REGRESO DE ANTONIO RAIMONDI A CASMA
(1868)
Antonio Raymondi |
Llega por segunda vez Dn. Antonio
Raimondi a Casma en el año de 1868, quien en su libro “El PERÚ”, escribe datos
importantes sobre nuestra provincia. Por la importancia de los mismos,
reproducimos textualmente un hecho histórico sucedido en el pueblo de Yaután:
“Habiendo determinado bajar a la costa
por la quebrada de Casma y subir enseguida nuevamente por la de Nepeña, salí de
Huarás el 10 de enero de 1868 para la hacienda de Chacchán. Después de
casi de tres leguas de continuas subidas para llegar a la cumbre de la Cordillera Negra ,
a la pintoresca hacienda de Chacchán, escondida en una quebradita, se presenta
de golpe al viajero que viene caminando por un árido camino que faldea los
cerros, produciendo la más agradable impresión, la inesperada vista de su
cómoda casa con la capilla, y los verdes y alegres sembríos de alfalfa.
A mi llegada a la hacienda de
Chacchán, hallé tropas, era un batallón de celadores que regresaba de Huarás a
Lima y que se hallaba descansando para continuar su marcha por la tarde, como
lo verificó en efecto.
Al día siguiente salí de la hacienda
para continuar mi marcha al pueblo de Yaután, que dista unas seis leguas
largas, viendo de paso la pequeña población de Pariacoto, que se encuentra en
la mitad del camino.
En el pueblo de Yaután hallé
nuevamente a la tropa que había encontrado la víspera en Chacchán, lo que no
dejo de causarme una mala impresión, puesto que para mis estudios científicos
necesitaba la tranquilidad y no deseaba estar acompañado, tanto más que en la
casa donde fui a alojarme estaban ya alojados los jefes; pero como dicha tropa
esperaba que bajase el para ponerse en marcha, por el momento me arreglé como
pude, muy lejos de pensar lo que me iba a suceder.
Eran las cinco o cinco y media de la
tarde cuando llegó el Correo de Casma, anunciando un brusco cambio de gobierno
en la capital. Esta inesperada noticia alarmó a todos y en breves
momentos se excitaron los ánimos; el batallón se sublevó contra sus
jefes. Como sucede en estas ocasiones, se despertaron entre la tropa
todas las malas pasiones, tales como la codicia, los rencores, el deseo de
venganza, etc. empezaron a exigir la división de la plata que había en la caja
del batallón, en seguida unos proclamaban nuevos jefes y regresaban al pueblo
de Pariacoto para ir a su encuentro, otros pedían la cabeza de algunos de sus
jefes y el resto dispersándose por todos lados.
Aquello era un alboroto, una confusión
en que nadie se entendía; los peligros amenazaban por doquier y se hacían cada
instante mayores, porque habiendo recibido la tropa su plata, se entregó a la
embriaguez; de manera que, estando ya removidos todas la bajas pasiones,
cometían los actos brutales propios de una gente insurrecta, armada y excitada
por el abuso de bebidas alcohólicas.
Sin embargo, el tumulto fue poco a
poco apaciguándose; muchos se hallaban diseminados en las casuchas y entregados
a la bebida; los demás iban abandonando el pueblo, unos tomando el camino de Casma
y otros el de la Sierra ;
pero si hasta entonces habían marchado a pie, al hallarse libres de sus
movimientos querían andar con más comodidad y buscaban bestias por todas
partes, no respetando a nadie. Yo mismo tuve grandes dificultades para evitar
que se llevasen mis propias bestias, y si en parte con cariño y en parte con
cierta energía pude salvar las mulas, no escape de que se llevasen un caballo.
A media noche, cuando todos se habían
desbandado y el pueblo había entrado en silencio, me felicitaban a mi mismo de
haber salido de tantos peligros, y hallándome sólo en la habitación que poco
antes repleta de una turba desenfrenada e insolente, pensé en acostarme para
tomar un poco de reposo, haciendo alistar mi cama en un catre que había dejado
libre el Comandante de la tropa. No había pasado una hora y apenas
empezaba a conciliar el sueño, cuando oigo gritos descompasados en la calle, y
entre la bulla distingo claramente las palabras de ¡MUERA EL COMANDANTE!
Pocos segundos después unos tremendos
golpes a la puerta de la habitación donde yo me hallaba, me hicieron comprender
que esa gente buscaba al Comandante con malas intenciones, y querían entrar en
la habitación, creyendo encontrar a dicho jefe en el catre donde yo me había
acostado. No conteste para ver si cansados de golpear, desistieran
de su propósito, pero redoblaron los golpes, abrieron la puerta a
culatazos y entraron con furia con las armas en la mano, dirigiéndose a la cama
donde me hallaba. Entonces antes que cometieran un acto bárbaro, les
hable para que reconociesen que yo no era la persona a quien buscaban,
diciéndoles que el Comandante había salido del pueblo muy temprano, debo aquí
confesar en honor suyo, que oyeron lo que les decía, respetaron, retirándose
sin haberme dirigido la menor palabra ofensiva.
Así termino una escena que había
podido de un modo casual costarme la vida.
Al día siguiente, permanecí en Yaután
para componer mi barómetro, habiéndose roto el tubo, sin duda por algún duro
golpe sufrido en medio de barullo. Arreglado mi instrumento continué la
marcha hacia Casma. El camino no es malo, siendo llano, exceptuando unas
pequeñas subidas y bajadas en medio de cerritos en el lugar que llaman “Los
Callejones”.
Lo que más me molestó en este lugar
del camino es el sol, principalmente en la parte descubierta y árida que se
llama Pampa Colorada pero se puede evitar este inconveniente saliendo de Yaután
muy de madrugada.
A unas dos leguas antes de Casma se
halla el lugar llamado Buenavista, donde hay varios ranchos y un poco de
vegetación. Una pequeña alameda me indicó que había llegado a Casma, y al
recorrer sus calles, quedé sorprendido al ver el cambio que se había efectuado
en esta población, después de mi primer viaje sucedido hace nueve años antes.
Halle esta vez mejores casas y tiendas
de efectos que no existían en la época de mi primer viaje. En las inmediaciones
del pueblo, observé algunas máquinas de despepitar algodón movidas por vapor,
cuando en 1859 no existía sino una pequeña máquina movida por
animales. En fin, por todas partes veía más animales y adelantos.
De la población de Casma pasé al
Puerto del mismo nombre que dista solamente legua y media, y aún en este pude
observar grandes mejoras, tales como el muelle, un hostal y una hermosa casa,
construcciones todas verificadas después de mi primer viaje por la Costa.
Así que hube visto la población y el
Puerto, busqué lo que había de notables en los alrededores y los señores
Buccelli no sólo me dijeron existir a tres leguas de distancia, las
ruinas de una fortaleza de los antiguos peruanos, sino que se ofrecieron a
acompañarme al lugar.
Visité en su compañía aquellos
importantes restos de la antigua civilización, situados en la banda izquierda
del río Casma y a una media legua más allá de la bella hacienda de San Rafael…”
Debemos anotar que Dn. Antonio Raimondi, permaneció en el Puerto de Casma en
casa de Dn. Manuel I. Reina Loli, alrededor de cerca de tres meses, así como en
la casa de la familia italiana Buccelli en la hacienda de San Diego. Es
probable que aquí en este pueblo, conociera a quien luego sería su futura
esposa de procedencia huarasina.
Esta información falta verificarla.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario