viernes, 13 de mayo de 2016

IPANI: LA MONTAÑA MÁGICA. Autor: Augusto Llosa Giraldo


IPANI: LA MONTAÑA MÁGICA

Dedicado a: X.S.D con emoción bravía y selecta que me
inspiro este modesto trabajo literario.




Desde que conocí Los Andes peruanos – soy costeño de nacimiento - siempre quise tener la oportunidad de llegar a una de sus cimas  por más pequeña que ésta sea. Durante mi estancia en Santa Lucia – Lampa – Puno, conocí el distrito de Paratia, ubicado a más de 4,800 metros sobre el nivel del mar.  Un lugar inhóspito, todo cubierto de hielo y nieve como es el sector de Chilahuito, en donde la temperatura promedio es 5º grados Celsius, en estas condiciones todos los días martes suben los comerciantes en camiones que llevan sus productos para comercializar  en la feria dominical, también conocido con el nombre de “Q’ato” o plaza en idioma quechua. En donde se intercambia carne, lana, o cuero por fideos, arroz, y otras mercaderías. Aquí en este lugar lejano de nuestro país por primera vez palpe con mis manos la nieve y el frio del hielo que te sobrecoge el alma.

En otro momento de mi permanencia en la región Puno, tuve la oportunidad de conocer el distrito de Pichacani – Laraqueri,- Provincia de Puno en una de sus parcialidades se ubica la montaña “Ipani” con cerca de 4,250 m.s.m a donde llegué con dos compañeros de la zona luego de una caminata de  más de tres horas. En el transcurso del camino mis ocasionales acompañantes me comenzaron a comentar lo que ya antes me había animado a conocer esta montaña, me reiteraron las maravillas que iban a contemplar mis ojos y que jamás podría olvidar, siempre y cuando alcance la cumbre de aquella montaña, y cuando les volví a reiterar qué es lo que vería en específico ese día, me confirmaron que no me lo dirían porque era una sorpresa para mi persona. Esta montaña colinda por el Sur con el distrito de Acora, por el norte con el distrito de  Puno.



Recuerdo que cuando llegamos a la cercanía de la base de la mencionada montaña, pude contemplar a plenitud de su hermosura y me prometí a junto a mis compañeros llegar a coronar su altura que tenía la forma de un triángulo casi perfecto. Nos cobijamos en una rustica casucha construida de piedra y protegida por el infaltable ichu que existe por todos lados, en donde descansamos parte de la tarde y la noche, cenamos nuestro fiambre y al final tomamos alcohol que  llevamos en nuestra mochila,  preparado en base a agua hervida y yerbas aromáticas del lugar como la “Pura pura” que recogimos del campo hasta quedarnos bien dormidos. Al día siguiente nos levantamos bien temprano  de nuestras camas que eran pellejos de alpaca y una raída frazada mil veces usada y que aún servía.

Ese mediodía nos alistamos para la escalada final, antes preparamos un almuerzo que consistía  en una “Huatia” de papas asadas en un horno hecho de piedras calientes y su respectivo queso que acompañamos con su rocoto molido que  llevamos y saboreamos hasta saciar el hambre que teníamos. Descansamos una hora y media más o menos y comenzamos los preparativos para la ascensión hacia la  mencionada montaña que nos contemplaba reluciente, eran las 2.30 de la tarde aproximadamente. Era un día esplendoroso de sol radiante, con un cielo azul brillante que nos prometía una espectacular visión desde la altura. Comenzamos a subir la cuesta que en forma ondulante trepaba la montaña. Avance unos trescientos metros y ya sentía el cansancio y agotamiento que comenzó a hacer mella en mi cuerpo, me quede último en la “fila india” que ascendía, y yo lentamente con mucho esfuerzo avanzaba, daba unos diez o veinte pasos y me detenía, inspiraba el poco oxigeno enrarecido que había en esas alturas y continuaba a paso lento. Y cuando ya faltaba unos 100 metros más o menos para  llegar a la cima, el agotamiento evidente que sufría me hizo pensar que podría ser fatal para mí y francamente pensé en renunciar a mi propósito, pero uno de los compañeros que estaba a unos 50 metros arriba, bajó para acompañarme y darme fuerzas para continuar. Me vio  seguramente con una cara de asustado y me dijo: ¡tranquilo compa, descansa relájate y pon de tu parte todo lo que puedas para observar lo que pocos humanos han logrado contemplar desde estas alturas…!!!.

Después de descansar unos veinte minutos me repuse un poco y lentamente comencé a subir la ascensión hacia aquella montaña  que me esperaba a pocos metros para coronar la cima. En esos momentos no veía nada, solo sentía el fuerte dolor  de mis piernas que estaban al borde del colapso y mi corazón a punto de estallar por el poco oxigeno que recibía y la angustia de contemplar  lo que mis amigos me habían señalado que  vería en unos minutos más. Cuando di el último paso ya en la cima circular que tenía un poco de nieve, lo primero que hice fue recostarme en una piedra que cómo una especie de banco había y allí medite una media hora hasta que me fue pasando el fuerte dolor que tenía en el  cuerpo y el dolor de cabeza  que me impedía mantenerme en pie hasta ese momento. Cuando recupere la conciencia plena pude observar la grandiosidad del espacio que me extasiaba y me hacía sentir una pequeñez en tan vasto espacio azul serrano que me atrapaba con solo observarlo a la distancia. Me lamenté mil veces que no haya llevado conmigo una cámara fotográfica que pueda graficar esos momentos inolvidables que mis ojos contemplaban en esos bellos  momentos que viví a más de 4,250 m.s.m.





Las palabras sobran para expresar con certeza y plenitud lo que observaban mis ojos en  esas alturas  del altiplano puneño. Por un lado podía contemplar la grandiosidad del Lago Titicaca al sur este, al fondo las cumbres de la cordillera del Illamani por el lado de  Bolivia, por el lado oeste veía las cumbres de los volcanes: Ubinas y el Omate  que lanzaban fumarolas de humo negro, y por encima de mi cabeza pasaba casi rasando un hermoso cóndor que como bienvenida me saludaba. Era un espectáculo esplendoroso que observaba, que al reaccionar comencé anotar en una libreta de apuntes que siempre llevaba en mi mochila, para no olvidar jamás lo que por esas circunstancias me tocó vivir. El tiempo como siempre nos marca el derrotero, tuvimos que comenzar a bajar luego de haber permanecido por espacio de una hora en: Ipani “La Montaña Mágica”.












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