martes, 16 de junio de 2020

BURRO ROJO SE PONE ROJO. Autor: Wilmer Martinez Melgarejo


BURRO ROJO SE PONE ROJO


La pequeña San Rafael, se ha convertido en un centro de actividades comerciales, todos los caminos conducen a este histórico pueblo... en camiones, a pie, a caballo, montados en burros, cualquier pretexto es bueno para visitar “El Castillo de San Rafael”, nombre propuesto por papá Nico, que en paz descansa y de la gloria de Dios goza.

La compra de animales, prodigioso pueblo por la gran cantidad de animales, bien alimentados, bien cuidados, y en su diversidad está su secreto, negocio redondo... otros atraídos por la curiosidad que se habla entorno al pequeño pueblo o más bien por un grupo de casas bien distribuidas y con todas sus habitantes solteras, mejor dicho abandonadas por sus cholos recios, ahora “soldados revolucionarios”, miembros del “Ejército Revolucionario de Liberación Rural”, cuyo lema “Del campo a la ciudad venceremos”, hasta los ocasionales turistas se quedan sorprendidos y cautivados: primero por el místico paisaje que tiene el lugar, segundo, por el impresionante observatorio solar prehispánico, el más antiguo de América y del mundo, el castillo de la trece torres, tercero por sus habitantes solteras, las cholas recias que están buenas, que están ricas, bien ricas.

Los viernes se han convertido en una feria, casmeños, mojecanos, sechines, yautinos, buenavisteños, aledaños, muchos llegan por negocio, y también para comprobar el rumor de sus bellas habitantes, tan jóvenes, tan lindas, tan abandonadas, de seguro que necesitan el cariño de un hombre. Aprovechan la tarde para organizar improvisados encuentros de fútbol, y así se inician las pequeñas ferias, ventas en la mañana, fútbol en la tarde, jarana en la noche y estas se prolongan hasta el día siguiente.

Enterados los soldados de “Burro Rojo” de la presencia masculina cerca de sus mujeres, les nace un resentimiento ante su “líder” quien paga sus fidelidades con sendos litros de cañas.
- ¡Esto emborracha, pero no quita los celos!

Recuerdan a sus críos, sus tumbadas, sus pellizcos, sus arpas, sus violines, sus danzas, sus canciones, sus segundas jornadas: simplemente a sus cholas recias, quienes a pesar de sus urgencias, no caían en la tentación de la carne.
Los del pueblo huelen a perfumes; sus cholos, a sudor, ellos tenían un olor natural, a campo, a chacra recién regada, a animal de campo, tan naturales sus cholos...

Burro rojo ha organizado un ataque de destrucción masiva contra este pueblo de oligarcas corruptos e imperialistas, neo liberales, fascistas y otras vainas que no entiendo.

Las ventas en la mañana, el fútbol en la tarde, las jaranas en la noche tienen sus frutos. Los visitantes organizan “un campeonato relámpago de fútbol”, consultan con Anita, ella, complacida, acepta. Para el día 15 de febrero, un día antes, el nuevo pueblo honra a sus dioses, y a los que se fueron y a los que ahora son los eternos guardianes del castillo de las trece torres.

La prueba final llegó, o sucumben ante sus urgencias o muestran su incuestionable fidelidad, necesitan un hombre a su lado, pero ellas quieren que sean sus cholos recios, con ellos llegaron, con ellos se convirtieron en mujer, con ellos quieren vivir, con ellos quieren cantar, con ellos quieren danzar, con ellos quieren morir, con ellos quieren sus segundas jornadas, pero las noches son tristes, la soledad no se cura ni con el silencio ni con el olvido, la prueba final llegó....

La Pequeña San Rafael se compromete a preparar un suculento potaje para el equipo campeón, sacrifican cinco pavos machos, diez gallinas y las parten en presas generosas, mientras en el fogón en una inmensa olla hierve el poro, el apio, la cebolla, zanahoria y los granos de pimienta, el arroz seco y molido. Aparte, en una olla grande, Anita calienta el aceite y agrega la cebolla picada, ajo, ajíes, sal, pimienta y comino. Deja que el aderezo se cocine bien, a fuego lento y en unos cuantos minutos un agradable aroma se esparce por todo el pequeño pueblo, este rico pepián estará acompañado de unas generosas yucas sancochadas, y algunas recuerdan las sabias palabras: Regresarán por el estómago o por una buena zarandeada, para cualquiera de las dos ocasiones tenemos que estar preparadas.
Todas las faenas son acompañadas con cánticos festivos...

- Ya no puede... ya no sopla...
- ¡Ujujuy... ujujuy... ujujuy...!
- Ya no puede... ya no sopla...
- ¡Ujujuy... ujujuy... ujujuy...!

La noticia corre como reguero en pólvora y muchos equipos se escriben con la idea de llevarse los premios y otros para ejecutar “EL RAPTO DE LAS CHOLAS RECIAS”, que están solas, que están buenas, que están ricas... muy ricas.
“Burro rojo” explica a sus soldados su estrategia para tomar por asalto este pueblo de oligarcas corruptos y licenciosos. La fase final de la revolución se ha iniciado... Del campo a la ciudad venceremos.

- Camaradas, llegó la hora de escribir nuestros nombres en los libros de la historia de nuestra patria que nos reclama y nos pide hacer justicia por los que menos tienen y por la igualdad en el reparto de las riquezas, empuñemos las armas del libre pensamiento, la voz revolucionaria llegará a los oídos de estos oligarcas del campo que han sucumbido ante la pobreza moral y se han enriquecido con la necesidad del pueblo. Pero nosotros estamos acá, somos conscientes que somos más fuertes y que nuestra lucha tiene un ideal, la justica de los pueblos por un pan con libertad.... y otras cojudeces que sigo sin entender.

Los cholos recios forman el batallón de avanzada, en realidad es su único batallón, primera orden reconocer el campo de batalla.

Casmeños, mojecanos, sechines, yautinos, buenavisteños, aledaños: todos presentaron equipos y dicen que hacen fútbol: discusión, broncas, reclamos, gritos, insultos, mierdas y conchamadrazos acompañan al campeonato...

- ¡Árbitro, conch...!
- ¡Mierda penal...!
- ¡Goooooolll... carajo!
- ¡Goooooolll... mierda!
- ¡Goooooolll...
- Conchasumadre... goooolll...!

La tarde llega a su fin y el fútbol continúa y se da inicio a la primera fase del ataque, reconocer el campo de batalla, los soldados revolucionarios del “Ejército de Liberación Rural” se confunden entre la multitud, siguen las órdenes según lo planificado. La segunda fase será el ataque de destrucción masiva, a la hora que su líder da la orden, ni un minuto más ni un minuto menos.

- ¡A mí señal... todos atacamos!
- Nadie responde
- ¡De acuerdo...!
- Silencio... todo silencio...
- ¡De acuerdo... carajo...!
- ¡Todos... sí...!
- ¡Somos soldados del ejército del pueblo...!
- ¡Todos... sí...!
- ¡Somos marxistas, leninistas, comunistas...!
- ¡Todos... sí...sí (qué mierda es eso) ¡sí...!
- ¡y todo lo terminado en esta...!
- ¡Todos... sí...sí!

La tercera fase, la logística, los soldados visten su único pantalón negro y un polo negro con la imagen del Che Guevara de quien siguen sin saber nada, un pasamontaña en el bolsillo del pantalón, un pañuelo rojo en el cuello, una honda llamada también huaraca. Todo eso es la indumentaria de un soldado del pueblo o soldado de “Burro Rojo”.

Por fin sale el campeón, las cosas se definieron por penales, tenía que ser así, el árbitro corría el peligro de perder la cabeza...

- ¡A penales, señores...!
Se arma una jarana de rompe y raja, todo es una fiesta, tragos en abundancia, trompadas, broncas en manchas, gritos de victoria, reclamos de los perdedores... baile por aquí, baile por allá...

Las cholas reconocen a sus cholos recios que caminan medio disfrazados.
- De soldados de quién...
- Cojudeces... más pareces de luto...

Los cholos tratan de explicar..., las cholas los jalaron para sus casas.
- Flaco estás... hambre has de tener.
- ¡Come te hace falta...!
- ¡Flaco te tiene ese loco de mierda...!
- ¡Come te hace falta...!
- ¡Carrizo pareces...! ¡Come te hace falta...!
- ¡Para todos...! ¡Come te hace falta...!
- ¿Y los críos?
- ¡Jugando!

Entregan los platos vacíos... miran a sus cholas recias, que están solas, que están buenas, que están ricas... muy ricas... entregaron más platos vacíos... y seguían entregando más platos vacíos... miran las casas nuevas, sus ojos se llenan de lágrimas, las mujeres solas las han construido y ellos jugando a soldados, borrachos empedernidos y sus críos abandonados...

Pero, no hay tiempo para reclamos, bastaron unos empujones, algunos pellizcos, otras tumbadas, su olor natural despierta el instinto de mujer, por fin sus necesidades serán satisfechas... y reclaman sus segundas jornadas para satisfacciones de algunas y reclamos de muchas..., pero así son felices... sus cholos regresaron y eso es suficiente para vivir con ellos, para envejecer con ellos, para morir con ellos.

El comandante Marcos, jefe del “Ejército Revolucionario de Liberación Rural”, montado sobre “el Che” aguarda el momento preciso para su entrada triunfal.
Y llegó la hora para todos, cubre su rostro y enrumba a su victoria final...

- ¿Quién mierda se adelantó? – ¡a mi orden, carajo, es a mi orden!
- ¡Los mato, carajo, los mato...!

- ¡Me quieren robar mi victoria... arre che... arre...!
Para cuando llega el comandante Marcos, jefe del “Ejército Revolucionario de Liberación Rural” la multitud corre de un lugar a otro.

- ¡Ríndanse... carajo... ríndanse..., realizando disparos al aire sin asustar a nadie...
La gente sigue con entusiasmo la quema de un castillo de cinco cuerpos, estos visitantes sí querían impresionar a las cholas recias, los niños saltan y brincan de un lugar a otro, desafiando las gruesas chispas y absorbiendo el olor a pólvora que inunda al pequeño pueblo...

- ¡Ríndanse... carajo... nadie hace caso al comandante, ni sabían que existía, nadie había chupado con “san Marquino” a mucho orgullo... o “san Marquino” para cincuenta mil huevones... todos pensaron que es parte del espectáculo, un payaso disfrazado de guerrillero y ovacionaron tanto realismo! Entre hurras y aplausos reciben lo que ellos consideraban la sorpresa del día... el bullicio llega hasta lo más recóndito del lugar...

Las cholas recias salen de sus casas... sus cholos duermen con unas sonrisas dibujadas en sus rostros...
Todos ven como el cuerpo del revolucionario personaje sale por el aire, todos celebran, todos aplauden...

- ¡Hurra, hurra, hurra...!
Quitan el pasamontaña y reconocen al misterioso personaje...
- San Marquino a mucho orgullo.
- ¡No!
- ¡San Marquino para cincuenta mil huevones!

- ¡El loco de mierda que se llevó a nuestros cholos recios!
Anita se acerca ante tanto alboroto y pide que la dejen sola con el herido... limpia la cara ensangrentada, le da de beber unos cuantos sorbos de caña, el comandante abre los ojos, todo asustado y escucha una voz conocida desde su infancia.

- Todo está bien, no es grave, eso te pasa por estar jugando al héroe y al villano... te pondrás mejor, hermanito... te pondrás mejor, hermanito... san Marquino despierta asustado y ve el rostro de su madre cuando de niño curaba sus heridas... busca su caballo que ya lo había abandonado y sale disparado mirando para un lado y para otro, regresa a mirar a su ocasional enfermera y vuelve a ver el rostro de su madre, corre sin dirección, se saca el polo, el trapo rojo, arroja un libro con unos objetos que se entrecruzaban... y gritó:

- ¡LIBRE…!
- ¡LIBRE...!
- ¡LIBRE...!

Se pierde entre la oscuridad de la noche y el pequeño pueblo sigue la fiesta... algunos bailando, otros trompeando, y las cholas recias regresan a sus casas, ojalá despierten sus cholos recios y reclamen sus segundas jornadas. Esta vez vinieron por el estómago y ellas no los dejaran irse porque necesitan sus zarandeadas...

La noche llega tranquila a CHANQILLO, observatorio solar prehispánico, el más antiguo de América y del mundo. Ahí se forjó una raza, ahí nace una nueva historia, ahí nace un nuevo pueblo, ahí está intacto nuestro patrimonio que espera por nosotros.


Autor: Wilmer Martinez Melgarejo


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