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LA CALLE EN EL MAR
(...)
."- Mi prima huevòn,
que pregunta por ti, yo le paro engañando, dale bola huevòn, yo no le voy a
decir que no sales por la vaina esta, que estés arrugado, que te chupas. No.
Esa huevada no le voy a decir. Puta que si yo fuera, huevòn.
.- Causa, no creas
que no quiero, no es eso huevòn, tu sabes, tas viendo que estoy yendo al cole y
encima las tareas, chancar, ayudar al viejo, y más que todo, los guantes, loco,
los guantes, me entreno causita y en serio, no creas que es una huevada más. No
causa. Es mi oportunidad, ya me vas a ver, me vas a ver y veras que no te
miento.
.- Cuñao hay dan una
peli en el cine, dicen que es chévere, pa templarse, para saber templarse,
no? O sea si vas con una jermita, tu
sabes no? Puta sino sales agarrado de la mano, eres un huevòn.
.- Como se llama la
película?
.- Espérate…esa
huevada se llama…”Grase”…ahhh…ya
Crase. Chucha no sé cómo se dice, ni como se escribe, creo que es inglés, o
griego, ya tú mismo saca tu línea.
.- Sabes de que se
trata?
.- Trata qué?
.- La película.
.- Ahhh… creo que de
un huevòn que baila chévere, pero medio amanerado, pero tiene una jermita, o
esta templado de una jermita, y ella no
le da bola. El la espera la salida del cole y le hace sus quecos bailando y hay
hasta bronca creo…
Eso es todo?
Puta no seas huevon. Causa…
tú no vas por la película, tú vas por Sarita, tú vas por ella, loco si ella
quiere contigo, puta loco, tú te vas a hacer el difícil en que ella se haga la
difícil.
.- Sarita es tu
prima,huevòn.
.-Y qué ¿acaso no está
rica, puta sí a mí me dara bola… hace rato cuña´o. Oye yo saco, ella sale
contigo, su vieja atraca, es mi tía pè. Yo
le digo que vamos al cine y la vieja atraca, anímate cuñao. Oe cuñao, la costilla se va va cansar, no te
va a esperar tanto huevon, hay un gil que estudia con ella y la esta afanando,
hasta “cangrejo”, ves concha su madre, hasta “cangrejo” está que la afana, le
manda regalitos, la espera a la salida del cole. Sarita no quiere ni mierda con
él, puta me da miedo que en algún momento le haga la cagada.
.- Puta “pisquito”… ya…
mierda, me ganaste. Me rindo contigo. Puta “pisco” de donde tienes esa labia,
ese chamullo, pareces político, porque no te dedicas a vender sebo de culebra,
ganarías billete huevòn.
.- Yo me entere en eso
no cumpita, prefiero ser choro, político pa los huevones, eso es para los que
tienen plata. Engañarle a la gente no causa, hasta allí no huevòn. Para ser
político tienes que ser una mierda, sin sangre en la cara, tienes que ser fino
de alto vuelo, allì la mermelada te llega en cilindros, yo prefiero recursearme
aquí loco, uno que otro solcito, suficiente con tal que salga pal combo. Sino
yo le robo a alguien, lo hago de frente, así. Y lo hago porque no tengo pe,
huevòn. Los políticos tienen plata concha su madre y quieren más y nos roban
huevòn, se la llevan fácil, se la llevan en carretilla.
.- Si “pisco”, concha
su madre se la llevan fácil y acaso están en cana, que político ladrón está en
cana, allí corre billete huevòn, allí con el billete te limpian, sales limpio.
Por eso estamos cagados huevòn.
.- Bueno loquito còmo
es, vas o no vas? Ya te animaste?
.- Y me preguntas
huevòn, si ya me cagastes, que te voy a decir que no huevòn, ya me agarraste. Oye
cumpa, pero… dentro de una hora ahh … Si no llegas dentro de una hora me quito.
Ta bien…
.- Chócala…
.- Ya huevòn…
Martín, abandonó la
ruta que lo llevaba al colegio y se desvió hacia otra dirección; centro de la
ciudad. Había dejado atrás el barrio: un inmenso enjambre de celdas habitadas
que se apilan sobre los cerros y se van comiendo los espacios, como modernas
ruinas en bosques devastados. Había despojado a su andar de sus formas
avezadas. Ahora movía su cuerpo sin la impulsividad, ni el apremiante de sus
reflejos.
Cubrió toda la
distancia caminando, lo hacía por entre cruces y paralelas, conocía cada palmo
y cada recodo. De pronto se halló en el corazón de la ciudad, en la más amplia
de sus calles. Era un mundo más allá de su barrio, donde el alboroto y los
ruidos son de alta frecuencia y las centellantes luces surten de fantasía a las
aborrecidas necesidades, pronto llegó al lugar señalado, levantó la cabeza y
pudo leer la descolorida marquesina del cine. Era una vieja nave a la que le
delataban los años, su esplendor se lo había llevado los años y muy pronto la
borrará el olvido. En su antesala oliendo
a vejes de linóleo pendían de la paredes, los descorchados marcos de los
afiches. Martín, ubicó entre ellas a la función del día, estaba cerca de la
entrada en un cartel vistoso. En ella estaba un jovencito John Travolta y
encima de él como corina Hollywoodense la palabra GREACE. Martín, miró la pose desarticulada
y escénica del engominado galán. Le pareció a la de Bruce Lee, pero para
él no tenía comparación, era su ídolo. Lo quiso imitar, parecérsele, pero todo
quedó en intento. Él no había venido hasta allí para establecer diferencias, ni
querer parecerse. Él estaba allí porque algo inesperado lo había apartado de su
ruta. El imprevisto había intercedido concediéndole una cita y con una persona
a quien veía mucho pero conocía poco. Martín la conocía desde su tierna
infancia, cuando los dos asistían a la misma escuela. En algún momento él se cambió
de ruta. La dejó de percibir. Él se unió con aquellos que cursaban aprendizajes
donde cada uno era su propio Maestro. Ella siguió de frente y dejó de ser una niña, el
uniforme que empezaba a vestir, le resaltaba la exuberancia de su anatomía.
Llegó a ser una adolecente en donde confluía casi todo, belleza, porte,
abnegado espíritu para el estudio. Un deseo vehemente de sobresalir, era asidua participante en
todo evento de su colegio, desde lo
social, hasta lo deportivo. Martín, sabía que entre él y ella había un desnivel
que sobresalía y marcaba sus rutas opuestas por lo que los dos se dirigían. Él
fiel y gozoso de ser parte de esa tropa desacuartelada de que se autoimpone la
ordinariez y que se imparte sus propias lecciones. Y ella correcta, formal,
fiel a su deseo de ascender y de acatar los deseos de sus padres.
Y ella llegó. Llegó
como la primavera para ser vista. Llegó portando la belleza de su adolescencia en
su vestir y en su ser. La camiseta celeste con juveniles estampados. Una
chaqueta amarillo claro y el ceñido pantalón azul, dibujaban su hermosura y su
gracia. Martín, la miró y se estremeció ante tanta provocadora delicadeza, sus
ojos del color del trigo maduro y sus labios recién bebidos en néctares de
fresa.
.- Hola Martín.- se
le adelantó ella, ofreciéndole sus mejillas…
.- Hola Sarita.-
Correspondió el y le beso la mejilla como ella esperaba.
“Pisquito”, que vino
con ella acompañándola se despidió y digo que regresaba en un par de horas para
recogerla.
.- Sabes algo de la
película? Preguntó Martín con curiosidad pretendida.
.- No… Ángel, me ha
dicho que es bonita…
.- Quién es Ángel…
.- Mi primo pues,
ahh, ustedes no le dicen Ángel?
.- Ahh, ya, Ángel si,
si Ángel. Si a mí también me ha dicho que es muy bonita. No creo que nos quiera
engañar a los dos, bueno sí Ángel lo dice es porque así debe ser.
.- Entonces entramos?
.- Si, claro… pero
Sarita yo te invito.. ehh … yo pago…
.- No… no… porque no
te puedo invitar yo. Si yo era la que quería venir, tu ibas a tu colegio no?.
Yo te desvié, cómo que yo tengo la culpa y por eso yo invito.
.- No… no nadie tiene
la culpa. No se trata de eso. Déjame que te invite, eso es todo.
.- Mira hay que dejar
que sea Ángel el que nos invita. De él fue su idea y él me ha dado el dinero.
Él nos esta invitando. De acuerdo?
.- “Pisquito”? …digo Ángel.
.- Si Angelito…
Martín, no supo cómo
replicarle. No creía en la versión en la que se basaba Sarita para dejarlo sin
argumento. Creía más bien en el ingenio y la sutileza con que ella le desbarató
su varonil crecimiento de que por ser mujer debía ser sólo sujeto de
complacencia.
Sarita
fue esa noche como una luna que lo irradiaba con su brillantez,
Como un cisne
que lo enlazaba con su largo cuello y lo atraía a su lago azul
Que lo llevaba
en su barca con sus propias alas, hacia las orillas cósmicas
Hecha de polvo
de estrellas.
.- Sabes en que mes
estamos, Martìn? .- Le preguntó su padre desde la mesa donde trabajaba.
.- Yo creo que
setiembre.- Respondió Martín que estaba cerca de el, insertando un hilo.
.- Sabes cuándo es tu
cumpleaños?
.- El doce de
diciembre.
.- Y sabes cuándo es
el de tu mamá?
.- No… no lo sé,
cuando es?
.- El próximo
dieciocho de octubre, ella está cumpliendo cuarentaicinco años. Martín no se sí
estás de acuerdo conmigo que establezcamos esa fecha como el día de su
recordación, el día que la recordemos cada año, simplemente el día que le
guardemos memoria, no debemos dejar que quede sepultado en el olvido, c reo que
es todo lo que debemos hacer para honrar su memoria.
.- Viejo… pero que
podemos hacer si no sabemos dónde está?
.- Martín, hijo para
hacerle una honra no hay necesidad que
se halle presente. Recuerdo que el acto que se hace por un cuerpo sin vida,
tiene un carácter simbólico, es la forma como manifestamos el pesar por su
partida. Sino está el cuerpo algún objeto que le perteneció puede tomar
simbólicamente ese lugar. Hay cosas que ella quiso mucho, como por ejemplo su
primer uniforme de enfermera que ella lo quiso conservar siempre, con un mechón
de su cabello que se cortó el día que se graduó, las prendas de su pollera que
ella vestía cuando volvía a su pueblo para las fiestas de su comunidad y así
otras cosas más que todavía se conservan, gracias a tu abuela que las supo
cuidar. Todas estas pertenencias las ponemos en el cajón, la llevamos al
cementerio, lo enterramos, así le habremos dado el gusto de tener una tumba.
Martín, no decía
nada. No quería responder. Lo incierto le parecía un lugar más seguro uy la
verdad le parecía un lugar inútil. Aceptar su muerte seria como tapar las
salidas de su evasión. La duda era un lugar que aceptaba como lugar de sus
refugios. Aceptar su muerte seria como aceptar que la despojen de su alma y le borren su existencia. Quería clarificar sus ideas y
recurrió a sus sueños, creía que escondían algún significado y el creía mas en
ellas.
.- Siempre sueño que
voy al mar solo y mi mamá está allí esperándome y me dice, “Te has demorado,
pronto habrá un dia que vendrás temprano y allí si te podre llevar a mi casa.
Ella me carga y me pasea por la orilla de la playa, luego me dice vuelve porque
tengo que volver a mi casa. Yo le quiero seguir pero allá desaparece en el mar.
.- Martín, eso es sólo
un sueño. Quizá estés pensando mucho, creyendo que allí la lanzaron.
.- Si… yo creo que sí.
Yo creo que la han lanzado al mar. Pero ya no quedara nada de ella porque los
pescados se comen su carne o los caracoles o el agua misma hace que no quede
nada. Yo le voy a hacer una cruz y la
plantaré en la orilla del mar y todas las veces que vaya le llevaré flores y se
las pondré allí.
.- Martín, si ese es
tu deseo, solo tienes que cumplirlo, estás en tu derecho en expresar tus
sentimientos de la forma que te parezca. Lo harás como lo tienes pensado, pero
haremos también como lo tengo pensado yo. Tendremos dos motivos suficientes
para que nunca la olvidemos.
.- Si está bien.-
dijo Martín con su voz desfallecida.
Al día siguiente
fueron donde un carpintero y el dieron el encargo que le confeccionara dos
cruces y una pequeña caja de madera. Pasaron el resto de la mañana haciendo
compras.
Martín, salió por la
mañana, había sido llamado por la Liga departamental de Boxeo. Él ya figuraba
en su nómina como boxeador amateur, categoría juvenil. Estaba en sus planes
promocionarlo y conducirlo de manera profesional. Le estaban reconociendo su
talento y la promesa que él podría resultar sí se sujetaba a indicaciones
precisas y en su plan que le diseñarían, que él tendría que observar y cumplir
tanto en su vida privada como en la deportiva.
Cuando Martín volvió
a casa su ser se desbordaba de alegría. Era la expresión misma del júbilo y el
entusiasmo. Le habían con firmado su primera pelea oficial de su categoría. Él tenía
el boletín de la programación y lo mostraba radiante de emoción. Hortencia
y Leandro lo miraban conmovidos,
hubiesen querido brincar con el de euforia, de compartir su dicha. Con mucho
agrado le hubiesen dedicado palabras elogiosas y le hubiesen deseado éxito en esa faceta de su vida que el acababa de
descubrir. Pero ellos no compartían su ferviente deseo. No era lo que deseaban
para él. Para Hortencia saber que se liará a golpes como otro muchacho como el,
solo por el dinero, la fama o algún otro privilegio, constituía una
exacerbación de la impulsividad reprimida, veía en aquel deporte, el grotesco
goce de los espíritus represivos, la continuación de los bochinches callejeros
sobre un entarimado donde se debe avasallar al rival hasta dejarlo al borde de
la inconsciencia. No quería ver a Martín prematuramente fracasado, hundido en
algún vicio. Si fracasase en ese intento de alcanzar la fama. El camino de su
perdición estaría asegurado. Sabía que Martín tenía fortaleza de espíritu, la
calle lo había endurecido, pero también lo había visto caer en sus abismos.
Ella conocía ese lado proclive, conocía las dos almas de Martín, sabía que tras
su careta de bravucón y pendenciero, hay un niño lastimado, herido que oculta
el potencial de su agresividad en la levedad de su adolescencia. Y eso de
machito pega a todos, que se pelea con cualquiera incluso están do en
desventaja en tamaño o edad, no es mas que abrir el canal de su acumulada
violencia. Hacer sentir el dolor físico al otro para que el dolor interno de su
alma encuentre alivio. A ella no solo la perseguía esa premonición que ella
misma se atribuía, por creerse conocedora de los quebrantos del destino. “Los caminos de Martín están empedrados de
mitos trágicos que mas tarde lo acercaran a su fin”. Quiso ponerse de
espaldas, quería situarse en la simplicidad de su indiferencia, pero ese saber más
se lo impedía. Sabía algo más del destino de Martín, porque en un exceso de credulidad decidió consultar con los embelesos
de la clarividencia y en la superchería de un chamán. Había concurrido a donde
uno de ellos, él “Taita Marcelino”, un primo de ella, muy conocido por
solventar esas artes allá en su pueblo de donde ella es también originaria. Quería
saber que destinos aguardaba a Martín. El “Taita” no quiso hacerlo consideraba
a Martín un miembro de su propia estirpe por llevar la misma sangre y considerarlo también dechado de los mismos
poderes. Además para él, Martín con sus diecisiete años era todavía un alma
pura, que no debía ser perturbada porque
todavía estaba bajo la égida de Dios. A tanto ruego e insistencia de su prima
Hortencia, el “taita” aceptó, pero le advirtió que algún día llorará su
arrepentimiento por querer inmiscuirse
de forma flagrante en la esfera
espiritual donde está escrito el designio de Martín.
En medio de sus
consabidos ritos, pasando la coca por sus manos, evocando a los Apus y en
aparente estado de estremecimiento, dijo que había recibido respuesta que no era
de buen augurio. Comenzó a hablar en su
aletargamiento; “Crecerá como un potro
salvaje, sin dejarse domar, sin dejarse cansar, sin dejarse apartar por la
lluvia, ni dejarse empujar por el viento, sus manos tendrán la fuerza de las
olas, en su pecho arderán las arenas del desierto. Tendrá la astucia del
puma y la fuerza de las garras en sus
manos, saltará con facilidad entre los peñascos y sabrá cuidarse solo entre los
bosques. Lo buscarán para cazarlo y el podrá eludirlo con sus saltos, pero no
podrá eludir una certera bala que le atravesará su corazón”. Cuando
Hortencia escuchó todo aquello se le encogió el corazón. En comprender el
momento se negó aceptar esa premonición y luego se culpó en mil reproches por
haber acudido a ese tipo de averiguaciones. Hortencia se juró guardarse ese
secreto hasta la tumba. De aquello no llegaría a saber ni Martín, ni Leandro,
preferiría vivir estrujada por sus remordimientos que delatar su desafortunado
atrevimiento.
Leandro, atrapado en
lo crucial de su momento, empinado en lo interior de sus fuerzas, lucharía por
no sumergirse en las brumas del desconcierto, debía idearse una salida a las
pretensiones de Martín. No quería verlo solo como un sujeto potenciado en sus
músculos, buscando alcanzar la letal plenitud de sus dos puños como dos únicas contundentes razones, para
desmoronar a su rival que también quiere alcanzar lo mismo. No quería que toda
la amplitud de sus facultades quedase reducida solo a eso. Martín allí delante
de él, con la hoja en la mano esperando que su padre la recibiera, afectándole
con su presencia, resultándole un desafío. Leandro, alargaba el momento, sentía la efusividad de
Martín con un cascabeleo en su cabeza, no permitiéndole tregua a su
razonamiento. Si intento por darle una respuesta giraba por su cabeza como
un carrousel, sin detenerse. Forzó un
disimulado agrado y recibió de Martín la hoja y se dio de palmo con lo que
estaba allí escrito:
Explanada del
Estadio Nacional
Sábado 15 de
noviembre
Primera pelea
preliminar de la noche
Hora: 6.30
p.m.
Categoría
juvenil: Peso pluma
Martín Pastrana “Pinku” Vs. Eladio Cueva “Huasòn”.
Leandro, se quedó
mirando el papel largo rato. Su perplejidad giraba en torno a su cabeza como un
mundo vacío, la hoja temblaba en sus manos, como si en ella Martín le estuviese
enumerando todos sus argumentos, los argumentos pre de su niñez cuando quedó sólo
y abandonado y los pos de su adolescencia con su padre queriendo juntarse en un
reencuentro. Pero en todo ello había un solo argumento llamado Martín y Leandro
no tenía los poderes para impugnarlo. Aquellos renacimientos que surgen del
alma no se les pueden impugnar, no podría impugnarle ni su alegría, ni su
esperanza. No podía impugnar a su hijo con la égida de su impotencia, porque sería
prolongar su culpa. Debía desprenderse de su desconcierto y ofrecerle una respuesta. Sentía que la
realidad lo constreñía y lo empequeñecía, que lo llevaba en retrospectiva al
tiempo cuando él también fue un adolescente y allí recordó ese mismo momento cuando
recibió del profesor su libreta de notas y tenía que mostrárselo a su padre y
que por cierto las notas no eran buenas. Su padre con la libreta en la mano y
con los ojos fijados en ella, daba vueltas por la sala de la casa y él allí
parado, tembloroso, esperando la reacción de su padre. De pronto en tono irónico
su padre le cantó su respuesta: “ Ahh…
esto tiene arreglo, en vacaciones, a trabajar conmigo, no hay propina para el
fin de semana , ni para el cine, tú mismo te lavaras la ropa y si esto se
vuelve a repetir, te saco de la escuela y te vas a juntar chatarra
conmigo.”
Para Leandro ahora los roles se debían
invertir y la realidad la debía de reinventar. Ahora él en el fingido rol de
padre, recibía fingidamente la libreta escolar de su hijo y además debía fingir
que veía en ella notas sobresalientes y que estallaba en una fingida ola de
alegría. Se acercó donde Martín y le dio un efusivo abrazo porque su hijo en su
ferviente deseo se lo estaba permitiendo.
Continua...
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