VIAJES POR EL PERÚ
TRES CRUCES: Lugar donde nace el Sol...
Luego de un arduo y tedioso viaje de unas diez horas, a
bordo de un viejo camión Dodge, llegamos a este paradisíaco lugar denominado
“Tres Cruces”, ubicado entre las estribaciones de la
Cordillera de Los Andes, luego de pasar por Paucartambo y un sin número
de pequeñas poblaciones. La distancia media entre Paucartambo a Tres
Cruces es de unos 35 kilometros. Era el mes de julio del año 1985.
Éramos un grupo de ocho compañeros de viaje, muchos de ellos
estudiantes de la U. San Antonio de Abad, a quienes conocí durante mi
periplo por la Ciudad Imperial del Cusco, lugar donde viví seis
meses placenteros, llenos de emoción, conociendo su historia, su tradición y sobre todo la
arquitectura Inca, simplemente espectacular y deslumbrante.
La hora de nuestra llegada fue al promediar las seis de la
tarde, entre el claroscuro de la tarde agonizante y la noche que ya se cernía
sobre nosotros. Respirar el aire puro de la selva alta entre la inmensa
cordillera fue reconfortante luego de tan arduo viaje.
Nos cobijamos en un refugio acogedor construido en una
explanada rocosa a unos 3,732 m.s.n.m el mismo que mira hacia el Este,
conocida por los lugareños como el Balcón "Acjanaco". No éramos los
únicos, habían turistas alemanes y japoneses con quienes compartimos el
calor de una vieja chimenea, todos estábamos allí unidos con un mismo
objetivo, cual era: observar la salida del sol.
Esa madrugada nos levantamos a la hora indicada: cuatro de la
mañana con quince minutos, pero lamentablemente tuvimos mala
suerte, amaneció completamente nublada con una llovizna de por medio que
nos impidió contemplar el alba por el lado del Océano Atlántico. Nos comentaron
luego los alemanes que solo en Perú y el Japón se puede observar
esta maravilla natural.
Fue la tercena madrugada que nos permitió ser testigos de una
singular y emocionante experiencia que nunca podré olvidar, ver como el
sol se abre paso lentamente entre la bruma que cubre el espacio infinito,
formando minuto a minuto tonalidades de diferentes colores de
las más variados formas que te deslumbran a primera vista.
El espectáculo duró unos 15 minutos hasta que el sol se
elevó plenamente al cielo y recién se pudo divisar la inmensidad de la selva
baja, toda de color verde intenso que nos obligó a bajar y saborear su perfume,
palpar la tierra húmeda y darnos un chapuzón en una pequeña laguna que nos
recibió. Unos metros más adelante pasó soberbio, inadvertido un “Oso de Anteojos”, espécimen casi en extinción que nos miró de reojo y apresuró el paso.
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