LA IMPORTANCIA DE
LLAMARSE OSCAR
“A Oscar Wilde en el Bicentenario de su Nacimiento
Y a O.R.A razón plena de mi
existir”
"A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto,
y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante".
Oscar Wilde.
Los viejos ficus de la Plaza de Armas fueron testigos de ese
encuentro inicial, fortuito que nos cedió el terreno para conocerte esa noche
sensual de enero que lo conjugó todo, desde ese fugaz instante que aún recuerdo
y no podré olvidar jamás, aunque pasen los años y la muerte me lleve a buen
recaudo.
Fue una grata ocasión para penetrar a ti por tus hermosos
ojos verde-esmeralda; saborear tu risa infaltable y sobre todo sentir que tú
presencia me envolvía el alma como un denso humo que me hacía flotar por encima
de tus diecisiete años aún no concluidos, cuando el reloj y el calor se
disipaba a eso de las veinte horas y una leve brisa marina acariciaba el valle.
En tanto la plaza poco a poco se iba quedando vacía, solo a merced nuestra que
al vernos enternecidos, se fue encogiendo hasta transformarse en un pequeño
parque que nos apretaba el corazón con solo suspirar un poco.
Sostuvimos una plática inusual, generosa que por ser la
primera vez, fue extensa, horizontal, llena de preguntas y respuestas contestadas
a plenitud, sin cortapisa ni subterfugio alguno. Fueron horas intensas que
parecía que no tenían fin, en medio de una noche envolvente, estrellada que de
tanto esperar se durmió en nuestros brazos.
La circunstancia quiso que muestras vidas se entrelazaran a
partir de este momento, y se quedara atado a través de una cinta invisible que
sólo nuestros ojos pueden divisar en las noches iluminadas de luna llena,
cuando estamos solos divisando el mar en nuestra isla perdida, ubicada en lo
más profundo de nuestro rojo corazón, que de tanto amor se ha vuelto humilde,
totalmente encantado de tu risa y de tu mirada eterna que de a pocos me
doblega.
Hoy hacemos un alto en nuestra vida, junto a tu pedestal
imaginario para recordarte, reflexionar y leerte lo suficiente mi querido y
amado Oscar Wilde, máxime si estas cumpliendo doscientos años de tu nacimiento
que todos recordamos y no podemos soslayar, muy a pesar que tus encarnizados
enemigos pretendieron destruirte antes que te inmortalizaras bajo el peso sublime
de la literatura, pero no lo consiguieron, porque tú estas vivo, presente, en
cambio ellos están muertos, sepultados en una tumba oscura que nadie recuerda y
que el tiempo se ha encargado de olvidar.
En cambio tú estas cada vez más jovial, lúcido, entretenido
en medio de tus miles de libros traducidos a casi todos los idiomas de mundo, y
eso es más que suficiente para alegrarnos tus amigos que te tenemos siempre
presentes en cada una de nuestras tertulias y encuentros literarios que se
celebran en tu nombre por estos días en grandes y opulentos cenáculos
perfumados, así como en pequeñas y humildes cofradías de admiradores que te
estudian y escudriñan como nunca tu vida disipada, poco común en esos tiempos,
pero sobre todo honesta para contigo mismo, porque no te engañantes y te
mostraste tal como eras, sin falsas caretas ni oprobiosa falsía, muy a pesar de
la frivolidad y de la doble moral del entorno que te rodeaba.
A pesar de estas sutilezas de la vida, tu portentosa obra
inigualable permanece, incólume, fresca que ha enriquecido el verbo con ese
lenguaje fino, fresco, y truculento que nos fascina, pero sobre todo mordaz que
a muchos enfureció en tu época.
Así han trascurrido los años y seguirán pasando pero siempre
estarás presente en cada uno de nosotros, y tu memoria imperecedera no caerá
bajo ningún pretexto, y esa será tu victoria inmortal sobre tus olvidados
enemigos que jamás podrán vencerte por los siglos de los siglos, Amén.
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