LA FIESTA
Nos
conocimos en una noche de fiesta, entre tragos y bailes en algunos casos
bastante desaforados que animaban el ambiente festivo. Era verano y el calor
atosigante nos hacía sudar a “chorros” pero igual disfrutábamos la fiesta hasta
el amanecer.
En
estas circunstancias nos miramos, sonreímos, y de verdad me caíste muy bien,
igual que yo a ti, nos presentaron los amigos que nos conocían, nos saludamos y
allí comenzó nuestra relación que a decir verdad fue efímera pero intensa.
Terminada
la fiesta o mejor dicho el cumpleaños de uno de nuestros amigos, un grupo de
nosotros nos quedamos dormidos, borrachos y cuando despertamos nos esperaba un
suculento “calentado” de pepián con seco de carnero, que había sobrado de la
noche anterior, el cual por supuesto nos animó el espíritu e hizo volver a la
realidad, y luego decidimos ir al río a eso de las nueve de la mañana. Y ni
bien llegamos de inmediato nos zambullimos en las aguas frías del río que por ese entonces estaba bastante
cargado.
Allí
comenzamos a jugar entre nosotros echándonos agua, arena, barro, entre risas y
carcajadas que animaban nuestra presencia para sorpresa de muchos chóferes que
pasaban por el puente Carrizal, y los eventuales trabajadores que transitaban a
pie o en bicicleta. En estas circunstancias la cercanía de tenerte muy cerca,
entre manotazos y coqueteos me deje ganar por tu sonrisa y las caricias
furtivas que recibía hasta que finalmente nos llevó a que hiciéramos el amor,
entre el follaje verde que nos cubría y el agua fresca que discurría por
nuestros cuerpos sedientos de amor.
Este
es el primer y único recuerdo que guardo de ti, más allá de habernos visto en
varias oportunidades, que el tiempo se
encargó de separar, hasta que hoy día
hemos vuelto a reencontrarnos entre caricias y besos que me hacen suspirar como
el primer día que nos conocimos hace muchos años atrás.
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