martes, 14 de mayo de 2013

LA GUERRA DE LOS CUCHILLOS (Relato) Autor: Harold Agreda Leòn


LA GUERRA DE LOS CUCHILLOS
(Relato Porteño)

(A mi estimada amiga Sheila Rosales Díaz)

En el desembarcadero artesanal de nuestro hermoso distrito de Comandante Noel; la mayoría de las personas que vienen a trabajar de manera humilde viven fundamentalmente de la pesca artesanal aunque en nuestros días debemos de reconocer que el nivel de la pesca porteña ha bajado y en algunos casos es escasa la producción debido a varios factores como por ejemplo uno de ellos es la depredación de las mismas especies marinas que con el correr del tiempo se alejan a las zonas más alejadas de nuestro mar.
En la actualidad el desembarcadero se constituye como una área de trabajo para hombres y en especial para las mujeres del Puerto Casma, Barrio Piura, San Diego e incluso de la misma ciudad de Casma, todas esas personas son de condición humilde que a base de esfuerzo y sacrificio se ganan la vida con el sudor de su frente.

Las pejerreyeras porteñas  son mujeres que se dedican al proceso del codiciado y famoso pejerrey, la labor de ellas consiste en cortarle la cabeza y con una cucharita sacarles las vísceras y echarlas a la caja y luego los compradores con sus ayudantes se encargan de comprarlos y ponerlos en las canastillas que finalmente sean pesadas y llevadas al mercado.
Esta humilde labor donde mi persona forma parte, es simplemente fácil no es cosa de otro mundo; no hay horario fijo de entrada ni de salida todo depende del reparto que llega de la zona de pesca o en las horas que vienen las embarcaciones con su producto para después descargarlos en el muelle.      

Las mujeres para trabajar utilizan cualquier clase de cuchillo lo importante es que tenga buen filo como mis dientes, y de paso llevar una buena madera para trabajar con más facilidad.
En algunos casos fui testigo de cómo los “cochos” (pelícanos) incomodan a las propias pejerreyeras, estas grandes aves con su largo pico torcido logran en ocasiones apoderarse de varios peces lo que provoca la reacción de las mujeres que a golpes o a patada limpia logran espantar a las molestas aves, pero en el fondo los “cochos” solo lo hacen por necesidad, por el hambre que le apremia. Hay  que  analizar y comprender el  natural carácter de nuestra humanidad.

Recuerdo que  la temporada del año pasado los compradores a consecuencia de la  escasez del pejerrey tuvieron que bajar el precio inicial de 70 a 50 céntimos el kilo,  hecho que a pesar de ser comunicado no se logró llegar a ningún acuerdo lo que motivo que las pejerreyeras se volvieran a reunir y tildaron de traidores a los compañeros que incumplieron con su palabra y un día por la mañana reunidos desde el desembarcadero tomaron la firme decisión de exigirle  al resto del grupo de la parte baja que  respeten su compromiso, las mujeres enardecidas y eufóricas comenzaron a gritar y lanzar frases fuertes y en algunos casos con improperios y  bromas de mal gusto.

Nuestra amiga la señora Luces lideró esta  movilización desde el muelle hasta la parte baja y fue así como en medio de la cólera y la incertidumbre hicieron llegar su voz de protesta, y  en ese pequeño recorrido se lanzó a viva voz algunas conocidas arengas y este famoso lema:
“Arribas compañeros, palmas combativas”…
La cuestión es que las aguerridas mujeres llevaban cuchillos en sus bolsillos o en   sus manos; esta escena me recordó a las legendarias amazonas mujeres guerreras de  tiempos pasados que la historia peruana  registra en sus memorias.
Cuando ambos grupos se encontraron cara a cara con el otro grupo de la señora…. Rufina,  parecía el encuentro de “dos mundos” y en un momento  pensé que iba a arder “Troya” y desatar de paso la temida “guerra de los cuchillos”.
Gracias a Dios no pasó nada malo en  este incidente,  no provocó ninguna desgracia para mi alivio de todos,  los grupos de ambos bandos liderados por las señoras Luces y Rufina sólo  intercambiaron algunas palabras y de miradas fuertes, solo palabras que se las llevó el viento. Aquel encuentro de “dos mundos” diferentes,  apenas duró unos cuantos minutos y al final de este episodio porteño cada grupo tomó su propia decisión y decidieron llegar a un acuerdo pacífico,  es decir que cada persona sea responsable de sus actos y cumpla con su palabra. Al final  las mujeres se manifestaron satisfechas  y se marcharon cada uno por su lado y regresaron a sus humildes hogares para volver a rehacer sus labores cotidianas de cada día esperando encontrar un mejor porvenir para todas ellas.     


1 comentario:

  1. Mi saludo fraterno a los pejerreyeros que nos dan una gran lección de esfuerzo con su trabajo HACIENDO PERÚ.

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