viernes, 5 de febrero de 2016

LA CALLE EN EL MAR. Autor: Eleazar Moreno Bustos.

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LA CALLE EN EL MAR

(Extracto...de la novela del autor casmeño: Eleazar Moreno Bustos)

(...)

."- Mi prima huevòn, que pregunta por ti, yo le paro engañando, dale bola huevòn, yo no le voy a decir que no sales por la vaina esta, que estés arrugado, que te chupas. No. Esa huevada no le voy a decir. Puta que si yo fuera, huevòn.

.- Causa, no creas que no quiero, no es eso huevòn, tu sabes, tas viendo que estoy yendo al cole y encima las tareas, chancar, ayudar al viejo, y más que todo, los guantes, loco, los guantes, me entreno causita y en serio, no creas que es una huevada más. No causa. Es mi oportunidad, ya me vas a ver, me vas a ver y veras que no te miento.

.- Cuñao hay dan una peli en el cine, dicen que es chévere, pa templarse, para saber templarse, no?  O sea si vas con una jermita, tu sabes no? Puta sino sales agarrado de la mano, eres un huevòn.

.- Como se llama la película?

.- Espérate…esa huevada se llama…”Grase”…ahhh…ya Crase. Chucha no sé cómo se dice, ni como se escribe, creo que es inglés, o griego, ya tú mismo saca tu línea.
.- Sabes de que se trata?
.- Trata qué?
.- La película.

.- Ahhh… creo que de un huevòn que baila chévere, pero medio amanerado, pero tiene una jermita, o esta templado  de una jermita, y ella no le da bola. El la espera la salida del cole y le hace sus quecos bailando y hay hasta bronca creo…
Eso es todo?

Puta no seas huevon. Causa… tú no vas por la película, tú vas por Sarita, tú vas por ella, loco si ella quiere contigo, puta loco, tú te vas a hacer el difícil en que ella se haga la difícil.
.- Sarita es tu prima,huevòn.

.-Y qué ¿acaso no está rica, puta sí a mí me dara bola… hace rato cuña´o. Oye yo saco, ella sale contigo, su vieja atraca, es mi tía pè. Yo  le digo que vamos al cine y la vieja atraca, anímate cuñao.  Oe cuñao, la costilla se va va cansar, no te va a esperar tanto huevon, hay un gil que estudia con ella y la esta afanando, hasta “cangrejo”, ves concha su madre, hasta “cangrejo” está que la afana, le manda regalitos, la espera a la salida del cole. Sarita no quiere ni mierda con él, puta me da miedo que en algún momento le haga la cagada.

.- Puta “pisquito”… ya… mierda, me ganaste. Me rindo contigo. Puta “pisco” de donde tienes esa labia, ese chamullo, pareces político, porque no te dedicas a vender sebo de culebra, ganarías billete huevòn.

.- Yo me entere en eso no cumpita, prefiero ser choro, político pa los huevones, eso es para los que tienen plata. Engañarle a la gente no causa, hasta allí no huevòn. Para ser político tienes que ser una mierda, sin sangre en la cara, tienes que ser fino de alto vuelo, allì la mermelada te llega en cilindros, yo prefiero recursearme aquí loco, uno que otro solcito, suficiente con tal que salga pal combo. Sino yo le robo a alguien, lo hago de frente, así. Y lo hago porque no tengo pe, huevòn. Los políticos tienen plata concha su madre y quieren más y nos roban huevòn, se la llevan fácil, se la llevan en carretilla.

.- Si “pisco”, concha su madre se la llevan fácil y acaso están en cana, que político ladrón está en cana, allí corre billete huevòn, allí con el billete te limpian, sales limpio. Por eso estamos cagados huevòn.

.- Bueno loquito còmo es, vas  o no vas? Ya te animaste?
.- Y me preguntas huevòn, si ya me cagastes, que te voy a decir que no huevòn, ya me agarraste. Oye cumpa, pero… dentro de una hora ahh … Si no llegas dentro de una hora me quito. Ta bien…
.- Chócala…
.- Ya huevòn…

Martín, abandonó la ruta que lo llevaba al colegio y se desvió hacia otra dirección; centro de la ciudad. Había dejado atrás el barrio: un inmenso enjambre de celdas habitadas que se apilan sobre los cerros y se van comiendo los espacios, como modernas ruinas en bosques devastados. Había despojado a su andar de sus formas avezadas. Ahora movía su cuerpo sin la impulsividad, ni el apremiante de sus reflejos.

Cubrió toda la distancia caminando, lo hacía por entre cruces y paralelas, conocía cada palmo y cada recodo. De pronto se halló en el corazón de la ciudad, en la más amplia de sus calles. Era un mundo más allá de su barrio, donde el alboroto y los ruidos son de alta frecuencia y las centellantes luces surten de fantasía a las aborrecidas necesidades, pronto llegó al lugar señalado, levantó la cabeza y pudo leer la descolorida marquesina del cine. Era una vieja nave a la que le delataban los años, su esplendor se lo había llevado los años y muy pronto la borrará el olvido. En su antesala oliendo  a vejes de linóleo pendían de la paredes, los descorchados marcos de los afiches. Martín, ubicó entre ellas a la función del día, estaba cerca de la entrada en un cartel vistoso. En ella estaba un jovencito John Travolta y encima de él como corina Hollywoodense la palabra GREACE. Martín, miró la pose  desarticulada  y escénica del engominado galán. Le pareció a la de Bruce Lee, pero para él no tenía comparación, era su ídolo. Lo quiso imitar, parecérsele, pero todo quedó en intento. Él no había venido hasta allí para establecer diferencias, ni querer parecerse. Él estaba allí porque algo inesperado lo había apartado de su ruta. El imprevisto había intercedido concediéndole una cita y con una persona a quien veía mucho pero conocía poco. Martín la conocía desde su tierna infancia, cuando los dos asistían a la misma escuela. En algún momento él se cambió de ruta. La dejó de percibir. Él se unió con aquellos que cursaban aprendizajes donde cada uno era su propio Maestro. Ella  siguió de frente y dejó de ser una niña, el uniforme que empezaba a vestir, le resaltaba la exuberancia de su anatomía. Llegó a ser una adolecente en donde confluía casi todo, belleza, porte, abnegado espíritu para el estudio. Un deseo vehemente  de sobresalir, era asidua participante en todo evento de su  colegio, desde lo social, hasta lo deportivo. Martín, sabía que entre él y ella había un desnivel que sobresalía y marcaba sus rutas opuestas por lo que los dos se dirigían. Él fiel y gozoso de ser parte de esa tropa desacuartelada de que se autoimpone la ordinariez y que se imparte sus propias lecciones. Y ella correcta, formal, fiel a su deseo de ascender y de acatar los deseos de sus padres.
Y ella llegó. Llegó como la primavera para ser vista. Llegó portando la belleza de su adolescencia en su vestir y en su ser. La camiseta celeste con juveniles estampados. Una chaqueta amarillo claro y el ceñido pantalón azul, dibujaban su hermosura y su gracia. Martín, la miró y se estremeció ante tanta provocadora delicadeza, sus ojos del color del trigo maduro y sus labios recién bebidos en néctares de fresa.

.- Hola Martín.- se le adelantó ella, ofreciéndole sus mejillas…
.- Hola Sarita.- Correspondió el y le beso la mejilla como ella esperaba.
“Pisquito”, que vino con ella acompañándola se despidió y digo que regresaba en un par de horas para recogerla.

.- Sabes algo de la película? Preguntó Martín con curiosidad pretendida.
.- No… Ángel, me ha dicho que es bonita…
.- Quién es Ángel…
.- Mi primo pues, ahh, ustedes no le dicen Ángel?
.- Ahh, ya, Ángel si, si Ángel. Si a mí también me ha dicho que es muy bonita. No creo que nos quiera engañar a los dos, bueno sí Ángel lo dice es porque así debe ser.
.- Entonces entramos?
.- Si, claro… pero Sarita yo te invito.. ehh … yo pago…
.- No… no… porque no te puedo invitar yo. Si yo era la que quería venir, tu ibas a tu colegio no?. Yo te desvié, cómo que yo tengo la culpa y por eso yo invito.
.- No… no nadie tiene la culpa. No se trata de eso. Déjame que te invite, eso es todo.
.- Mira hay que dejar que sea Ángel el que nos invita. De él fue su idea y él me ha dado el dinero. Él nos esta invitando. De acuerdo?
.- “Pisquito”? …digo Ángel.
.- Si Angelito…

Martín, no supo cómo replicarle. No creía en la versión en la que se basaba Sarita para dejarlo sin argumento. Creía más bien en el ingenio y la sutileza con que ella le desbarató su varonil crecimiento de que por ser mujer debía ser sólo sujeto de complacencia.

    Sarita fue esa noche como una luna que lo irradiaba con su brillantez,
    Como un cisne que lo enlazaba con su largo cuello y lo atraía a su lago azul
    Que lo llevaba en su barca con sus propias alas, hacia las orillas cósmicas
    Hecha de polvo de estrellas.


.- Sabes en que mes estamos, Martìn? .- Le preguntó su padre desde la mesa donde trabajaba.

.- Yo creo que setiembre.- Respondió Martín que estaba cerca de el, insertando un hilo.
.- Sabes cuándo es tu cumpleaños?

.- El doce de diciembre.
.- Y sabes cuándo es el de tu mamá? 
.- No… no lo sé, cuando es?

.- El próximo dieciocho de octubre, ella está cumpliendo cuarentaicinco años. Martín no se sí estás de acuerdo conmigo que establezcamos esa fecha como el día de su recordación, el día que la recordemos cada año, simplemente el día que le guardemos memoria, no debemos dejar que quede sepultado en el olvido, c reo que es todo lo que debemos hacer para honrar su memoria.

.- Viejo… pero que podemos hacer si no sabemos dónde está?
.- Martín, hijo para hacerle una  honra no hay necesidad que se halle presente. Recuerdo que el acto que se hace por un cuerpo sin vida, tiene un carácter simbólico, es la forma como manifestamos el pesar por su partida. Sino está el cuerpo algún objeto que le perteneció puede tomar simbólicamente ese lugar. Hay cosas que ella quiso mucho, como por ejemplo su primer uniforme de enfermera que ella lo quiso conservar siempre, con un mechón de su cabello que se cortó el día que se graduó, las prendas de su pollera que ella vestía cuando volvía a su pueblo para las fiestas de su comunidad y así otras cosas más que todavía se conservan, gracias a tu abuela que las supo cuidar. Todas estas pertenencias las ponemos en el cajón, la llevamos al cementerio, lo enterramos, así le habremos dado el gusto de tener una tumba.

Martín, no decía nada. No quería responder. Lo incierto le parecía un lugar más seguro uy la verdad le parecía un lugar inútil. Aceptar su muerte seria como tapar las salidas de su evasión. La duda era un lugar que aceptaba como lugar de sus refugios. Aceptar su muerte seria como aceptar que la despojen de su alma  y le borren su  existencia. Quería clarificar sus ideas y recurrió a sus sueños, creía que escondían algún significado y el creía mas en ellas.
.- Siempre sueño que voy al mar solo y mi mamá está allí esperándome y me dice, “Te has demorado, pronto habrá un dia que vendrás temprano y allí si te podre llevar a mi casa. Ella me carga y me pasea por la orilla de la playa, luego me dice vuelve porque tengo que volver a mi casa. Yo le quiero seguir pero allá desaparece en el mar.

.- Martín, eso es sólo un sueño. Quizá estés pensando mucho, creyendo que allí la lanzaron.
.- Si… yo creo que sí. Yo creo que la han lanzado al mar. Pero ya no quedara nada de ella porque los pescados se comen su carne o los caracoles o el agua misma hace que no quede nada. Yo le voy  a hacer una cruz y la plantaré en la orilla del mar y todas las veces que vaya le llevaré flores y se las pondré allí.
.- Martín, si ese es tu deseo, solo tienes que cumplirlo, estás en tu derecho en expresar tus sentimientos de la forma que te parezca. Lo harás como lo tienes pensado, pero haremos también como lo tengo pensado yo. Tendremos dos motivos suficientes para que nunca la olvidemos.
.- Si está bien.- dijo Martín con su voz desfallecida.

Al día siguiente fueron donde un carpintero y el dieron el encargo que le confeccionara dos cruces y una pequeña caja de madera. Pasaron el resto de la mañana haciendo compras.
Martín, salió por la mañana, había sido llamado por la Liga departamental de Boxeo. Él ya figuraba en su nómina como boxeador amateur, categoría juvenil. Estaba en sus planes promocionarlo y conducirlo de manera profesional. Le estaban reconociendo su talento y la promesa que él podría resultar sí se sujetaba a indicaciones precisas y en su plan que le diseñarían, que él tendría que observar y cumplir tanto en su vida privada como en la deportiva.

Cuando Martín volvió a casa su ser se desbordaba de alegría. Era la expresión misma del júbilo y el entusiasmo. Le habían con firmado su primera pelea oficial de su categoría. Él tenía el boletín de la programación y lo mostraba radiante de emoción. Hortencia y  Leandro lo miraban conmovidos, hubiesen querido brincar con el de euforia, de compartir su dicha. Con mucho agrado le hubiesen dedicado palabras elogiosas y le hubiesen deseado éxito  en esa faceta de su vida que el acababa de descubrir. Pero ellos no compartían su ferviente deseo. No era lo que deseaban para él. Para Hortencia saber que se liará a golpes como otro muchacho como el, solo por el dinero, la fama o algún otro privilegio, constituía una exacerbación de la impulsividad reprimida, veía en aquel deporte, el grotesco goce de los espíritus represivos, la continuación de los bochinches callejeros sobre un entarimado donde se debe avasallar al rival hasta dejarlo al borde de la inconsciencia. No quería ver a Martín prematuramente fracasado, hundido en algún vicio. Si fracasase en ese intento de alcanzar la fama. El camino de su perdición estaría asegurado. Sabía que Martín tenía fortaleza de espíritu, la calle lo había endurecido, pero también lo había visto caer en sus abismos. Ella conocía ese lado proclive, conocía las dos almas de Martín, sabía que tras su careta de bravucón y pendenciero, hay un niño lastimado, herido que oculta el potencial de su agresividad en la levedad de su adolescencia. Y eso de machito pega a todos, que se pelea con cualquiera incluso están do en desventaja en tamaño o edad, no es mas que abrir el canal de su acumulada violencia. Hacer sentir el dolor físico al otro para que el dolor interno de su alma encuentre alivio. A ella no solo la perseguía esa premonición que ella misma se atribuía, por creerse conocedora de los quebrantos del destino. “Los caminos de Martín están empedrados de mitos trágicos que mas tarde lo acercaran a su fin”. Quiso ponerse de espaldas, quería situarse en la simplicidad de su indiferencia, pero ese saber más se lo impedía. Sabía algo más del destino de Martín, porque en un  exceso de  credulidad decidió consultar con los embelesos de la clarividencia y en la superchería de un chamán. Había concurrido a donde uno de ellos, él “Taita Marcelino”, un primo de ella, muy conocido por solventar esas artes allá en su pueblo de donde ella es también originaria. Quería saber que destinos aguardaba a Martín. El “Taita” no quiso hacerlo consideraba a Martín un miembro de su propia estirpe por llevar la misma sangre y  considerarlo también dechado de los mismos poderes. Además para él, Martín con sus diecisiete años era todavía un alma pura, que no debía ser perturbada  porque todavía estaba bajo la égida de Dios. A tanto ruego e insistencia de su prima Hortencia, el “taita” aceptó, pero le advirtió que algún día llorará su arrepentimiento  por querer inmiscuirse de forma flagrante  en la esfera espiritual donde está escrito el designio de Martín.

En medio de sus consabidos ritos, pasando la coca por sus manos, evocando a los Apus y en aparente estado de estremecimiento, dijo que había recibido respuesta que no era de buen augurio. Comenzó a hablar  en su aletargamiento; “Crecerá como un potro salvaje, sin dejarse domar, sin dejarse cansar, sin dejarse apartar por la lluvia, ni dejarse empujar por el viento, sus manos tendrán la fuerza de las olas, en su pecho arderán las arenas del desierto. Tendrá la astucia del puma  y la fuerza de las garras en sus manos, saltará con facilidad entre los peñascos y sabrá cuidarse solo entre los bosques. Lo buscarán para cazarlo y el podrá eludirlo con sus saltos, pero no podrá eludir una certera bala que le atravesará su corazón”. Cuando Hortencia escuchó todo aquello se le encogió el corazón. En comprender el momento se negó aceptar esa premonición y luego se culpó en mil reproches por haber acudido a ese tipo de averiguaciones. Hortencia se juró guardarse ese secreto hasta la tumba. De aquello no llegaría a saber ni Martín, ni Leandro, preferiría vivir estrujada por sus remordimientos que delatar su desafortunado atrevimiento.

Leandro, atrapado en lo crucial de su momento, empinado en lo interior de sus fuerzas, lucharía por no sumergirse en las brumas del desconcierto, debía idearse una salida a las pretensiones de Martín. No quería verlo solo como un sujeto potenciado en sus músculos, buscando alcanzar la letal plenitud de sus dos puños  como dos únicas contundentes razones, para desmoronar a su rival que también quiere alcanzar lo mismo. No quería que toda la amplitud de sus facultades quedase reducida solo a eso. Martín allí delante de él, con la hoja en la mano esperando que su padre la recibiera, afectándole con su presencia, resultándole un desafío. Leandro,  alargaba el momento, sentía la efusividad de Martín con un cascabeleo en su cabeza, no permitiéndole tregua a su razonamiento. Si intento por darle una respuesta giraba por su cabeza como un  carrousel, sin detenerse. Forzó un disimulado agrado y recibió de Martín la hoja y se dio de palmo con lo que estaba allí escrito:

     Explanada del Estadio Nacional
     Sábado 15 de noviembre
     Primera pelea preliminar de la noche
     Hora: 6.30 p.m.
     Categoría juvenil: Peso pluma
     Martín Pastrana “Pinku” Vs. Eladio Cueva “Huasòn”.

Leandro, se quedó mirando el papel largo rato. Su perplejidad giraba en torno a su cabeza como un mundo vacío, la hoja temblaba en sus manos, como si en ella Martín le estuviese enumerando todos sus argumentos, los argumentos pre de su niñez cuando quedó sólo y abandonado y los pos de su adolescencia con su padre queriendo juntarse en un reencuentro. Pero en todo ello había un solo argumento llamado Martín y Leandro no tenía los poderes para impugnarlo. Aquellos renacimientos que surgen del alma no se les pueden impugnar, no podría impugnarle ni su alegría, ni su esperanza. No podía impugnar a su hijo con la égida de su impotencia, porque sería prolongar su culpa. Debía desprenderse de su desconcierto  y ofrecerle una respuesta. Sentía que la realidad lo constreñía y lo empequeñecía, que lo llevaba en retrospectiva al tiempo cuando él también fue un adolescente y allí recordó ese mismo momento cuando recibió del profesor su libreta de notas y tenía que mostrárselo a su padre y que por cierto las notas no eran buenas. Su padre con la libreta en la mano y con los ojos fijados en ella, daba vueltas por la sala de la casa y él allí parado, tembloroso, esperando la reacción de su padre. De pronto en tono irónico su padre le cantó su respuesta: “ Ahh… esto tiene arreglo, en vacaciones, a trabajar conmigo, no hay propina para el fin de semana , ni para el cine, tú mismo te lavaras la ropa y si esto se vuelve a repetir, te saco de la escuela y te vas a juntar chatarra conmigo.” 

Para  Leandro ahora los roles se debían invertir y la realidad la debía de reinventar. Ahora él en el fingido rol de padre, recibía fingidamente la libreta escolar de su hijo y además debía fingir que veía en ella notas sobresalientes y que estallaba en una fingida ola de alegría. Se acercó donde Martín y le dio un efusivo abrazo porque su hijo en su ferviente deseo se lo estaba permitiendo.

Continua...





  

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