martes, 30 de octubre de 2012

TRES CRUCES: Lugar donde nace el Sol. Autor.- Augusto Llosa Giraldo.




VIAJES POR EL PERÚ



TRES CRUCES: Lugar donde nace el Sol...



Luego de un arduo y tedioso viaje de unas diez horas, a bordo de un viejo camión Dodge, llegamos a este paradisíaco lugar denominado “Tres Cruces”, ubicado entre las estribaciones de la  Cordillera de Los Andes, luego de pasar por Paucartambo y un sin número de pequeñas poblaciones. La distancia media  entre Paucartambo a Tres Cruces es de unos 35 kilometros.  Era el mes de julio del año 1985.
Éramos un grupo de ocho compañeros de viaje, muchos de ellos estudiantes de la U. San Antonio de Abad, a quienes conocí durante mi periplo por la Ciudad Imperial del Cusco, lugar donde viví seis meses placenteros, llenos de emoción, conociendo su historia, su tradición y sobre todo la arquitectura Inca, simplemente espectacular y deslumbrante.

La hora de nuestra llegada fue al promediar las seis de la tarde, entre el claroscuro de la tarde agonizante y la noche que ya se cernía sobre nosotros. Respirar el aire puro de la selva alta entre la inmensa cordillera fue reconfortante luego de tan arduo viaje.
Nos cobijamos en un refugio acogedor construido en una explanada  rocosa a unos 3,732 m.s.n.m el mismo  que mira hacia el Este, conocida por los lugareños como el Balcón "Acjanaco". No éramos los únicos, habían turistas alemanes y japoneses con quienes compartimos el  calor de una vieja chimenea, todos estábamos allí unidos con un mismo objetivo, cual era: observar  la salida del sol.

Esa madrugada nos levantamos a la hora indicada: cuatro de la mañana con quince minutos, pero lamentablemente  tuvimos mala suerte, amaneció completamente nublada con una llovizna de por medio que nos impidió contemplar el alba por el lado del Océano Atlántico. Nos comentaron luego los alemanes  que solo en Perú y el Japón se puede observar esta maravilla natural.
Fue la tercena madrugada que nos permitió ser testigos de una singular y emocionante experiencia  que nunca podré olvidar, ver como el sol  se abre paso lentamente entre la bruma que cubre el espacio infinito, formando minuto a minuto  tonalidades  de diferentes  colores de las más variados formas que te deslumbran a primera vista.

El espectáculo duró unos 15 minutos hasta que el sol  se elevó plenamente al cielo y recién se pudo divisar la inmensidad de la selva baja, toda de color verde intenso que nos obligó a bajar y saborear su perfume, palpar la tierra húmeda y darnos un chapuzón en una pequeña laguna que nos recibió. Unos metros más adelante pasó soberbio, inadvertido  un “Oso de Anteojos”, espécimen casi en extinción que nos miró de reojo  y apresuró el paso.







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