jueves, 28 de junio de 2012

UN ATARDECER EN TORTUGAS.- Autor: Augusto Llosa Giraldo.






UN ATARDECER EN TORTUGAS



Una bandada de gaviotas revuelan el cielo seguidas por unos gauchos viejos que se alejan cansados de la bahía verde esmeralda de Tortugas, en tanto el sol se difusa por el firmamento opaco que la niebla cubre y la luz apenas brilla por entre las islas que se anteponen a su cotidiano morir.
Las aguas levemente calmadas chocan entre los riscos y acantilados que la rodean, no hay el estruendo característico del oleaje agitado que a veces sorprende a los hombres del mar.
Hoy es un día calmado que hace que el espíritu se solace y la inspiración aflore, inspirando aire fresco y nuestros ojos puedan recrearse contemplando el hermoso que se divida desde lo alto de un promontorio estratégicamente ubicado.
A lo lejos pequeñas embarcaciones se acercan y cruzan el brillo bandado de un  sol moribundo que se resiste a dormir su jornada. Son los pescadores de “pinta” los últimos en llegar, ya los demás están fondeados en su lugar habitual.
El silencio se trastoca cuando el motor de uno de ellos ruge repentinamente junto al aletear de una gaviota perdida que parece que llora.
Es la tarde cotidiana que ha muerto una y mil veces todos los días de nuestra vida, y sigue muriendo para luego vivir para nosotros como si fuera ayer, mientras tanto la inmensa bola de fuego se va aquietando, ya no brilla, palide en su estertor agonizante para luego lentamente sumergirse en el límite lejano del mar, cómo si cayera del cielo.
De pronto la oscuridad asoma sus ojos invisibles, sin anunciarnos que la noche viene detrás de su velamen delgado, fino que lo cubre todo, dejándonos luego en la más completa oscuridad.
Estamos en un nuevo día, y la rutina se repite  nuevamente…



Tortugas, 26 de abril del 2011. 

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