jueves, 28 de enero de 2016

LA FIESTA.- Por: Augusto Llosa Giraldo


LA FIESTA

Nos conocimos en una noche de fiesta, entre tragos y bailes  en algunos casos bastante desaforados que animaban el ambiente festivo. Era verano y el calor atosigante nos hacía sudar a “chorros” pero igual disfrutábamos la fiesta hasta el amanecer.

En estas circunstancias nos miramos, sonreímos, y de verdad me caíste muy bien, igual que yo a ti, nos presentaron los amigos que nos conocían, nos saludamos y allí comenzó nuestra relación que a decir verdad fue efímera pero intensa.

Terminada la fiesta o mejor dicho el cumpleaños de uno de nuestros amigos, un grupo de nosotros nos quedamos dormidos, borrachos y cuando despertamos nos esperaba un suculento “calentado” de pepián con seco de carnero, que había sobrado de la noche anterior, el cual por supuesto nos animó el espíritu e hizo volver a la realidad, y luego decidimos ir al río a eso de las nueve de la mañana. Y ni bien llegamos de inmediato nos zambullimos en las aguas frías  del río que por ese entonces estaba bastante cargado.

Allí comenzamos a jugar entre nosotros echándonos agua, arena, barro, entre risas y carcajadas que animaban nuestra presencia para sorpresa de muchos chóferes que pasaban por el puente Carrizal, y los eventuales trabajadores que transitaban a pie o en bicicleta. En estas circunstancias la cercanía de tenerte muy cerca, entre manotazos y coqueteos me deje ganar por tu sonrisa y las caricias furtivas que recibía hasta que finalmente nos llevó a que hiciéramos el amor, entre el follaje verde que nos cubría y el agua fresca que discurría por nuestros cuerpos sedientos de amor.


Este es el primer y único recuerdo que guardo de ti, más allá de habernos visto en varias oportunidades,  que el tiempo se encargó de  separar, hasta que hoy día hemos vuelto a reencontrarnos entre caricias y besos que me hacen suspirar como el primer día que nos conocimos hace muchos años atrás.





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