UN PEQUEÑO ARDID
Detrás de los silencios
misteriosos hay una singular evidencia que pocos conocen, porque está se
encuentra estratégicamente escondida entre el rumor tedioso del día y el claro
obscuro del cielo que denota su presencia vital, inocultable.
Algunos personajes envilecidos
por el odio y otros expertos buscadores de emociones fuertes, han intentado con
lo más sofisticado de la tecnología, hallar tu pequeño escondrijo que te cobija
inmune de la preocupación entupida de la gente y a la fecha han fracasado.
Ante estos hechos de
controvertida opinión y parcial condena, hay quienes han propuesto que tu
captura sea asumida como política de Estado y haya recompensa para quien de una
pista segura que conduzca a tu paradero; otros por el contrario discrepan,
argumentan violación de derechos, intolerancia, canibalismo, etc.
La opinión pública mayoritaria –
ante estos hechos – según la última encuesta, duda, no avala plenamente las
medidas adoptadas por el contrario un buen sector de la población, pide diálogo,
compresión, tolerancia.
En este contexto dividido de
dimes y diretes, de tirios y troyanos, llegó una sorpresiva noticia aun no
confirmada: “Murió la alegría, victima de
tristeza”. Todos los interesados guardaron silencio cómplice, menos uno,
que distante del bullicio asfixiante de la urbe, sonreía seguro de conocer que
todo esto era un pequeño ardid publicitario, porque la alegría no había muerto,
por el contrario ésta reía a carcajadas.
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