miércoles, 12 de junio de 2013

LOS AMIGOS QUE NO SON AMIGOS. Relato.- Autor: Víctor Hugo Dueñas

LOS AMIGOS QUE NO SON AMIGOS


En la pasiva ciudad norteña de Casma, habitó Alberto que solo vivía con su padre que se dedicaba a largas jornadas de trabajo en los campos agrarios por ser un técnico agropecuario, que enviudo a los pocos años en que nació su único hijo, con quien tuvo que aprender a los quehaceres del hogar.
Alberto y su padre vivían en una casa humilde donde día a día se tenía que enfrentar a la pobreza que le exigía  esfuerzo para atender las necesidades de su hijo quien no solo destacaba por su ímpetu sino que también en el barrio por ser atento y respetuoso: además de ser un alumno aplicado que a pesar de no tener los recursos económicos, era el más puntual, aseado y cumplido en colegio donde estudiaba.
La niñez de Alberto concurrió con el anhelo de vencer sus necesidades y labrarse para él y para su padre una futuro mejor; en un anochecer  cuando la vela que alumbraba las tristes noches de Alberto se acabó y que por falta de dinero se quedaron en total oscuridad que aprovecharon padre e hijo para conversar.

-          Alberto, hijo mío la vida nos  da ha dado lecciones que nos ha permitido superar nuestras limitaciones y lo único que deseo para ti es que crezcas y te hagas un hombre de bien – refirió con voz entre cortada su padre.
-          Entonces el hijo acaricio a su padre y le dijo: - Padre, tú te esfuerzas por darme lo mejor, y te prometo que cuando sea grande trabajaré para que juntos salgamos de la pobreza.

  En el barrio, por la tarde Alberto solía jugar con los amigos y en una de las tardes, luego de jugar a la pelota, intercambiando deseos con sus compañeros se expresó de tal manera que  los otros niños se quedaron asombrados.
-          Bueno amigos – Señaló Alberto – Todos compartimos las tardes de juego, hoy nos hemos dado un tiempo para conversar del futuro que cada uno de nosotros queremos, tengo la firme decisión de ser  profesional y que devuelva todo el amor y sacrifico que me ha dado mi padre durante estos años – con un mirada altiva expuso Alberto. De inmediato uno de los chicos que estaba cerca de él, comentò:
-          Alberto, hagamos un pacto de amistad para que cuando uno de nosotros este en desgracia los demás nos apoyemos –Este pacto fue un acuerdo que todos aceptaron.

Fue transcurriendo el tiempo, Alberto convertido en un joven inquieto, vivió otros momento de desgracia al perder a su padre quien falleció en el hospital local producto de una enfermedad que poco a poco acabo con él y que fue desconocido por su primogénito, quien tardó en superar  este lamentable suceso – Allí estuvieron junto a Alberto los amigos con quienes hicieron el pacto en la niñez. Le brindaron el apoyo emocional que requirió. Entonces Alberto se quedó solo en casa donde el recuerdo de sus padres le impulsó a tomar de decisión de enrolarse el ejército donde también destacó por su orden y disciplina. Al culminar su servicio militar incursionó en la misma actividad a la que se dedicó su padre, técnico agropecuario.
Trabajo arduamente junto a los amigos de la infancia y no perdieron la costumbre de frecuentarse en la tarde de los fines de semana que los reunía el deporte y el brindis amical.
En una de esas tarde. Uno de los amigos, llamó  a todos los compañeros, entre ellos Alberto, puesto el más intranquilo de grupo había sido detenido.
-          Lamento comunicarles que Enrique necesita de nuestro apoyo lo han detenido porque  ha sido uno de los integrantes de banda que se han dedicado a robar en esta zona – Los amigos se asombraron de este hecho y manifestaron su decisión de colaborar.
-          Alberto, a quien los demás consideraban, señaló: - Enrique nos necesita, seguro que tuvo urgencia que lo llevaron a delinquir, nosotros que somos su amigos debemos apoyarlo – esto generó la reacción de los amigos y uno de ellos, exclamo:
-          Alberto, tiene razón, hay que apoyarlo. Así los amigos se  unieron y lograron que Enrique sea puesto en libertad.
Después de varios meses, cuando asomaba la llegada de un nuevo día, cuando Alberto descansaba tranquilo en casa, llamaron con insistencia a la puerta y Alberto preguntó - ¿Quién es?,  Enrique cubriéndose parte del estómago, le pidió que lo ayudara – Soy Enrique, Alberto estoy herido y me desangro. De inmediato  Alberto le abrió la puerta y lo llevo hasta su cama saliendo en búsqueda de un médico que llegó tarde y no pudo evitar la muerte de Enrique que se había convertido en un avezado delincuente
Los amigos nuevamente se unieron el dieron cristiana sepultura al amigo que los decepcionó  

El tiempo siguió pasando, el pacto que Alberto y sus amigos hicieron durante la niñez fue consolidando la amistad de ellos, apoyándose en cada circunstancia en que uno de los del grupo pedía la ayuda de los demás.
Carlos, era uno de los amigos que había alcanzado una  economía estable y una calidad de vida que le permitía viajar continuamente. En uno de sus viajes sufrió un accidente de tránsito que acabó con su familia que recién había constituido. Enterados de este suceso  Alberto  no dudo en llamar a los integrantes de su grupo y nuevamente cumplieron el pacto de amigo que hicieron y que supieron respetar en cada ocasión que se presentaba.
-          Ahora es Carlos  quien nos necesita, él no nos pide dinero, lo que tenemos que hacer por èl es no abandonarlo en estos momentos en que ha perdido a su esposa e hija. – Señalo contraído Alberto.
-             Nosotros somos amigos, hicimos nuestro pacto de niños y lo estamos cumpliendo – dijo uno de ellos – No abandonaremos a nuestro amigo Carlos, lo apoyaremos y para ello nos turnaremos para acompañarlos mientras logre superar esta desgracia.
-          Alberto acotó: somos siete y propongo que cada uno de nosotros acompañe a Carlos cada día de la semana. La propuesta fue aceptada y se hizo el sorteo para determinar el rol de compañía. Alberto fue designado para los días lunes.
Demostrando el valor de la solidaridad, Alberto  durante un buen tiempo visitó y acompañó a su amigo Carlos todos los días de la semana y pudo darse cuenta durante este periodo de visitas que no todo cumplieron con lo acordado, ya que más de uno no llegaba en el día que le habían designado. Ante ello no reprocho y siguió apoyando a su estimado amigo, quien no pudo afrontar la complicada crisis que le había generado la depresión a la cual cayó por haber perdido a su esposa e hija. A pocos meses de decaer su salud murió en brazos de Alberto a quien le llego decir:
-          Amigo Alberto, no juzgues a los demás, tuvieron la voluntad de ayudarme pero no pudieron hacerlo, gracias a amigo nunca los abandones y vela porque nuestro pacto se cumpla a pesar del tiempo que no va envejeciendo  - Alberto, no soporto y rompió en llanto.
En el barrio, se había conformado un comité pro veredas. Los vecinos buscaban mejorar la condición de vida con una adecuada infraestructura urbanística, por eso coincidieron en proponer a Alberto como presidente del comité, todos respaldaron esta propuesta y se iniciaron diversas gestiones y organizaron más de una pollada para recaudar los fondos económicos que hicieron posible en breve tiempo la construcción de las anheladas veredas en el barrio. Evidentemente emocionado, el presidente del comité – Alberto – aprovecho la ceremonia de inauguración para decirles a sus vecinos.

-          “Queridos vecinas y vecinas iniciamos esta obra con la duda de muchos, porque creyeron que no lograríamos la construcción de nuestras veredas, pero gracias a la participación de la mayoría de ustedes hemos logrado nuestro objetivo. Me complace decirles que la unión hace la fuerza, y gracias a colaboración de nosotros mismos le hemos dado una lección a nuestro Alcalde que ha hecho oídos sordos a nuestro pedido. Estas veredas simbolizan la unidad de nuestra comunidad que sorteando nuestras diferencias y necesidades  hemos concretado nuestro viejo anhelo, ahora caminaremos sin empolvarnos. Gracias amigos y amigas”Los vecinos de Alberto saludaron el mensaje del Presidente del comité que había cumplido su objetivo – los aplausos no se hicieron esperar.

Así, Alberto se ganaba el aprecio y estima de los vecinos del barrio en donde todos destacaban sus cualidades de buen vecino, solidario y respetuoso que en cada uno de actos que le permitía llevar a la práctica todo aquellos que le impartió su desaparecido padre en cuya memoria en todo momento se desempeñaba con responsabilidad, esmero, dedicación y sobre respetando a su prójimo.
Sus vecinos no se cansaban de recordar la infancia y juventud sufrida de Alberto a quien casi siempre ponían de ejemplo en las tertulias familiares que se daban en cada una de las casas del modesto y unido barrio en donde creció Alberto junto al recuerdo de su madre que falleció a pocos años de su nacimiento  y de su padre a quien recordaba por su don de hombre honesto y trabajador.

Alberto por su condición de Técnico Agropecuario, cumplía su trabajo cotidiano en una conocida hacienda del Valle de San Rafael donde también era apreciado por sus compañeros de trabajo. Allí le dio la oportunidad de trabajo a Manuel y a Fabián, quienes sin considerar la amistad desde niños decepcionaron a Alberto a perpetuar un robo que puso en duda la honorabilidad del amigo que les extendió la mano y que nunca fue mezquino para apoyar a su prójimo.
Alberto fue denunciado, procesado y sentenciado por el robo que nunca cometió. Sus amigos que no supieron valorarlo no repararon en testiguar contra él en el juicio que lo llevó a prisión, donde tuvo que aceptar su destino que le deparó desde temprana edad, desgracia tras desgracia.
¿Dónde están mis amigos?, se lograba leer en una de las sucias paredes de su fría y solitaria celda que se convirtió en su única compañía durante su permanencia en un centro penitenciario donde a pesar de la traición  de Manuel y Fabián nuevamente confió en la amistad. Ganó amigos con quienes hizo menos penosa su carcelería.

Los amigos que junto a él hicieron el pacto nunca lo visitaron, lo abandonaron y jamás le dieron el apoyo. En el barrio donde supo darse de lleno a su prójimo le pagaron con indiferencia y lejos de ayudarlo nunca se interesaron por respaldar la inocencia que Alberto proclamaba.
Envuelto en la nostalgia y aceptando el olvido de los amigos Alberto aceptaba que el destino se había encargado de hacerlo vivir entre desgracia y desgracia. Vivió sus últimos días de vida en el total olvido y desamparo, él que siempre supo apoyar a su prójimo y que nunca dudo en ser solidario con lo demás experimentó que los amigos que profesan amistad nos  decepcionan y se convierten en expresión de desdicha.
En la lápida polvorienta de su tumba, algún desconocido escribió: “ALBERTO, TE AGRADECEMOS Y TE RECORDAREMOS, GRACIAS… CON CARIÑO TUS AMIGOS QUE  FUIMOS TUS AMIGOS”.

-          AUTOR: VICTOR HUGO DUEÑAS MEDINA
   





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