TAITA MÌRAME EL DIENTE
(Cuento)
Y el viejo Matías, empezó así su relato:
"Ya casi era de nochecita, cuando los
arrieros decidieron acampar debajo del cerro Manchán.
Después de descargar las piaras compuestas de mulas y burros, amarraron a las bestias para que no se espantaran. Sacaron las talegas de fiambre y los chifles y se sentaron a merendar, después sacaron las botellas de anisado y se pusieron a beber.
De pronto - Ña, Ña, Ña, Ñaaa — Se escuchó el llanto de un niño desde la oscuridad.
Casi todos aguaitaron en medio de la oscuridad de la noche, tratando de ver de donde provenía el llanto; pero como el llanto se oyó mas cerca y mas desesperado, don Floro, el dueño de la piara, comentó - Yo he visto que nadie vive por aquí, seguro que algún caminante ha acampado cerca de nosotros.
- Y qué modo de gritar del churre compadre, si se me escarapela el cuerpo al oírlo - dijo uno - - Parece el llanto del mal de los siete días - agregó otro - Después siguieron conversando, diciéndose que seguramente la criatura estaba sola, pues no se oían voces ni pisadas en la soledad del campo. Alguno opinó que se le había caído a alguna viajera y no falto quien supusiera, que alguna madre desnaturalizada lo hubiera abandonado.
Don Floro, hombre cristiano y comedido, propuso que lo mejor era ir a buscar y recoger a la criatura y sin pedir ni esperar que otro lo acompañe, cogió su poncho y tomó el camino de donde venia el llanto.
- Ña, Ña, Ñaaa! - lloraba con mas fuerza la criatura.
- Parecía que "aquisito" nomás estaba, se iba diciendo mientras caminaba, dándose cuenta de que se alejaba ya regular distancia.
Al fin, detrás de unos arbustos, distinguió un bulto blanco donde se encontraba envuelto un bebé recién nacido. Don Floro, cogió a la criatura y con mucho cuidado lo envolvió en su poncho, emprendiendo el camino de regreso.
Al apretarlo contra su pecho en humano afán de protección, reparó en que el niño ardía en fiebre - Angelito de Dios - comentó en voz alta, entonces oyó que el recién nacido reía a carcajadas.
Extrañado de que hiciera esto un recién nacido, lo miró por la boca del poncho y vio horrorizado que la cara del muchachito coloreaba como la candela; los ojos le relampagueaban y un aliento repugnante le salía de la boca adornada por un colmillo que le llegaba hasta el pecho, al tiempo que le decía con voz ronca:
Taita, mírame el diente!
- Ave María Purísima exclamó don Floro
aventando a la criatura y santiguándose. Al caer la criatura al suelo, se hizo
una verdadera candela, de la que salio el mismísimo demonio, con sus cachos, su
rabo, sus patas de cabra y despidiendo olor a azufre.
Antes de desmayarse, don Floro oyó que el maligno le decía:
- Gracias a que llevas puesto el escapulario de Magdalena, no alzó contigo!
Al poco rato, llegaron sus compañeros que salieron a buscarlo muy preocupados y lo hallaron en el suelo echando espuma por la boca, pero bien agarradito de su escapulario.
(Versión popular)
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