TOMEQ Y LA DEFENSA DE
CHANKILLO
El
verdor de la costa norte del Tawantinsuyo volvió a renacer, luego que el
ultimo “Fenómeno del Niño” asolará la región, entre los años mil 200 años AC y
provocaron el colapso de los Muchiq 600 años después de Cristo y el
desplazamiento de los Chimú, luego que sufrieran una terrible y fatídica
inundación de sus tierras de cultivo y viviendas, según está escrito en
documentos y estudios científicos, que certifican lo vertido, que obligaron a
su desplazamiento en grandes masas a lugares distintos y distantes de su lugar.
Tras estas consecuencias volvieron a
surgir nuevamente grandes bosques de algarrobos, taras, guarangos, carrizos
entre otras especies en donde corrían a su libre albedrio las llamas, alpacas,
zorros, vizcachas que mayormente se agolpaban en las ribera de los ríos Sechin
y el río Grande y pequeñas lagunas en donde se podían cazar bagres, robalos,
camarones en aguas límpidas y pobladas de aves multicolores que a diario
llegaban a alimentarse, al igual que llegaban a beber todos los animales que
poblaban el monte que aún permanecía alejado e incólume de los seres
humanos.
Este desplazamiento de los Muchiq
llevó a los guerreros venidos del norte
en forma sorpresiva a “asaltar” el
hermoso “Templo de Sechin” y cayeran rendidos bajo la tutela de una mujer guerrera que dirigía las tropas casi
sin mayor enfrentamiento fueron vencidos y sometidos bajo la tutela de las
tropas invasoras. Impusieron nuevos mandos y directivas que ellos encabezaban.
Respetaron al Curaca, y su familia, mientras que a los jefes se les relevó de
sus cargos, obligándoles obediencia a su jefa que se apostó en el templo junto
a sus jefes que formaban parte de la corte, obligando a sus guerreros a
tomar las mujeres que quisieran y hacerla
su mujer aunque sea a la fuerza. Solo bastaba que le gustara para cometer la
tropelía.
Esta ocupación no duró mucho tiempo, porque sucedió lo
que ellos preveían. Llegaron tropas de guerreros poderosos provenientes del
Imperio Chimuq ubicados más al norte que habían avasallado a los Muchiq,
quienes en base al dialogo los conminaron a rendirse y así fue, se evitó el
derramamiento de sangre y en forma pacífica tomaron el control de todo el
valle. Fruto de esta fusión racial nació
una nueva estirpe de guerreros que sometieron a todos los seres humanos que
habitaron estas tierras calientes de esta parte norte del Tawantinsuyo, y se
preparaban para resistir lo que ya ellos ya sospechaban por información
recibida de viajeros provenientes del sur de la existencia de un poder más
grande y avallasador como eran el poder de los Incas, que desde el Qosqo extendían su magnánimo poder hacia el norte,
y pretendían someterlos al poder del
imperio más grande jamás construido en la
parte sur del nuevo Continente.
Eran tiempos muy difíciles para todos.
Ni los vencedores podían estar seguros de haber alcanzado el triunfo porque
poco tiempo les duraría el dominio del valle y las comarcas contiguas ya
que conocían que sus fuerzas eran
pequeñas comparadas con las fuerzas provenientes del sur y se encontraban al
acecho por un poder superior que miraban en dirección al norte, y solo era
cuestión de tiempo para tenerlos cerca. Lo único que tenían que
hacer era prepararse para la
guerra que era inevitable para sobrevivir o perecer en su intento. Tomaron la
primera opción y como tal, todos sus esfuerzos se dieron a defender su
territorio cueste lo que cueste.
En Paramunqa se encontraban
descansando las tropas del poderoso ejército Inca al mando de Túpac Yupanqui,
el Auqui, hijo del Inca Pachacuti que
venía desde el lejano Qosqo a conquistar las “tierras calientes” del norte del
Chinchaicocha. El Inca Túpac Yupanqui conocía desde ya la existencia de un
pequeño reino llamado Sechin por intermedio de sus agentes de avanzada que
sigilosamente vigilaban desde puntos estratégicos al enemigo que debían
enfrentar.
Era primavera tiempo de escases de
agua en la costa norte del Tawantinsuyo, todavía los ríos no acechaban con
“Huaycos” ni se sobrecargaban de agua, mejor tiempo no podía haber para
proceder a la toma del lugar. Primero el hijo del Inca ordenó que un número
considerable de hombres y mujeres se dirigieran al valle de Sechin para
conminarlos a una rendición pacifica, como era costumbre de los incas. Les
ofrecían el respeto a sus dioses, a sus
autoridades, siempre y cuando los dejaran gobernar a ellos. En caso contrario
los tomarían por la fuerza de las armas con la consiguiente destrucción que
ello implicaba.
Llegaron al valle en un recorrido que
les tomo dos días y medio de camino. Fueron alrededor de cinco mil hombres,
mujeres y jóvenes que llegaron en son de paz,
bien ataviados con sus uniformes
de colores, portando su bandera de siete colores y entonando canciones guerreras, con bailes y
comparsas entonadas por pututos, tinyas y zampoñas que literalmente asustaron a
los lugareños. Les ofrecieron Chicha, panes y regalos a los jefes con quienes
se entrevistaron. El recibimiento fue frio y sin respuesta a su requerimiento.
Se tomaron varios días para saber cuál era la decisión final de los lugareños.
Era el quinto día que el jefe
Apusquipays recibió muy temprano en su tienda militar la presencia de una
delegación de cinco jefes Chimuq, al mando de Tomeq, un joven guerrero que era
el interlocutor válido para esta tratativa. Luego de los saludos de rigor,
Tomeq tomó la palabra en su Lengua Quingnam (*), que por intermedio de un traductor
inca escuchaba sentado en un taburete atento el jefe Inca. Terminada su
alocución esperaron atentos la respuesta que fue un tajante!: (No)! Se
levantó el Apusquipays, y con la mano en alto les dijo !Haua!!! (Fuera). Salen presurosos
los guerreros con Tomeq al frente y se dirigen a sus huestes que los esperaban
fuera del templo, dialogan y terminan lanzando arengas de lucha y se retiran
con destino desconocido.
Se había agotado el
único dialogo de paz entre las partes, y
lo que tuvo que hacer
el jefe guerrero Inca era enviar de inmediato a un Chasqui con la
comunicación verbal y en las trenzas del quipus en donde iba toda la
información numérica de las tropas y demás datos que le interesaba al Auqui y
su alto mando acantonado en la fortaleza de Paramonqa.
En este discurrir
de tiempo Tomeq y sus hombres que conformaban el ejército regular del Reino de
Sechin comenzaron sus preparativos de inmediato
para la lucha frontal que deberían sostener en cualquier momento con el
ejército Inca que se encontraba en su territorio. Sus tropas se concentraron a
los alrededores de la Fortaleza de Chankillo en donde se instalaron campamentos bastante precarios de unos 8,000
hombres y mujeres que estaban dispuestos a dar la pelea final. Tomeq y sus
jefes guerreros se concentraron en el torreón de la parte alta de la fortaleza,
desde donde divisaban no solo el amanecer del nuevo día sino la puesta del sol, y las hermosas y
despejadas noches de plenilunio, por cada uno de las 13 torres que se divisa a
lo lejos y por donde salía el sol que los obligaba a la reflexión. Sus
conversaciones diarias se centraron en este tema que les remordía la conciencia
lo que para ellos significaba conservar sus monumentos, sus dioses sus
tradiciones, sus costumbres, la vida de su gente que de ellos dependía, la vida
o la muerte. Eran conscientes de lo que les había expresado el jefe guerrero
Inca, de no rendirse no quedaría nada en pie
De igual manera las tropas Incas se retiraron hacia la bahía del mar,
teniendo que pasar por un estrecho camino que se abría paso en medio de una
floresta agresiva y salvaje. Las tropas tuvieron que sortear uno de los parajes
más enrevesados que les tocó vivir en casi todo el recorrido hasta este
momento.
Este desplazamiento
desconcertó a Tomeq y sus tropas que se comunicaban por intermedio de vigías
apostados en los altos de los cerros adyacentes, no entendían el porqué de este
desplazamiento de las tropas del Auqui
Túpac Yupanqui, algunos creían que se retiraban de la lucha para continuar su
desplazamiento hacia el norte, otros dudaban, en tanto que las tropas locales
se mostraban inseguras.
No habían pasado ni
dos días cuando al amanecer la pequeña comarca comenzó a escuchar desde muy
temprano el estruendo de voces de mandos de tropas de militares, conjuntamente con el
sonido característico de las piaras de llamas que portaban alimentos enseres de cocina, agua y leña
que llegaban al valle, eran más de veinte mil hombres, mujeres y jóvenes
que al mando del Auqui, hijo del Inca
llegaban para apoderarse de estas tierras por las buenas o las malas. El primer
día descansaron, no hubo mayor movimiento de tropas, salvo de los cocineros y
los jóvenes que descargaban los alimentos y los enseres de cocina y preparaban
el alimento para
las tropas del ejército y otros que traían el agua fresca del rio para que
el Auqui soberano se diera un buen baño luego de a travesar con sus tropas el
terreno desértico que cubrieron en tan solo dos días de Paramonqa hasta Sechin.
Esa noche le prepararon pescado fresco y mariscos traído desde la mar esa misma
tarde por los chasquis que cada hora corrían de ida y vuelta entre el mar y los
altos del Manchan en donde se habían acantonados las tropas incas.
Al día siguiente el
Auqui Túpac Yupanqui en persona ordenó el inmediato traslado de toda la tropa
al lugar ubicado en el valle de Yautan, que media unas horas hacia el este del
valle, hacia donde se dirigieron de inmediato sin tener contacto alguno con sus
enemigos. Se adentraron por una senda que corre paralelo al Rio grande en donde
por orden el Auqui las tropas se dieron un gran baño en las frías aguas del
rio. Luego del reparador baño continuaron la travesía hasta llegar en la tarde
al lugar conocido con el nombre actual de Jaihua en donde se establecieron en
forma pacífica las tropas, causando sorpresa entre los lugareños que solo
atinaban a saludar con aparente miedo con las manos o haciendo gestos de
sorpresa en sus rostros. Era una zona
amplia en donde se establecieron y en la parte alta había una planicie llena de
verdor, y en la parte baja corre un pequeño
río con bastante agua, leña, y sembríos de maíz, camote, yuca, que
satisfizo al Auqui y su corte que lo
acompañaba. El Auqui Yupanqui estaba dispuesto a tomar acciones militares de
inmediato pero no lo hizo porque el lugar donde se establecieron como es el
Manchan no le garantizaba el factor sorpresa, que casi siempre usaban para
evitar el menor costo posible de vidas humanas en las batallas que entablaban.
Tomeq, y sus tropas
estaban sorprendidas por este accionar de las tropas incas, no entendían la
estrategia que querían ejecutar en el aspecto militar, por lo pronto ya se
encontraban rodeados de dos destacamentos demasiados grandes para ellos cuyas
tropas no alcanzaban ni la cuarta parte frente al enemigo que lo tenían prácticamente cercado, muy a
pesar que sus hombres y mujeres estaban dispuestos a sacrificarlo todo. No le tenían miedo a la superioridad, sino a la
estrategia que iban a emplear las tropas invasoras. No sabían por dónde iba a
comenzar el combate.
El joven guerrero
Tomeq, hijo de la mujer Muchiq que tomó el poder a la fuerza y por sorpresa , nació fruto de
la unión con un joven guerrero el más aguerrido de la comarca, conforme alcanzó
la mayoría de edad logró el
liderazgo a fuerza de mucho talento y
destreza lo llevó entre los suyos a
destacar y tomar el mando de toda la
comarca luego de la muerte de su madre, era un hombre fornido y bien parecido,
con una humildad puesta a prueba en muchas ocasiones como pocas veces visto en estos lares. Era un
líder indiscutible entre los suyos, adorado
y bien respetado en el pequeño reino Sechinense.
Por orden del Auqui Túpac Yupanqui
primero atacarían las tropas acantonadas en la mar para luego aplastar con su
poderío el ejército inca que ingresarían en el momento más oportuno para
hacerse del poder total del valle. La fecha indicada para el ataque era el
décimo quinto día, mientras tanto por orden del Auqui los soldados comenzaron a
desviar las aguas del rio Grande hacia un lugar despoblado que era propicio
para contener el agua por un tiempo definido, que se encuentra en Poctao,
dejando sin agua toda la parte baja del valle. En la madrugada del quinto día,
el Auqui Túpac Yupanqui se despertó sobresaltado, había soñado a su amada
esposa Mama Ocllo que lo llamaba entre besos y sonrisas cautivas. Preocupado de
inmediato al amanecer convoca a sus generales y asesores más
cercanos para comunicarles lo que había soñado y les pide que puedan
interpretarlo para saber si es bueno o malo dicho sueño. El escucha con atención y les pide sus conclusiones. Murmuran entre
ellos y al final le señalan que el sueño
significaba que habrá una
sorpresa agradable para ellos en el trascurso de la guerra que emprenderán muy
pronto. El Auqui entre sorprendido y más animado les comenta que les cree qué y
así será. Había recuperado el ánimo y personalmente se dirige a verificar los
trabajos de represamiento y desvío de las aguas del río Grande que ya estaba a
punto de concluir. La manos laboriosas de los soldados incas habían tapiado el
cauce del rio con grandes piedras, pajas y tierra que prácticamente hizo que se
represara las aguas y no filtrara una
solo gota de agua cuesta abajo. El trabajo lo ejecutaron es solo dos días
de tesonero esfuerzo bajo un sol abrazador que fue
amainado con chicha de jora fresca, un buen baño en las aguas del rio y un
almuerzo opíparo de carne de taruca que cazaban los más diestros cazadores de
especies animales que integraban el ejército Inca y cuyo trabajo era proveer de
carne fresca al Auqui y su ejército que
lo acompañaba y debían obediencia.
Las primeras secuelas que comenzaron a
sentir las tropas del guerrero Tomeq, fue la falta de agua en el cauce del rio
Grande. Éste se había secado sorpresivamente y apenas se podían mantener con
las aguas provenientes de pequeñas filtraciones que existían en algunos lugares
distantes de la zona. Esta mala noticia los tomó por sorpresa y sabían que
habian sido engañados por los invasores Incas. Lo que motivó a que sus
necesidades de agua sean restringidas para todos, fue la orden de Tomeq para
mantener la calma y estar dispuestos a luchar hasta el final. Pasaban los días
y el agua era más escasa ya, los ánimos comenzaron a decaer y a surtir efecto en las tropas lugareñas. La
falta de agua era el factor determinante que hizo que Tomeq reuniera de emergencia a sus generales más
leales y discutieran que hacer ante
esta situación que se presentaba. No tuvieron otra alternativa que tener que
ceder ante el enemigo que los había
atrapado, y dejado en un callejón sin salida, o permitir ser avasallados inmisericordemente por el ejército ocupante. Eran conscientes de lo
que ello significaba, había que salvar vidas, sobre todo de sus niños, mujeres
y jóvenes que nunca habian contemplado la presencia de un ejército superior
muchas veces a ellos. Pero aquí se
presentó el dilema, cómo llegar ante el Auqui, hijo del Inca que se encontraba
en Jaihua, que decirle? Ese fue el detalle que tuvieron que discutir por varias
horas, ya que recordaban que habían
rechazado la propuesta que el jefe Apusquipays les hizo llegar, y como tal era
evidente el rechazo del Auqui, hijo del Inca que ahora se encontraba presente
en persona, antes de tomar esta dramática decisión los hombres de Tomeq juraron que se harían
respetar y a le vez cuidar la vida de su gente que confiaba en ellos.
El décimo
cuarto día, muy de madrugada encaminaron su salida un grupo de guerreros al
mando del joven Tomeq, eran en total 33 personas entre hombres y mujeres
jóvenes que conformaban la comitiva e
iban en busca de la ansiada entrevista con el Auqui como último recurso para
salvar su existencia y la de sus ancestros de una derrota sangrienta y
apabullante que nadie quería en estas circunstancias. El viaje no lo hicieron por el camino que bordea el
valle del rio Grande, sino por el terreno desértico que viene por el lado de
Pampa Colorada. Aprovecharon la madrugada para caminar presurosos con la moral
en alto, y dispuestos a convencer al Auqui que estaban dispuestos a conversar,
dialogar para llegar a un acuerdo final de convivencia pacífica entre las
partes. Al llegar a Cruz Punta al mediodía
le salieron al paso un destacamento Inca que les impidió el paso.
Tuvieron que identificarse y ser conducidos por ellos ante el campamento Inca
que se ubicaba en la parte baja del valle, ni bien llegaron los detuvieron por
espacio de dos hora, hasta que llegó la orden y fueron conducidos por los asesores
del Auqui ante la presencia del soberano
quienes les indican en el trayecto que no le podían ver de cerca la cara y menos tocarlo. Muy cerca los esperaba el
Auqui Túpac Yupanqui quien majestuoso
vestía sus mejores trajes de fina lana de alpaca, con hilos de colores y su yacolla (capa) y en su mano derecha portaba la borla amarilla
o mascaipacha como señal de autoridad, su semblante denotaba tranquilidad quien
muy diligente los esperaba en una
ramada especialmente acondicionada para
este encuentro. Antes de acercarse ante la presencia del Auqui la comitiva se
arrodilla con la cara mirando al suelo, con las manos extendidas y comienzan a
llorar en señal de dolor, de respeto hacia el Auqui que desde unos veinte
metros los observa complaciente. En ese momento se le acerca uno de sus
generales y le indica al Auqui que este gesto que presenciaba era lo que el
sueño premonitoriamente le había
indicado la noche anterior, y debía cumplirse.
El Auqui se
pone de pie y hace un gesto de
indulgencia con la mano, y se dirige
hacia ellos quienes no se atreven a levantar la cabeza, los observa unos
minutos y les dice:
¡Hijos, levántense, les perdono la
vida y no serán avasallados!!!... Levántense ¡!! Les ordena…Conversemos…
Da la
vuelta y regresa a su lugar y se sienta en La tiana, en tanto que los guerreros
Sechinenses comienzan a ponerse de pie lentamente, de inmediato un grupo de
asistentes del Auqui les alcanzan agua para lavarse la cara y unos paños de
lana para que se sequen la cara, ya más
tranquilos, se sientan en el suelo y comienzan a sacar de sus bolsos que
portaban, panes de maíz, tortillas de huevos de tórtolas, jaleas de algarrobo, pacaes, guayabos, y
joyas de oro confeccionados con esmeraldas y otros gemas, todas bien cubiertas
con mantos de fino algodón. Además les
dijeron a sus asesores y traductores que ellos les traían a las mujeres jóvenes más bellas de su comarca para que puedan ser mujer de sus hombres que desearan, y el
mismo Tomeq estaba dispuesto a incorporarse al ejército Inca con tal que no
toquen a nadie de su gente y sean respetados.
De
inmediato los asistentes le llevan los
presentes al Auqui y le comunican la decisión del Jefe guerrero Tomeq. El Auqui
entre sorprendido y alegre le dice al asistente que lo traiga ante su presencia
al joven guerrero, éste de inmediato es conducido ante la presencia del
soberano, quien al llegar se postra de rodillas y agacha la cabeza. El Auqui lo
observa y le agarra la cabeza en señal de aceptación y respeto. Tomeq, tiembla
de emoción, las lágrimas le caen por su rostro y no atina a decir nada. Uno de
sus asistentes del Auqui lo levanta y lo lleva hacia su grupo. Se hace un
silencio que de pronto se rompe cuando son llevadas las jóvenes hacia el lugar
en donde se encontraban los guerreros incas solteros y el propio Auqui les
ordena que escojan a su criterio. Cada uno de los guerreros de más alta
jerarquía toma a cada una de ellas y la hace suya. En tanto que a Tomeq le
presentan a una hermosa joven hija de uno de los guerreros más
sobresalientes para que la haga su mujer. El acepta y la coge de la mano, en tanto que el
Auqui observa todo lo acontecido y ordena se haga una cena para refrendar la
Paz y la incorporación de esta comarca a los designios del Imperio de los
Incas.
Esa noche
fue esplendorosa a la luz de la luna, y
brillaba de sobremanera la noche con inmensas fogatas que se prendieron en las
inmediaciones de los cerros y del recinto en donde pernoctaba el Auqui en señal
de alegría y festejo, hubo una cena, acompañada de música y bailes que
alegraron la fiesta, y se bebió chicha de jora hasta el amanecer. La noticia corrió
como reguero de pólvora en todo el valle, los Chasquis corrían llevando la
feliz noticia que pronto llegaría a
Chankillo en donde se llenaron de júbilo y alegría. Esa noche Tomeq estuvo junto a la joven qosqueña en la cena que les ofrecía el Auqui,
quienes fueron el centro de atención de la reunión. Al día siguiente
descansaron hasta el mediodía, hasta que una comitiva del Auqui llego al aposento de Tomeq con quienes conversaron
y le señalaron que irían a Chankillo para comunicar oficialmente la decisión
del Auqui Túpac Yupanqui. Como tal enviaron con un chasqui un mensaje urgente a
los jefes interinos del reino Sechin, para que se prepararen un gran
recibimiento al Auqui que llegaría al mediodía del día siguiente con Tomeq a su
lado.
Al amanecer del segundo
día los preparativos alcanzaron su mejor esplendor cuando las aguas del
rio Grande llegaron al valle y nuevamente se recobró el usual trajín diario de
hombres y mujeres pero esta vez con un ingrediente especial, recibirían al
mismo Auqui quien pretendió conquistarlos.
La fuerza de cientos de miles de hombres y mujeres se concentró en los
detalles del recibimiento: La comida, el decorado de las viviendas, las bebidas, la fiesta y demás gestos de alegría
que acompañarían este inusual evento nunca antes presenciado por los lugareños.
El trabajo fue arduo y agotador: al
terminar la tarde todo había quedado expedito, reluciendo y cada cosa en su
lugar, por ejemplo se había regado con agua toda la explanada continua a la fortaleza en donde
se llevaría a cabo la ceremonia principal, se habían colocado banderines
alusivos a la comarca, se amarraron los allqus para que no perturben la
ceremonia, todos lavaron muy sus mejores
trajes en las aguas del rio, etc.
Amaneció el nuevo día con un sol radiante,
esplendoroso que presagiaba un buen día para todos, al promediar las siete de
la mañana ingresó un primer grupo de avance, integrado por cocineros, cazadores, músicos y todo el
personal de servicio que portaba el Auqui, luego llegó el segundo contingente
que se había acantonado en la mar, y al promediar las once de la mañana ingresó
victorioso el Auqui Tupaq Yupanqui en su anda portátil, vestido con sus mejores
trajes de gala y la indumentaria oficial que portaba, al mando de más de quince
mil hombres que lo acompañaban en este
periplo conquistador, la gente al observar el paso magnánimo y marcial de los
soldados del ejército inca, lo único que les quedó es reverenciar y aplaudir el
ingreso del Auqui y su inmenso ejército que copó la explanada de Chankillo, se
colocaron en el lugar señalado, el Auqui descendió de su anda y tomo asiento en
un gran taburete confeccionado por ellos para recibir al Auqui benevolente.
Tomeq también toma asiento al lado del Auqui, quien para ganarse la confianza
de los conquistados el Auqui se pone de pie, abraza a Tomeq y le levanta la
mano derecha en señal de amistad, de conformidad, ante los miles de soldados de
ambos bandos que observaban este acontecimiento, y estallan en una inenarrable
escena conmovedora que a todos los conquistados los lleva a arrodillarse en
señal de respeto y aceptación a su Poder
real. Seguidamente un grupo de soldados incas al mando de un jefe Apuisquipay
llevan a la doncella escogida por Tomeq
para que sea el propio Auqui quien consagre la unión marital entre Tomeq y su
bella esposa. El Auqui les toma de la mano a los dos: hombre y mujer, pronuncia
unas palabras en quechua, levanta la mirada al sol radiante, y luego deja que
ambos se abracen, luego Tomeq le levanta la mano a su esposa y grita unas
arengas de alegría y respeto por haber alcanzado la supervivencia que como
victoria era para ellos. Luego se arrodilla ante el Auqui y lo reverencia hasta
que el propio Auqui le da la mano y se levanta. En seguida se escucha una estruendosa ovación generalizada que proviene de los dos ejércitos
y la población que espectaba esta ceremonia nunca antes realizada en estas
tierras.
Lo que
sucedió después dejó recuerdos memorables que aún perduran en el tiempo. Tomeq, sería nombrado a partir de la fecha como nuevo Apunchic de
toda la región bajo el mandato del Inca Pachacuti, quien desde el Qosco
regia los destinos del gran Imperio de los Incas.
Fin
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