viernes, 16 de diciembre de 2011

PERFUME PERSONAL.- Relato- Autor/ Augusto Llosa Giraldo



PERFUME PERSONAL

He vuelto a oler el perfume perdido de tu traje, y me pareció nuevo,  seguramente por el tiempo trascurrido: esencia pura de flores y maderas exóticas de insuperable fragancia y gusto refinado, característica tan tuya, tan nuestra, que tiene un olor  peculiar, inconfundible qué a kilómetros podría  identificar con el suave  roce del viento, y  aunque intentaras cambiar de producto, siempre sabría probar que es el  tuyo, cómo tu muy  bien darías con el mío.

Es que esa costumbre de olernos a plenitud a lo largo de nuestro cuerpo: vestidos o desnudos nos ha desarrollado una suerte de olfato perruno  muy sensible que nos permite a lo lejos encontrarnos. No podríamos alejarnos  si acaso  uno de nosotros tratara de huir cobardemente.  Sería nuestro perfume personal  el mejor instrumento que contribuiría a la captura de uno de nosotros.  Acaso no lo has intentado mas de una vez, cuando pretendiste abandonar mi cariño, y tan pronto cómo te alejaste   te encontré bañándote en un río, ¿lo recuerdas¿ Fue tu aliento con sabor a  pomarrosa  el que me guió a tu encuentro.

De esa fecha ya no los intentado porque al parecer te has convencido que nuestro amor ha conjugado una suerte de fórmula secreta, especial no sólo con el perfume que emana de tu cuerpo, sino con la tibia brisa que baja de los montes, que al mezclarse  ésta   fluye por nuestros poros desesperadamente hasta el corazón, siendo una especie de antídoto contra el tiempo, y la inmortalidad  fugaz que se diluye. Acaso no te has dado cuenta qué cuándo orinas, silenciosamente huelo a escondidas los residuos fraganciosos que expelen tus  entrañas; excitándome hasta la erección de todos mis sentidos comunes que nos aman,  que al primer encuentro por más pequeño que este sea, se funden con el calor electrizante del amor. Amor nacido de la primera mirada que me diste  una mañana tibia de marzo, cuando el sol aún bosteza,  y yo te miraba absorto por la ventana  de mi casa. Fue inevitable,  habíamos nacido para amarnos.





No hay comentarios.:

Publicar un comentario