TOMEQ Y LA DEFENSA DE
CHANKILLO
El verdor de la costa norte del Tawantinsuyo
volvió a renacer, luego que el ultimo “Fenómeno del Niño” asolará la región,
entre los años mil 200 años AC y provocaron el colapso de los Muchiq 600 años
después de Cristo y el desplazamiento de los Chimú, luego que sufrieran una
terrible y fatídica inundación de sus tierras de cultivo y viviendas, según está
escrito en documentos y estudios científicos, que certifican lo vertido, que
obligaron a su desplazamiento en grandes masas a lugares distintos y distantes
de su lugar.
Volvieron
a surgir nuevamente grandes bosques de algarobos, taras, huarangos, carrizos
entre otras especies en donde corrían a su libre albedrio las llamas, alpacas,
zorros, vizcachas que mayormente se agolpaban en las ribera de los rios Sechin
y el rio Grande y pequeñas lagunas en donde se podían cazar bagres, robalos,
camarones en aguas límpidas y pobladas de aves multicolores que a diario
llegaban a alimentarse, al igual que llegaban a beber todos los animales que
poblaban el monte que aun permanecía alejado e incólume de los seres
humanos.
Este
desplazamiento de los Muchiq llevó a que los guerreros venidos del norte
asaltaran el “Templo de Sechin” y cayeran rendidos bajo la tutela de una mujer guerrera que dirigía las tropas casi
sin mayor enfrentamiento fueron vencidos y sometidos bajo la tutela de las
tropas invasoras. Impusieron nuevos mandos y directivas que ellos encabezaban.
Respetaron al Curaca, y su familia, mientras que a los jefes se les relevó de
sus cargos, obligándoles obediencia a su jefa que se apostó en el templo junto
a sus jefes que formaban parte de la corte, obligando a sus guerreros a
tomar las mujeres que quisieran y
hacerla su pareja aunque sea a la fuerza. Solo bastaba que le gustara para
cometer la tropelía.
Esta
ocupación no duró mucho tiempo, porque sucedió lo que ellos preveían. Llegaron
tropas de guerreros poderosos provenientes del Imperio Chimuq que había
avasallado a los Muchiq, quienes en base al dialogo los conminaron a rendirse y
así fue, se evitó el derramamiento de sangre y en forma pacífica tomaron el
control de todo el valle.
Eran
tiempos muy difíciles para todos. Ni los vencedores podían estar seguros de
haber alcanzado el triunfo porque conocían o tenían información que más allá de
las fronteras alcanzadas al sur, se
encontraban asentadas fuerzas poderosas
que miraban en dirección al norte, y solo era cuestión de tiempo para tenerlos
cerca. Lo único que debían hacer es prepararse para la guerra que era inevitable
para sobrevivir o perecer en su intento.
En
Paramunqa se encontraban descansando las tropas del poderoso ejército Inka al
mando de Tupaq Yupanqui, hijo del Inka Pachacuti que venía desde el lejano
Qosqo a conquistar las “tierras calientes” del norte del Chinchaycocha. El Inka
Tupaq Yupanqui conocía desde ya la existencia de un pequeño reino llamado
Sechin por intermedio de sus agentes de avanzada que sigilosamente vigilaban
desde puntos estratégicos al enemigo que debían enfrentar.
Era
primavera tiempo de escases de agua en la costa norte del Tawantinsuyo, todavía
los ríos no acechaban con “Huaycos” ni se sobrecargaban de agua, mejor tiempo
no podía haber para proceder a la toma del lugar. Primero el hijo del Inka
ordenó que un número considerable de hombres y mujeres se dirigieran al valle
de Sechin para conminarlos a una rendición pacifica, como era costumbre de los
inkas. Les ofrecían el respeto a sus
dioses, a sus autoridades, siempre y cuando los dejaran gobernar a ellos. En
caso contrario los tomarían por la fuerza de las armas con la consiguiente destrucción
que ello implica.
Llegaron
al valle en un recorrido que les tomo dos días y medio de camino. Fueron
alrededor de 5,000 hombres, mujeres y jóvenes que llegaron en son de paz, bien
ataviados con sus uniformes de colores, portando su bandera de siete
colores y entonando canciones guerreras,
con bailes y comparsas que literalmente asustaron a los lugareños. Les
ofrecieron Chicha, panes y regalos a los jefes con quienes se entrevistaron. El
recibimiento fue frio y sin respuesta a su requerimiento. Se tomaron varios días
para saber cuál era la decisión final de los lugareños.
Era
el quinto día que el jefe Apusquipays recibió muy temprano en su tienda militar
la presencia de una delegación de cinco jefes Chimuq, al mando de Tomeq, un
joven guerrero que era el interlocutor válido para esta tratativa. Luego de los
saludos de rigor, Tomeq tomó la palabra en su Lengua
Quingnam, que por intermedio de un traductor escuchaba sentado en un taburete
atento el jefe Inka. Terminada su alocución esperaron atentos la respuesta que
fue un tajante: !Manan (No)!!!. Se levantó el Apusquipays, y con la mano en alto
les dijo !fuera!!! (Haua)!!!. Salen los guerreros con Tomeq al frente y se dirigen a sus
huestes que los esperaban fuera del templo, dialogan y terminan lanzando
arengas de lucha y se retiran con destino desconocido.
Se había
agotado el ultimo dialogo de paz entre las partes, y lo único que le quedaba al
jefe guerrero Inka era enviar de inmediato a un Chasqui con la comunicación
verbal y en quipus en donde iba toda la informacion numérica de las tropas y
demás datos que le interesaba al Inka y su alto mando acantonado en la
fortaleza de Paramonqa...
Continuará...
Excelente artículo.
ResponderBorrarGracias amigo Jose Paul, por tu comentario que me anima a continuar adelante...
ResponderBorrarlas personas que deseen tener el cuento completo por favor solicitarlo por este medio, y les enviare con mucho gusto amigos... Un abrazo a la distancia...
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